No uno, no dos… mil quinientos hallazgos arqueológicos en la ruta del Tren Maya
Los descubrimientos se suman a otros dos mil que habían sido ya reportados durante las obras para la construcción de otros dos tramos en Tabasco y Campeche
POR: Diego Ávila
Recientemente, el Fondo Nacional del Turismo (FONATUR) informó del hallazgo de aproximadamente mil quinientos sitios arqueológicos en las inmediaciones de las vías del futuro Tren Maya, un megaproyecto cuya ruta de construcción consta de siete diferentes tramos que van desde Chiapas y hasta Cancún. Los descubrimientos se reportaron mientras se hacían labores de drenaje en el tramo que irá de la localidad de Calikní en Campeche, al pueblo yucateco de Izamal, y el organismo informó que están trabajando de la mano con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para preservar y salvaguardar la integridad de estos restos arqueológicos.
Si se concluye que el paso del tren afectaría a uno o más de estos hallazgos, se propondría modificar la ruta y desviarla un poco. Sin embargo, esto sólo sucedería si los arqueólogos que actualmente se encuentran investigando los hallazgos, encuentran algo relevante.
1500 hallazgos… y los que faltan
En los trabajos de construcción de los dos primeros tramos (entre Palenque, Escárcega y Campeche) se ha reportado el descubrimiento de otros 2 mil sitios de interés arqueológico. Sin embargo, los nuevos mil quinientos representan un incremento considerable en la densidad de vestigios, una cantidad que además es probable que continúe incrementándose mientras se comience a trabajar en los alrededores de Valladolid o la reserva de Calakmul. Además, el tramo de 172 km en cuestión también atraviesa la Reserva Estatal Geohídrológica Anillo de Cenotes, un área natural protegida de casi 220 mil hectáreas de extensión que funciona como una fuente crucial de recarga de los mantos acuíferos que proveen de agua al estado de Yucatán y a la ciudad de Mérida.
La ruta del Tren Maya conectará 50 zonas arqueológicas abiertas al público, diez museos, dos zonas de monumentos históricos y cinco sitios clasificados como Patrimonio Mundial por la UNESCO (Uxmal, Palenque, Chichen Itza, Calakmul y la ciudad-fuerte de Campeche) —además de numerosas haciendas históricas, iglesias coloniales, estaciones ferroviarias porfirianas y alrededor de 40 cenotes. Estas zonas arqueológicas, y aparte de los servicios turísticos que ofrecen a sus visitantes, también funcionan como centros de investigación y conservación arqueológica, y es importante tener en mente que el porcentaje que ha sido excavado de ciudades que, como Tulum o Mayapan, han sido ya ‘descubiertas’ y se encuentran abiertas al público, no suele pasar del 10%. Este porcentaje nos da una idea de lo mucho que se sigue escondiendo debajo de la maleza y la jungla de la península.
Los yacimientos más allá de las grandes ciudades mayas
La antigua civilización maya funcionaba a través de un sistema de ciudades-Estado que guerreaban, comerciaban y forjaban alianzas entre ellas. Si bien hasta la fecha se han ‘descubierto’ las más grandes (como Palenque, Tikal, Uxmal, Cobá o Copán), un gran número de ciudadelas y pequeños Estados satélites siguen sin ser localizados—aunque se tenga noticia de su existencia. En la gran mayoría de los casos, el panorama yucateco suele dar la impresión de ser uno de vegetación pura. Sin embargo, el uso de nuevas tecnologías (como el láser LiDAR y las cámaras infrarrojas) es lo que ha permitido en muchos casos ubicar construcciones mayas que han sido tragadas por la selva. De este modo se han descubierto verdaderas metrópolis de esta antigua civilización que floreció en el llamado período clásico mesoamericano (300 d.C – 950 d.C.).
Se ha reiterado que el proyecto del Tren Maya es una pieza clave para impulsar la economía del sureste mexicano, una región que tradicionalmente se ha visto relegada de los grandes planes nacionales de infraestructura. Sin embargo, el modelo de desarrollo que propone el proyecto le ha granjeado numerosas críticas, y un gran número de activistas, arqueólogos, historiadores y demás miembros de la sociedad civil, han expresado su preocupación por el daño irreparable que la construcción de la ferrovía puede generar sobre los ecosistemas de la península, su fauna, flora y, por supuesto, los innumerables yacimientos arqueológicos que aún yacen sumergidos en jungla.
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