De todas las áreas naturales en el planeta, probablemente los desiertos sean los que corren con la peor suerte, pues el estereotipo de extensiones arenosas, estériles y calurosas ha permeado en la ideología que tenemos de ellos. Afortunadamente existen en el planeta muchos páramos que desafían la idea general, y que nos demuestran que nunca nada es lo que parece. Un ejemplo de esto es el Parque Nacional Joshua Tree, en California, un espacio que alberga una gran cantidad de vegetación endémica y se ha consolidado como uno de los destinos favoritos para ver las estrellas, encontrarse a sí mismo y entrar en contacto con la naturaleza.
Este sitio se encuentra en la unión de dos desiertos: el de Mojave (que alcanza hasta Las Vegas) y el de Sonora (que en su área estadounidense se llama de Colorado). La combinación de estos dos territorios –con altitud de más de 900 metros sobre el nivel el mar– crea una atmósfera de condiciones únicas. Esto se puede contemplar en la fauna que ronda por ahí; se pueden ver orioles revoloteando y a lo lejos divisar coyotes, borregos cimarrones e incluso una que otra tortuga del desierto, una especie que sólo existe en este lugar del planeta.
Aparte de arbustos y cactus, la vegetación es parte fundamental, tanto que incluso ha nombrado al desierto que se convirtió en parque nacional en 1994. El ejemplar más famoso es el árbol de Josué: troncos y ramas largas y cafés de cuyos extremos surgen, como si fueran puños, conglomeraciones de hojas verdes y puntiagudas; existen teorías de que está emparentado con las plantas de agave.
Esta especie crece sobre todo en este desierto, aunque no es raro encontrar algunos ejemplares en el norte de México y en Arizona.
Joshua Tree tiene una actividad para todos
Caminar o montar a caballo por las decenas de senderos que van entre los árboles de Josué y las formaciones rocosas, que el aire ha erosionado desde que acabó la última glaciación hace unos 10 mil años, es una forma majestuosa de pasar el día en el parque nacional.
Algunos de los puntos más frecuentados son Keys View, desde donde se puede admirar el monte San Jacinto y, de noche, la ciudad iluminada de Palm Springs. Los oasis son otros sitios de gran interés; destaca 49 Palms Oasis, un manantial rodeado de palmeras, o el oasis de Mara, que fue el asentamiento de las tribus Serrano. Los viajeros extremos pueden llegar con bicicletas de montaña y descubrir caminos inhóspitos o bien con equipo de escalada para subir por los enormes monolitos de granito que hacen de Joshua Tree un sitio extraño en el que todos retan sus límites.
Joshua Tree de noche
Al atardecer, otra cara el desierto sale a relucir. Un cielo tapizado de estrellas que, en la actualidad, es imposible encontrar en un entorno urbano. Lo recomendable para vivir esta experiencia es acampar en el parque; existen nueve áreas designadas y lo único que hay que hacer es llevar una tienda de campaña, comida, agua, salir y mirar hacia arriba. Es importante recordar que, una vez adentro del lugar, no hay opciones de hospedaje, restaurantes ni tiendas.
La mejor época para viajar
Hay que aceptarlo, aunque sea un sitio atractivo por donde se le mire, no deja de ser un desierto. Esto significa que en verano la temperatura puede rondar los 38 grados, y el suelo se calienta hasta alcanzar los 180º. Mientras tanto en invierno, además de días cortos, no es extraño que al atardecer y durante la noche la sensación térmica apenas supere los cero centígrados.
Por lo tanto, el mejor momento para planear una visita al parque nacional es en primavera u otoño. De estas dos, la primavera tiene más posibilidades de admirar fenómenos naturales, como el brote de flores blancas y amarillas de las copas de los árboles, que se da entre febrero y abril. Si uno corre con suerte, puede coincidir con un año en que se manifieste el desierto florido, un suceso raro en el que el suelo árido se cubre de botones y que se presenta sin una regularidad clara.
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Foto de portada: Jeff W / Unsplash
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