Érase una vez en México: Alexander Girard
Arquitecto, diseñador, interiorista, coleccionista incansable de arte popular y visitante asiduo de México, Alexander Girard vio en el folklore una fuente de inspiración inagotable para el diseño moderno del siglo XX.
POR: Diego Ávila
Del 21 de noviembre de 1950 al 28 de enero de 1951, el Museo de Arte Moderno de Nueva York presentó Good Design. La exposición (y los concursos que la acompañaron) han pasado a la historia del diseño como parteaguas que consolidaron la popularidad del diseño moderno pero, antes de la célebre institución neoyorquina, ya se habían planteado inquietudes similares en otra exhibición, a casi mil kilómetros de la Gran Manzana. For modern living tuvo lugar en el Detroit Institute of Arts en 1949 y reunió el trabajo de personajes como Charles y Ray Eames, Eero Saarinen o Alvar Aalto, y estuvo curada por el también diseñador Alexander Girard.
Famoso por sus coloridos diseños textiles y simpáticas figuras de madera, Alexander Girard (1907-1993) es considerado como uno de los diseñadores textiles y arquitecto de interiores más relevantes del siglo XX, pero también por la inmensa colección de arte popular que amasó y la manera en la que logró fusionar el diseño moderno con los colores del folklore.
Una infancia renacentista
Si bien nació en Nueva York, Alexander Girard pasó su infancia en Italia. Sus abuelos paternos vivían sobre el Viale Michelangelo en Florencia, en una residencia casi palaciega llena de tapices, grabados de Piranesi, mobiliario antiguo y arte decorativo. Todos estos objetos, provenientes de diferentes pueblos y de lugares lejanos, fomentaron la curiosidad del joven Girard y despertaron en él un interés por el arte, el diseño y la diversidad de culturas, que conservaría durante toda su vida y se reflejaría en su trabajo.
Fue justamente en Florencia, donde el joven Girard también entró en contacto con el mundo de la producción artesanal. Durante una Navidad, su abuelo le obsequió un típico nacimiento navideño italiano: la primera pieza de una inmensa colección de arte popular que con los años iría amasando.
De Europa al corazón de la industria americana
Tras haber estudiado arquitectura en la Architectural Association de Londres y haber pasado algunas cortas temporadas en París y Estocolmo, Girard decidió dejar Europa y mudarse a su natal Nueva York en 1932. Durante los cinco años que pasó en la la ciudad, se casó y trabajó como arquitecto e interiorista particular, diseñando el interior de varias tiendas y restaurantes.
No muy lejos de Nueva York, la región de los Grandes Lagos se había consolidado en esos años como una de las zonas más prósperas de los Estados Unidos. Gracias a la entonces pujante industria automotriz, Michigan era el epicentro de la industria de toda América del Norte, y Detroit su gran capital. Diego Rivera había terminado de pintar un mural que retrataba la industria detroitina en el Instituto de las Artes de la ciudad en 1933, numerosos rascacielos rivalizaban en altura con los de Nueva York y enormes (y extravagantes) salas de cine proyectaban las últimas películas de Hollywood.
Numerosos diseñadores se habían mudado a la ciudad y, gracias a sus conexiones, el padre de Girard le había conseguido a éste un puesto dentro del despacho de interiorismo Thomas Aisling, que trabajaba para clientes adinerados de la zona.
Textiles para una vida moderna
En Michigan, Girard conoció al legendario matrimonio conformado por Ray y Charles Eames, quienes también se habían mudado a Michigan para trabajar en la empresa de diseño industrial Herman Miller. Primero colegas y luego amigos, los tres colaboraron en la exposición For modern living y, a comienzos de la década de los 50, cuando Herman Miller decidió abrir un departamento textil, los Eames no lo pensaron dos veces antes de recomendar a Girard para que fuese su director.
De 1952 hasta 1970, Girard creó más de 300 patrones textiles para la compañía. Sus diseños siempre fueron abstractos, bastante coloridos y solían derivarse de motivos geométricos, tipográficos, vegetales y de piezas de arte folclórico. De hecho, el interés que Girard adquirió por el arte popular durante su niñez nunca menguó, y sus numerosos viajes a lugares tan distantes y tan ricos como la India, Egipto, Japón y Checoslovaquia, le permitieron seguir alimentando su curiosidad. Sin embargo, de entre todos los países que visitó, probablemente pocos marcaron su trabajo tanto como México, a donde llegó por primera vez en 1939, mientras estaba de luna de miel.
Una casa en el desierto
Después de 16 años en Michigan, Girard decidió mudarse a Santa Fe, Nuevo México. De estar en el corazón de una región urbana e industrial, el diseñador y su familia (compuesta ya por Alexander, su esposa Susan y sus dos hijos), se reubicaron en esta pequeña y alejada ciudad provinciana a la mitad del desierto que se encontraba, según decía Girard, a tan solo una noche del Océano Pacífico en tren, a tan solo una noche de Nueva York por avión, o a tan solo una tarde de México por auto.
Gracias a su nueva residencia, Girard comenzó a viajar de manera frecuente a México a partir de 1955. Oaxaca, Puebla y Michoacán eran algunos de sus destinos preferidos, y de cada viaje, él y su esposa regresaban con maletas llenas con piezas de arte popular, pues la pareja era gran entusiasta de visitar mercados y pueblos.
Mexicottons, Mexidots… y otros objetos
Durante uno de sus viajes, Girard encontró en Michoacán el taller de Telares Uruapan: una vieja fábrica textil del siglo XIX que usaba algodón local para realizar telas decoradas con rayas de colores sólidos. Cautivado por su simpleza y colorido, y emocionado con el potencial creativo de algo tan simple como las líneas de colores, Girard conectó a la pequeña fábrica con Herman Miller, y lanzó las colecciones Mexicottons y Mexidots.
Poseedor de un agudo instinto mercantil que le venía prácticamente de nacimiento (su padre y su abuelo habían sido anticuarios y también habían tenido una compañía que producía mobiliario), Girard no sólo coleccionaba arte popular, sino que también buscaba difundirlo y comercializarlo.
Durante sus años en Michigan, el diseñador había abierto una tienda (la Girard Shop) en la que vendía sus diseños junto con los de los Eames y los de George Nelson y, en 1961, volvió a incursionar en el mundo del retail inaugurando un nuevo negocio: la Textiles and Objects Shop. Localizada en Nueva York, la nueva boutique estaba patrocinada directamente por Herman Miller y ofrecía toda la colección de textiles diseñada por Girard, además de almohadas, manteles, objetos decorativos y hasta piezas de arte popular que había adquirido.
Girard cineasta: Día de Muertos
Dentro de la extensísima colección de arte popular de Girard, las piezas dedicadas al Día de Muertos tenían un lugar especial. El diseñador exploró con gran interés cómo diferentes culturas se acercaban a temas similares (como la Navidad o la muerte), y coleccionó extensamente tanto nacimientos navideños como calaveras y demás piezas realizadas para las festividades mexicanas en torno a la muerte.
A comienzos de los años 50, Girard y los Eames (que lo visitaban frecuentemente en Santa Fe), se reunieron con el director del Museo Internacional de Arte Popular localizado en esta ciudad con el objetivo de pedirle su apoyo para la realización de un cortometraje documental dedicado al Día de Muertos. El museo accedió. El pequeño filme fue un éxito y con los años se ha convertido en un clásico, pues más allá de los altares, muestra todos los preparativos en torno a la fiesta, el inmenso valor simbólico de las ofrendas y su importancia dentro de la comunidad. Girard incluso llegó a comentar que había rentado un puesto en un tianguis tradicional para poder grabar las escenas que acontecen en el mercado.
El restaurante más colorido de Nueva York: La Fonda del Sol
La influencia que el arte popular mexicano tuvo en la obra de Girard como diseñador de interiores se puede ver en los interiores que diseñó para la famosa casa Miller en Columbus, Indiana —o para su propia residencia en Nuevo México—. Sin embargo, probablemente su proyecto más emblemático en este sentido fue la Fonda del Sol.
Para este restaurante neoyorquino de comida mexicana, Girard diseñó absolutamente todo: desde los uniformes de los meseros al menú, y desde la vajilla hasta la caja de los fósforos de cortesía. En una época en la que el interiorismo moderno solía asociarse con colores neutros, la decisión del diseñador de utilizar muros de adobe, telas rojas; así como usar piezas de su colección de arte popular como decoración, causaron sensación. Los Eames diseñaron una nueva versión de su icónica silla homónima exclusivamente para el sitio y Girard rediseñó constantemente el sol que funcionaba como emblema del lugar. Él éxito del establecimiento fue total y le valió a Girard el encargo de rediseñar la identidad de Braniff International, una aerolínea texana que en ese momento era famosa por sus conexiones con América Latina.
De la India a Texas
Poseedor de una inmensa colección de objetos, y con una amplia experiencia en interiorismo y retail, la carrera de Girard también abarcó la museografía. Más allá de las exposiciones de diseño moderno en las que colaboró en Detroit y en Nueva York, el diseñador regresó al MoMA en 1956 para encargarse de la muestra Textiles y Artes Ornamentales en la India. Y si la manera en la que dispuso los saris, las joyas y los numerosos textiles cautivaron a sus visitantes, sería después, en Texas, donde el diseñador liberaría toda su creatividad.
En 1968, Girard fue invitado a diseñar el pabellón principal de la HemisFair, una feria universal celebrada en San Antonio. El tema de la exposición giraba en torno a la confluencia de civilizaciones en el continente americano, y la relación entre los Estados Unidos con América Latina.
Durante tres meses, Girard se dedicó por completo al montaje de la feria, trabajando 14 horas por día los siete días de la semana. Finalmente, el 6 de abril de 1968, el gran evento abrió sus puertas al público. El pabellón curado por Girard se tituló El encanto de un pueblo y, dentro de él, existía un pequeño universo compuesto por 41 dioramas que reflejaban fiestas, carnavales y escenas cotidianas latinoamericanas. Cada una de las escenas estaba a su vez compuesta por piezas de arte popular de la colección del diseñador, e incluso la pintora Georgia O’Keefe, amiga de Girard, ayudó a seleccionar las piedras que componían los paisajes.
El legado: la colección Girard
Con los años, la colección de arte popular de Girard creció hasta reunir más de 100,000 piezas. El diseñador incluso tuvo que construir un almacén junto a su casa para poder resguardarla hasta que en 1978 decidió donarla al Museo Internacional de Arte Popular de Santa Fe, Nuevo México. La donación de Girard quintuplicó el acervo del museo y obligó la construcción de una nueva ala donde pudiera ser exhibida. La obra terminó en 1982 y el diseñador ideó el montaje de la exhibición, titulada Visiones múltiples: un vínculo común; con la cual buscaba evidenciar cómo el arte popular refleja que todas las culturas, por más diferentes que puedan parecer, siempre tienen muchas cosas en común.
Con el tiempo, los principales amigos de Girard, como los Eames, George Nelson y Eero Saarinen, se convirtieron en leyendas del diseño moderno del siglo XX, pero el propio Girard quedó algo relegado. Sin embargo, en años recientes su obra ha vuelto a ganar notoriedad y diversas exposiciones han buscado poner el reflector sobre este ecléctico diseñador que, como un verdadero hombre renacentista florentino, se interesó por todo, y lo mismo diseñó cajas de cerillos que decoró aviones.
Y aunque los años pasan, las modas cambian y las casas y los restaurantes son remodelados, el universo de arte popular que Alexander Girard coleccionó permanece en Nuevo México, demostrando que, tal y como el diseñador dijo alguna vez, lo moderno no es la novedad, sino la honestidad sin edad, y en un mundo lleno de objetos, pocas cosas pueden ser tan honestas como una calaca de papel maché, un tren de hojalata, o una figurilla de barro hecha en el pueblo de Ocotlán, Oaxaca.
En colaboración con Herman Miller, el ‘Vitra Design Museum’ organizó la exposición ‘Alexander Girard: el universo de un diseñador‘. Tras haberse presentado en tres países y cinco museos (incluyendo el Museo Internacional de Arte Popular en Santa Fe y el Museo Hangaram en Seúl), la muestra tiene su escala final en el museo Franz Mayer de la Ciudad de México, donde puede ser visitada hasta el 15 de agosto del 2021.
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