Barcelona, como decenas de sitios del mundo, sufrió de cerca las consecuencias del coronavirus. Durante semanas y semanas sus habitantes estuvieron en una cuarentena obligatoria que les impidió disfrutar de todo lo que ofrece una de las ciudades más interesantes del mundo.
De pronto, las calles de la capital de la provincia de Cataluña se quedaron vacías y la cultura se difuminó. Dejaron de existir las obras de teatro en catalán. Nadie fue a ver los cuadros de los aristas emergentes en las galerías o los bigotes de gato que están en la Fundación Miró. Las calles góticas parecían pueblos fantasmas y el Mediterráneo se quedó solo, viendo cómo la gente intercambiaba las cervezas de en las plazas por aplausos al personal médico en los balcones.
La crónica apocalíptica que ocurrió en marzo fue casi tan trágica, que ahora que poco a poco Barcelona ha regresado a la normalidad, todo parece nuevo, como si la vida le hubiera dado a todos una segunda oportunidad. Han regresado los peatones y los grandes recintos se preparan para sus temporadas de verano. Además, de tanto en tanto ocurren eventos maravillosos para que todos recordemos, de una forma sutil, lo que hemos aprendido en estos tiempos de encierro.
Un concierto para las plantas
En honor a la vida que hay por delante, y la que hemos dejado atrás en 2020, hace unos días un grupo de músicos ofreció un concierto de cuerdas en el Gran Teatro del Liceo para dos mil 292 plantas. Sí, las butacas estaban llenas de macetas y en vez de humanos había ejemplares del reino vegetal.
El responsable de esta iniciativa (extraña y fascinante) fue Eugenio Ampudia. Uno de los artistas multidisciplinarios más reconocidos de España, cuya obra ha sido exhibida en países tan lejanos como Filipinas y México, donde hace tiempo presentó una exposición en el Carrillo Gill. El recital que inventó se anunció con el nombre “Concierto para el Bioceno” en clara referencia a la palabra Biocenosis, que significa conjunto de organismos de todas las especies que coexisten en un mismo espacio.
Por su parte, la presentación tuvo la misma solemnidad que tienen todos los conciertos. Cuatro intérpretes, vestidos de gala, entraron a un escenario con sus instrumentos de cuerdas e hicieron una reverencia al público. Luego tocaron Crisantemi, una pieza escrita por Giacomo Puccini en una sola noche, en la que el genio italiano hacía un homenaje velado a las plantas de los ritos funerarios. Al final los músicos recibieron una aplauso cuyo sonido hacía recordar a agua vertida. Otra reverencia.
Hay que destacar que cada una de las plantas que asistieron al concierto serán donadas a los trabajadores de la salud, que durante semanas lucharon en el frente de la nueva guerra.
Finalmente, al respecto del recital, Ampudia dijo que se buscó transmitir al reino vegetal la tristeza de los humanos y de lo que nos ha pasado como especie tras la pandemia de coronavirus. Una metáfora perfecta de estos tiempos.
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