A principios del siglo XX comenzó a escucharse un nuevo término que hacía referencia al estado emocional que atravesaban los habitantes de las regiones inhóspitas del norte de América siglos atrás. Hablamos del síndrome de la cabaña o fiebre de la cabaña, el cual le da nombre a esa sensación de aislamiento del mundo exterior.
En el siglo XXI, millones de personas se han tenido que quedar en casa y hacer cuarentena. La imposibilidad de salir ha ocasionado que este concepto evolucione. Hace 100 años la gente se recluía involuntariamente debido a los fuertes inviernos que azotaban su alrededor; ahora la causa se debe al coronavirus, una pandemia que propició que los países impusieran cuarentenas más o menos severas y que las personas empezaran a profundizar ciertas ansiedades en el confinamiento.
¿Cómo saber si uno padece del síndrome de la cabaña?
Algunos de los síntomas del mal de la cabaña son la desmotivación, el aburrimiento, la insatisfacción de estar en casa, irritabilidad o dificultad para concentrarse. Ahora, estos se efectos del encierro se han podido manifestar más fuertes de acuerdo a la vida específica de cada persona, a sus hábitos antes de la pandemia e incluso a la condiciones de su vivienda. Sin embargo, este síndrome no solo se refiere al aislamiento y a la monotonía de la cuarentena; por paradójico que sea también se manifiestan en un temor a salir de nuevo a la calle, a trabajar y a acercarnos a personas nuevamente.
Los expertos aseguran que no se trata de un desorden psicológico, sino de un conjunto de emociones que nos hacen sentir diferentes, extraños ante nosotros mismos. De hecho, es común que el síndrome de la cabaña aparezca en astronautas, pues tras pasar un gran número de días incomunicados y recluidos en el espacio exterior, también les llega el momento de volver a la Tierra y retomar su vida ahí donde la dejaron.
Nadar en agua fría, la solución al síndrome de la cabaña
Algunos expertos sugieren que para hacerle frente a este singular padecimiento hay que nadar en aguas abiertas y frías. Es bien sabido que la natación es uno de los deportes más completos que hay y practicarlo en agua con baja temperatura trae algunos beneficios adicionales. Por mencionar algunos, están la fortaleza mental, una sensación de tranquilidad, la reducción del estrés y de depresión. Debido al shock que produce sumergirse en agua fría, se mejora el sistema inmune y en el cuerpo se liberan endorfinas, y con ello sensaciones de bienestar.
Así que en caso de tener alguna fuente de agua cerca de casa, sea un río, lago o el mar, no es una mala idea dirigirse hacia allí y dejar que la naturaleza se reconecte con el cuerpo, y el cuerpo con la mente. En México hay varios destinos que ya cuentan con el Sello de Viaje Seguro del WTTC que están listos para recibir viajeros, con ganas de meterse a nadar.
Otra forma de salir del aislamiento post-cuarentena
Por su parte, algunos investigadores opinan que hay diversas acciones que uno puede llevar a cabo para minimizar los efectos del síndrome de la cabaña. Una regla básica es mantener el contacto con personas cercanas vía telefónica o de videollamada y establecer una rutina –sin ella es fácil perder la noción del ritmo cotidiano–. Otras alternativas son comenzar con un proyecto de manualidades, hacer ejercicio o salir a caminar al exterior, con la debida distancia social.
Por último –y por extraño que parezca– planear un viaje también dispara la felicidad. Existen estudios científicos que muestran que aquellas personas que se ponen a pensar en su siguiente aventura mejoran su humor y su salud. Esto se debe a que la expectativa de nuevas vivencias nos genera más felicidad que la que dan los estímulos materiales; por otro lado, la gente vive más contenta cuando tienen unas vacaciones por delante, aumenta su grado de bienestar familiar y económico y siente menos emociones negativas en el día a día.
¿Te gustó esta nota? Suscríbete a nuestro newsletter aquí para tener acceso a todo el contenido de Travesías.
Foto de portada: Sigmund / Unsplash
***
También te recomendamos:
El síndrome de wanderlust o la necesidad de viajar todo el tiempo
Viajar verde: cómo compensar nuestra huella de carbono al volar en avión
Copenhague: parques flotantes y cero contaminación (así pinta el futuro)