Encontraron unas de las cavernas más antiguas de América, en un cenote mexicano

Se cree que el ocre extraído de las rocas era utilizado para pintar paredes, objetos y personas, así como para realizar rituales funerarios.

10 Aug 2020
mina de ocre

Entre muchas cosas, los cenotes le dan la posibilidad a los viajeros de atestiguar un hendimiento en suelo rocoso que está repleto de un agua tan cristalina que parece irreal. No obstante, para los arqueólogos estos sitios son, literalmente, una mina de vestigios que les permite retroceder en el tiempo por muchos siglos. Esto pasó este año con el descubrimiento de tres cuevas en las que se cree podría estar la mina de ocre más antigua del continente.

Así lo revelaron arqueólogos subacuáticos del INAH y espeleólogos del Centro Investigador del Sistema Acuífero de Quintana Roo, A. C. (CINDAQ) en una publicación en la revista Science Advances. Según sus estudios, tras una extenuante búsqueda en las profundidades de los cenotes encontraron pruebas de que la actividad minera se realiza desde hace unos 10 mil años en el país. Un dato por demás interesante en términos de lo que sabemos del pasado tan remoto.

Los primeros acercamientos al sitio, llamado Proyecto La Mina, se realizaron hace al menos tres años. Entonces, los buzos del CIDAQ identificaron algunas áreas del sistema de cavernas subacuáticas en las que había estalactitas y estalagmitas quebradas, cúmulos de carbón, hollín en el techo y excavaciones en el suelo. Pero este año, tras recorrer seis km de túneles inundados –algunos de los cuales apenas miden 70 cm de ancho–, el equipo encontró las evidencias necesarias para comenzar a idear nuevas teorías.

mina de ocre

El Buzo Christophe Le Maillot documenta la actividad de apiñamiento de rocas en el sitio. Foto: Sam Meacham, CINDAQ. A.C. SAS-INAH.

La importancia del ocre en el desarrollo de las cuevas

Lo que es llamativo de este descubrimiento es que se trata de una mina de ocre. Los especialistas creen que los antiguos pobladores utilizaban rocas para golpear las paredes de las cuevas y extraer este mineral. Lo anterior abre las puertas a más creencias sobre el uso de las cavernas –que en ese entonces estaban sobre el nivel del mar–, pues además de refugio pudieron servir como accesos al agua potable y como sitios rituales o funerarios.

Sobre la extracción del ocre, Roberto Junco Sánchez, director del la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, dijo que existe la posibilidad de que “el mineral tuviera no sólo importancia decorativa sino incluso una carga identitaria, o que se usara para crear manifestaciones artísticas”. Y es que el ocre rojo es una de las pintura inorgánicas que más se utilizaba durante la era del Paleoindio en el norte de América: en pinturas rupestre, prácticas funerarias, pinturas de objetos y como adorno personal.

El Buzo Christophe Le Maillot poniendo una escala para fotografiar la actividad minera. Foto: Sam Meacham, CINDAQ. A.C. SAS-INAH.

Por su parte, Fred Devos, uno de los buzos especialistas del CINDAQ, intuye que quizás los humanos prehistóricos extrajeron toneladas de ocre de las rocas con el fin de prender fogatas –de ahí el hollín de los techos– e iluminar el espacio. Esta no sería la primera vez que se comprueba un comportamiento similar, pues en mayo de este año se encontraron restos de fogatas dentro del cenote Aktun Ha, 8 km al norte de Tulum.

Aunque no se encontraron restos óseos en La Mina, la fecha atribuida al uso de esta caverna coincide con el hallazgo de Naia, un esqueleto de mujer joven que apareció en las inmediaciones de Tulum en 2014. Así, cada vez hay más pruebas de que, para finales del Pleistoceno –alrededor del año 10 mil a. C.–, el sureste mexicano estaba habitado por comunidades de cazadores-recolectores que aprovecharon la orografía e hicieron de la minería una práctica habitual que pasó de generación en generación.

Lo que sigue

La fase de investigación se realizará entre México, Estados Unidos y Canadá. Durante los siguientes meses, las muestras extraídas de La Mina serán analizadas en laboratorios y universidades de Ontario, Missouri, New Hampshire, San Diego y Washington. Paralelamente, los investigadores quieren reconstruir digitalmente la posible apariencia de las cavernas; para esto cuentan con 20 mil fotos de material que obtuvieron durante 600 horas de buceo en 100 inmersiones.

Una cueva con estalactitas. Foto: Carlos Nakazato / Unsplash

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Foto de portada: Daniel Ferrandiz Mont / Unsplash

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