Para que pudiéramos visitar y amar los cenotes de la Península de Yucatán tuvieron que pasar múltiples expediciones arqueológicas que se encargaron de encontrar estos sitios escondidos entre la densa vegetación de la selva del sureste. Y aunque a estos agujeros naturales se les atribuye un significado ceremonial para la cultura maya, hay estudios recientes que indican que algunos fueron utilizados hace más de 10 milenios.
Un ejemplo de lo anterior es el cenote Aktun Ha, que se encuentra a unos 8 km al norte de Tulum. En este ojo de agua hay una sección que permaneció oculta hasta a década de los noventa, cuando un grupo de buzos especializados comenzó a explorar una cueva inundada que más tarde se bautizó como la Cámara de los Ancestros y encontró vestigios que revolucionaron el estudio de los cenotes en Quintana Roo.
Se trata de una serie de 14 deformaciones en las rocas que no son casualidad, sino que fueron labradas por los primeros pobladores de América con el fin de crear espacios propicios para encender fuego. Aunque los primeros vestigios de estos orificios se documentaron hace más de 20 años, recientemente los investigadores revelaron que su antigüedad rebasa cualquier suposición, pues se han conservado por 10 mil años.
¿Fogatas debajo del agua?
Esta caverna tiene más o menos las dimensiones de una habitación grande –20 metros cuadrados–, una altura de entre cinco y seis metros y se encuentra a 26 metros de profundidad. Sin embargo, hace 10 mil años el paisaje lucía muy diferente, pues recién terminaba la última era glacial y el nivel del mar estaba 30 metros debajo del de ahora. Esto explica dos cosas: las cuevas estaban secas, y el clima era tan frío que los moradores prehistóricos deambulaban por ahí en busca de sitios para encender fuego.
Para llegar a esta conclusión, avalada por el INAH, en 2017 y 2018 se extrajeron de Aktun Ha muestras del material de la roca y de los remanentes de carbón presente en los 14 nichos y se sometieron a una serie de pruebas de laboratorio, entre ellas datación por carbono, una técnica usada en la arqueología para darle fecha a los hallazgos.
Los recientes resultados indican que la materia tiene entre 10 mil 250 y 10 mil 750 años de antigüedad, y que pudo soportar temperaturas de hasta 600 grados. Con esto, el arqueólogo Luis Alberto Martos López descartó la teoría de que dicho carbón se asentara en los hoyos por el movimiento de las mareas y opinó que “la trascendencia de estos hallazgos es que nos ayudan a reconstruir la historia del fuego, de la evolución y la migración humana” en el continente. Así de importante fue este hallazgo.
Aktun Ha: un refugio prehistórico
Para llegar a la Cámara de los Ancestros se requiere, en primer lugar, ser un buzo hábil, pues es necesario nadar por un corredor natural de unos 150 metros y 80 cm de alto que está lleno de estalactitas, estalagmitas y columnas. Ahora se puede transitar sin mayor problema, pero hace 10 mil años, dicho pasadizo actuaba como una barrera de protección contra los depredadores de la época, como tigres dientes de sable u osos. Eso sí, una vez en la Cámara de los Ancestros, aquellos humanos milenarios tenían una habitación segura que podían mantener cálida.
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