Una necesidad intrínseca de cualquier ser humano es conocer sus orígenes; no por nada se han popularizado aquellas pruebas que analizan el porcentaje exacto de información genética que una persona tiene de una etnia en particular. Estos estudios nos ayudan a saber de dónde venimos; varios aventureros incluso han hecho un viaje de autodescubrimiento por todos aquellos lugares con los que que tienen una conexión en su ADN. Sin embargo, al tratarse de la población del continente americano, las cosas se complican un poco.
¿De dónde vienen las civilizaciones americanas?
Las civilizaciones del hemisferio occidental, en especial las latinoamericanas, son el resultado de una combinación cultural y genética de asentamientos que puede rastrearse hasta el inicio de los tiempos, por lo que llegar a resultados definitivos es una tarea un poco difícil. Hasta ahora no se sabía con exactitud la mezcla que moldeó a los grupos originarios del continente. Por suerte, esta incertidumbre se despejó con la publicación de un reciente artículo que comprueba que los pueblos de Altái (ubicados en una región rusa entre Siberia, China y Mongolia) están emparentados con las culturas azteca, inca e iroqués.
Este asombroso hallazgo comenzó en el 2013, cuando las dos revistas científicas más prestigiosas del mundo, Nature y Science, publicaron dos estudios sobre el análisis del genoma de los indígenas y sus antepasados siberianos. En la primera investigación se analizó la información genética de 48 personas en Brasil, mientras que en la segunda se usó una muestra más amplia de habitantes originarios de América y de Siberia.
Sin embargo, el paso definitivo para llegar a este descubrimiento lo dio el genetista ruso Oleg Balanovski, quien junto con su equipo de expertos estudió a profundidad diversos marcadores como el ADN mitocondrial y el cromosoma Y en más de 25 mil muestras de material genético de miembros de 90 grupos étnicos de Rusia y América.
El estudio que lo comprobó todo
Fue gracias a estos resultados que se pudo comprobar una sospecha que se tenía desde hace más de un siglo, una teoría que parecía un tanto extrema pero no imposible: los pueblos de la región siberiana migraron a través del gélido estrecho de Bering (entre el noreste ruso y el oeste de Alaska) hacia América hace unos 20 o 30 mil años.
El proyecto también reveló algunos datos curiosos, y es que se encontró que cierto número de indígenas americanos tienen una conexión en el genoma con la población de Australia y de la Melanesia. Esto es algo que nadie se imaginaba, pues dichas culturas se encuentran en regiones prácticamente antípodas al continente americano.
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