La Torre Eiffel, el río Sena, el museo del Louvre; estos son solo algunos de los símbolos que caracterizan a la capital francesa. Y así como hay atracciones emblemáticas, también hay alojamientos que ya son parte de la historia de París. Tal es el caso de Le Bristol Paris, un hotel que manifiesta el art de vivre francés en todo su esplendor.
Esto se reconoce desde el exterior: una mansión del siglo XIX que abrió sus puertas en 1925 y que, desde entonces, se ha posicionado como uno de los mejores hoteles parisinos. Su ubicación sobre la Rue de Faubourg Saint-Honoré no podría ser más céntrica: el Grand Palais se ubica a ocho minutos caminando y sobre la misma calle se tiene acceso a las galerías más concurridas y las boutiques de moda más relevantes.
Apenas entrar, un conserje recibe a los huéspedes con todo tipo de soluciones, desde entradas preferenciales al Louvre o reservaciones a la Ópera, hasta sugerencias para conocer el lado inadvertido de París. El interior se caracteriza por una ornamenta y mobiliario inspirado en la época de Luis XV y XVI. Parte de esta influencia se nota en los mil 200 metros cuadrados de jardines minuciosamente cuidados y llenos de plantas, que le dan un ambiente fresco a Le Bristol Paris.
El inmueble, ampliado en 2009, suma 90 habitaciones y 100 suites decoradas con toda variedad de telas finas europeas en tonos neutros y blancos. Algunas cuentan con balcón o terraza con vistas privilegiadas a los amplios jardines o a la silueta de París.
Por otro lado, quizá la comida sea uno de los puntos más fuertes en el hotel. En primer lugar, está el restaurante Epicure, que cuenta con tres estrellas Michelin; le sigue la brasserie Faubourg 114, con una estrella. Para terminar el día, la opción es Le Bar Bristol, que ofrece tapas y cócteles, así como fiestas nocturnas.
En cuanto a los espacios de relajación, el spa es una gran opción gracias a sus ocho recámaras de tratamientos, tres de ellas con terraza privada y una con banya ruso –un cuarto de vapor diseñado según la tradición eslava. Por si fuera poco, en la parte superior hay una alberca con vista de 360º; desde ahí se puede apreciar la basílica del Sagrado Corazón y la Torre Eiffel.
Sin más, y para que una estancia en Le Bristol Paris sea lo más completa posible, aquí les dejamos algunas recomendaciones por parte del hotel.
Personaje clave
Este lugar no sería lo mismo sin la presencia del chef Eric Frechon, quien lleva 20 años a cargo de la cocina del hotel. Esta eminencia de la gastronomía suma tres estrellas Michelin.
Una habitación
La Suite 1925, con vista a la Torre Eiffel, es un homenaje a la bailarina Josephine Baker. En 1975, la artista utilizó esta recámara para invitar a 250 personas en la noche inaugural de los 50 años de su retrospectiva musical, celebrada en el Teatro Bobino. De las paredes cuelgan numerosas fotografías de Baker y sus invitados.
Espacio público
El Jardín Francés, una terraza exterior dotada de mesas con sombrillas y rodeada de magnolias. Aquí uno puede venir a relajarse o leer, incluso ordenar algo de comer de la cocina del chef Frechon.
Detalle
Algo que apreciarán los huéspedes más pequeños es el Kid’s Club, un espacio diseñado en colaboración con la boutique Bonpoint en el que los niños pueden jugar y entretenerse mientras los padres se relajan.
Un platillo
Una estancia en Le Bristol Paris no estará completa hasta probar los macarrones rellenos de trufa negra, alcachofa y foie gras de pato, gratinados con queso parmesano; una creación icónica del chef Eric Frechon.
Algo para beber
Hay que pedir el Old Fashion. Este cóctel se prepara a base de whisky Glenmorangie infusionado con el sabor del aceite de trufa blanca y colmenilla, licor de nuez y el toque amargo de hierbas frescas.
Algo imprescindible
La cocina es una parte inseparable de la experiencia del hotel, por eso se recomienda participar en uno de los talleres de panadería. En ellos, se elaboran croissants y pan artesanal desde cero.
Visita: oetkercollection.com/hotels/le-bristol-paris
Foto de portada: cortesía Le Bristol Paris
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