Ha comenzado la época de lluvias y flores de todo tipo han empezado a emerger en el paisaje urbano. Una de más más llamativas son las buganvilias, esa especie vegetal cuyo intenso tono magenta llena de vida las calles y es, de alguna manera, la síntesis perfecta de un color y un país. En otras palabras, de todo lo que este tipo de rosa representa para México.
Este color intenso –casi brillante– no es exclusivo de la naturaleza. De hecho, en México se puede contemplar en una multitud de expresiones artísticas. En fachadas de grandes construcciones, en textiles y artesanías, en obras de arte, y al final, en cada una de esas arterias coloniales que están en casi todos los pueblitos que hay en el territorio. Lo cierto es que esta particular paleta es tan endémica y particular que vale la pena visitar su historia.
¿De dónde proviene el rosa mexicano?
El rosa mexicano se identifica bajo este nombre desde hace apenas 70 años. La idea nació gracias a una iniciativa federal que pretendía colocar a México en el mapa internacional de las artes, la modernidad y la innovación. No obstante, más allá de esto este color en sí ha formado parte del panorama cromático nacional desde tiempos prehispánicos.
Se sabe, por ejemplo, que los mayas y los aztecas utilizaban la grana cochinilla –un insecto parásito del nopal– para crear colores intensos. Cuando este animalito se seca y se tritura se obtiene un guinda; si se mezcla con ácidos se vuelve rojo y hasta anaranjado, pero si se revuelve con alcalinos se convierte en morado. Estos experimentos con los colores dieron origen al rosa que se reconoce como una de las tonalidades insignia del imperio mexica, en donde por cierto, también empleaban un pigmento morado obtenido del caracol púrpura pansa.
La Conquista, la Independencia, la Revolución; nada impidió que el rosa mexicano siguiera protagonizando fachadas, vestidos típicos, dulces, juguetes de madera, vajillas artesanales y decoraciones y textiles de toda clase. Si bien su uso estuvo intrínseco en la cultura nacional, hubo un responsable de hacer este color lo que es ahora.
El artista que estampó el rosa en la identidad mexicana
Pintor, escritor, historietista, director de cine y diseñador de moda, Ramón Valdiosera (1918-2017) se dedicó a que el mundo entero conociera este color tan característico de México. Inspirado por las buganvilias e impulsado por la idea del presidente Miguel Alemán de forjar la identidad nacional, Valdiosera se embaucó en un viaje por el país en busca de los textiles magenta de diversos grupos étnicos.
Viajó durante los años 40 y llegó a presentar sus creaciones en París, Chicago y Philadelphia. En 1951, su nombre figuró en una icónica pasarela de moda en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York. Fue ahí donde mostró sus diseños –predominantemente fucsias– y donde un periodista le preguntó por qué había elegido ese color en particular. A eso, el veracruzano respondió que era un tono ubicuo en la cultura mexicana. Sin saber que acuñaría un término que prevalecería por siempre, el entrevistador asumió: “… so it is a Mexican Pink”.
El resto es historia. Celebridades como María Félix, Dolores del Río o Rita Hayworth y demás íconos de la farándula integraron este color en sus guardarropas. Emblemas de la arquitectura capitalina, como el Hotel Camino Real –ideado por Ricardo Legorreta para los Juegos Olímpicos de 1986– diseñaron sus estructuras rosadas. A este grupo hay que agregar al tapatío Luis Barragán, quien, aun influenciado por Le Corbusier y la Bauhaus, se encargó de no olvidar sus raíces y plasmar –por lo menos– un espacio, pared o detalle rosa en sus construcciones. Y no hay que dejar a un lado que, durante la administración pasada, unos 140 mil taxis en la Ciudad de México se pintaron del color mexicano.
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Foto de portada: Mauro Halpern / Flickr
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