En ciertas playas del Pacífico mexicano llegan cada verano a desovar cientos de tortugas golfinas. Mes y medio después surgen pequeñas y nuevas tortugas, cuyo único objetivo es avanzar por las dunas de arena formadas por las pisadas humanas y alcanzar la espuma de las olas para que su vida empiece. Lograr esto es difícil, entonces no está mal usar una escapada a la playa para literalmente darles una mano a emprender su viaje.
Sí, existe la posibilidad de ayudarlas a llegar al mar, de sostenerlas en la palma y mirar cómo –por la magia del instinto– caminan en línea recta ahí hacia donde rompen las olas. Luego ver cómo sus cuatro aletas dejan diminutas huellas en la arena mojada hasta que llega la marea, revuelca al pequeño reptil y lo arrastra al mar.
A partir de ahí se pierde todo rastro de su existencia y solo queda esperar que la suerte haga lo suyo. Tristemente, se calcula que de cada mil crías que nacen, sólo una llega a la edad adulta, ya que se enfrentan a numerosos depredadores. Algunas son devoradas en la arena incluso antes de tocar el agua, pero una vez en el mar, los riesgos son aún mayores. Por su parte, las que resisten frecuentemente regresan a la playa en donde nacieron, algo que podemos interpretar como un linaje de cientos de años. Un ritual.
Cómo liberar tortuguitas en el Pacífico
Esta actividad suele realizarse durante los atardeceres para minimizar las amenazas de depredadores, como aves marinas. Es organizado en diversos hoteles y campamentos conservacionistas a lo largo del litoral, desde Oaxaca hasta Jalisco.
En el caso de las playas de Bahía de Banderas esta experiencia ya está disponible a estas alturas del año, pues han empezado a nacer las primeras crías después de aproximadamente 45 días de incubación. También es el caso de Puerto Vallarta, una de las arenas más famosas para acercarse a la naturaleza y a las tortugas golfinas, donde además la liberación de las bebés se realiza siguiendo medidas de prevención e higiene, como uso obligatorio de cubrebocas, grupos máximos de 30 asistentes y sana distancia. Como dato curioso no se usan las manos, de hecho las tortugas se entregan en cáscaras de coco para luego ser depositadas con cuidado sobre la arena para verlas dirigirse a la inmensidad del océano.
Hay que destacar que esto, más que una atracción turística, es una forma de crear conciencia de la situación de las especies de fauna marina en el país y de cómo, aparte de las amenazas naturales, también los humanos hemos contribuido a que cada día sea más difícil para las especies marinas sobrevivir: contaminación del mar, tránsito de vehículos en las playas o caza furtiva son algunas de ellas.
La protección de las tortugas en México
En México anidan seis de las siete especies de tortuga marina reconocidas a nivel mundial. Pese a que desde 1990 la tortuga está en veda, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha catalogado en peligro crítico de extinción a tres especies: Lora, Carey y Laúd; esta última desova en costas mexicanas.
La PROFEPA, en coordinación con la SEMAR y la CONANP, mantiene un operativo para proteger y conservar a la tortuga laúd (Dermochelys coriacea) en los estados de Guerrero, Michoacán y Oaxaca con la finalidad de evitar saqueo, depredación de nidos y modificación del hábitat durante la temporada de anidación.
Y es que aunque está la restricción, en algunas comunidades se mantiene la caza furtiva y el consumo directo (carne, huevos y aceite). Sin contar con la basura que llega al mar y que dificulta no solo la supervivencia de la especie en el agua sino su capacidad de conseguir alimento.
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Fotos: cortesía Fideicomiso Público para la Promoción y Publicidad Turística de Puerto Vallarta
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