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Durante el atardecer, una serpiente de sol se aparece en Chichén Itzá

La alineación de las pirámides con los astros era muy importante para los mayas.

POR: Paola Gerez Levy

El 21 de septiembre abrió el paso al otoño, aunque científicamente la llegada de esta temporada solo modifica la temperatura exterior, el color de los árboles y la duración de los días, en otros tiempos el inicio de esta estación era uno de los eventos más importantes para las culturas antiguas. Durante unos días, múltiples civilizaciones se embarcaban en complejos rituales en los que imploraban a su cosmogonía que las últimas cosechas del año estuvieran bien.

Tal era el caso de los mayas, para los que el otoño representaba un cambio en el ritmo de vida de las ciudades. Aunque todavía hay muchas interrogantes respecto a cómo se organizaban los habitantes originarios del suroeste mexicano, sí se puede conocer su relación con el tiempo y el universo a través de la forma en la que alinearon sus basamentos.

Se sabe, por ejemplo, que la astronomía y los ciclos celestes eran ciencias vitales para los mayas pues de eso dependían sus temporadas de cosecha y, por consiguiente, de supervivencia. Así, no es coincidencia que la transición entre estaciones –es decir, los equinoccios y solsticios– se manifieste (sorpresivamente) en forma de luz sobre las fachadas, escaleras y puertas de sus templos y construcciones.

Como si se tratara de un reloj de sol masivo, los mayas se guiaban por la forma, posición e inclinación de las sombras para marcar el paso del tiempo. Gracias a esta sofisticada técnica, el pueblo prehispánico entendía que en el equinoccio de primavera era hora de siembra, mientras que el otoño era  la temporada de cosecha y  era también el momento en que se realizaban las ceremonias de agradecimiento a los dioses.

Chichén Itzá es la segunda zona arqueológica más visitada en México después de Teotihuacán.

Y aunque los mayas abandonaron sus ciudades, la maravillosa forma en la que entendían el mundo ha perdurado hasta nuestros días y sin querer se ha vuelto parte de un viaje que muchas personas intentan hacer una vez en la vida. En honor a esto, cada año los sitios arqueológicos en la Península de Yucatán se concentran a miles de personas que pretenden contemplar toda la poesía que es Chichén Itzá

El fenómeno ocurre durante varios minutos y se da cuando la luz hace sombra de las nueve plataformas. El espectáculo se proyecta en la fachada norte de la pirámide del Castillo o templo de Kukulkán. Entre sus escaleras se pueden admirar una pendiente integrada por seite triángulos que se asemejan a la serpiente emplumada bajando por la pendiente. En este complejo arquitectónico, ubicado a dos horas de Cancún, el espectáculo se da todo el año unos momentos antes de la puesta del sol.  Sin embargo, el mejor día para contemplar el movimiento del animal es durante el equinoccio.

Kukulkán es uno de las deidades más importantes, relacionada con el aire y el agua.

Dzibilchaltún

Esta zona arqueológica se ubica a solo 30 minutos de Mérida, y es otro de los destinos ideales para apreciar la alineación de los templos con los astros. A diferencia de Chichén Itzá, aquí el fenómeno sucede alrededor del amanecer, entre las seis y siete de la mañana. Por otro lado, en el templo de las Siete Muñecas, nombrado así en honor a una ofrenda encontrada durante su excavación, el sol –representación del dios Kin– pasa justo por el centro de la puerta del monumento.

La luna aparece en esta misma posición durante marzo y abril.

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