Ubicado al norte de la Ciudad de México, el Museo Nacional del Virreinato alberga una impresionante colección compuesta por obras de arte que datan de entre 1521 y 1821, cuando el territorio mexicano pertenecía a lo que fue el Virreinato de la Nueva España.
Sin embargo, y más allá de las pinturas, esculturas, cerámicas y piezas de arte plumario, algunos de los elementos más impresionantes del acervo se compilaron desde varios siglos antes de la creación del recinto en 1964.
A diferencia de otros museos nacionales (como el de Antropología, el de Arte Moderno y el de Historia Natural) cuyas sedes fueron construidas desde cero, se decidió alojar al del Virreinato en un edificio preexistente: el antiguo colegio jesuita de San Francisco Javier de Tepotzotlán.
Un tesoro ignorado en el Museo Nacional del Virreinato
El inmueble resguarda una colección propia (independiente del museo), conformada durante los casi 200 años en que los jesuitas habitaron el Colegio, desde su fundación en 1580, y hasta la expulsión de la orden de todos los territorios españoles en 1767.
Aunque lo más popular del antiguo colegio son el templo y las capillas con sus extraordinarios retablos barrocos, los jesuitas también reunieron otras colecciones que no son tan reconocidas. Una de ellas es la biblioteca.
3 siglos y 4 mil volúmenes
Siendo los jesuitas una orden que tenía la educación entre sus intereses primordiales, la calidad de la biblioteca del colegio de Tepotzotlán, que fue uno de los más importantes que la orden tuvo en la Nueva España, es excepcional. Cuenta con aproximadamente 4,000 volúmenes, los cuales abarcan temas que van de gramática y literatura, a geografía y medicina, pasando por filosofía, física, mística y teología
Un colegio en una red de 2,000 km
El Colegio y Casa de Probación de Tepotzotlán formaba parte del Camino Real de Tierra Adentro. Extendiéndose por más de 2,000 km, esta ruta unía a la Ciudad de México con Santa Fe de Nuevo México, y funcionó como un extraordinario canal de comunicación que enlazó a los principales centros productores de plata del virreinato novohispano.
Desde su origen en la región central fue extendiéndose hacia el norte de manera progresiva conforme nuevas minas eran descubiertas, posibilitando no sólo la explotación de metales durante el virreinato sino la exploración de los inmensos y salvajes territorios norteños.
Muchos de estos territorios formaron parte de la jurisdicción de los jesuitas, quienes procedieron a establecer una red de colegios y misiones que les permitieron afianzar su control sobre buena parte de la zona septentrional del Virreinato.
Así, la biblioteca de Tepotzotlán fue un nodo de comunicación y conocimiento entre los colegios ignacianos en Querétaro, San Luis Potosí, Zacatecas y Guadiana (Durango); y el de la Ciudad de México. Y sobrevivió, tras la expulsión de la orden, periodos de gran precariedad e incluso propuestas de convertir el antiguo complejo en un cuartel militar.
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