Japón desde los cuadros de Hokusai (el nómada del lejano oriente)
Creó alrededor de 30 mil obras en toda su vida
POR: Karen Martínez
La imponente ola que se erige ante la mirada pasiva del monte Fuji es una de las imágenes más icónicas del arte. Una composición provocadora e inteligente de Hokusai, el pintor que nos permite viajar al Japón de la era Edo (cuando resurgía el sintoísmo).
Esta pieza, según se mire, evoca el terror y la indefensión ante la furia de la naturaleza, capaz de acabar con la insignificancia del ser humano. La obra de este artista genera tanto desasosiego y repulsión como admiración. De hecho, dentro de su colección hay cuadros que muestran la otra cara del erotismo, tal es el caso de Los pulpos y la buceadora, una xilografía del género Ukiyo-e que sirvió de inspiración para artistas europeos como Rodin y Picasso.
Su quehacer se caracteriza por una profunda influencia japonesa; a veces tan sencilla como un par de niños jugando, campesinos resguardándose de la lluvia, árboles de cerezos florecientes o los antiguos guerreros samurái, figuras tradicionales de esta cultura.
Los inicios
Se cree que Takitaro-Katsushika Hokusai nació en octubre de 1760 en Edo (actualmente Tokio), Japón. No se sabe a ciencia cierta quiénes fueron sus padres, pues desde muy pequeño fue adoptado por un prestigioso artesano (fabricante de espejos para la corte). Recibió educación de la más alta calidad durante su infancia y a los 6 años mostró los primeros indicios de talento. En la adolescencia trabajó en una prestigiosa librería y luego se convirtió en aprendiz de grabado en un taller.
Publicó sus primeros trabajos en 1779 y a lo largo de su carrera cambió varias veces de nombre, algo bastante común para la época; entre ellos: Shunro, Sori, Kako, Taito, Gakyojin, Manji, Kanawaga y Katsushika.
Al parecer, Hokusai era más nómada que sedentario ya que vivió en 90 lugares distintos. Nunca quiso estar en el mismo sitio por mucho tiempo. Dicen que odiaba limpiar; entonces, dejaba que su casa se llenara de tierra, lo que lo obligaba a abandonar los espacios.
Asimismo, este extravagante artista, gran maestro del grabado japonés, pintaba prácticamente todo el día: creó alrededor de 30 mil obras en toda su vida. Era dedicado y entusiasta, dos características que se pueden contemplar en La gran ola; un cuadro que nació 60 años después de haber empezado en este arte.
El influencer
Fue hasta 1850 cuando la obra de Hokusai llegó a Europa, luego de que Japón abriera su frontera. Muchas de esas piezas terminaron en manos de una de las figuras más representativas de entonces, Claude Monet, quien coleccionó unos 23 cuadros. Además, Hokusai inspiró a grandes artistas como Paul Gauiguin y Vincent van Gogh, quien en alguna carta a su hermano Teo le contaba la impresión que le causaban las olas del japonés.
El Fuji
Catalogado como Patrimonio de la Humanudad por la Unesco en 2013, el monte Fuji ha sido venerado desde hace siglos por todo tipo de personas: desde artistas que hallan inspiración en sus paisajes, budistas que encuentran ahí un espacio sagrado, hasta niños que aprecian todas las posibilidades que tiene el paisaje. Y es que no importa desde dónde se mire, el Fuji regala siempre un momento único e irrepetible.
Para vivirlo en su máximo esplendor se recomienda escalarlo en la madrugada, esperar al amanecer y luego bajar tranquilamente. Al recuperar fuerzas, lo mejor es descansar en alguno de los lagos circundantes mientras se disfruta de un refrigerio japonés. Por cierto, las rutas de subida al Fuji sólo están abiertas en julio y agosto.
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