Cada año, cerca de 26 mil ballenas, grises y jorobadas, migran a las costas cálidas de los océanos mexicanos con el fin de aparearse y cuidar de sus crías. Para llegar al país, estas fascinantes criaturas (mitificadas por Herman Melville, entre otros artistas) recorren una gran parte de la Tierra, sorteando un sinfín de vicisitudes.
El arribo de estos cetáceos a México es un verdadero tesoro. Para los biólogos marinos es la oportunidad de comprender uno de los ciclos de vida más misteriosos para el hombre. Para los exploradores es la posibilidad de avistar, de frente, a un mamífero que ha inspirado tantas leyendas; por ejemplo, hay quien dice que gracias a su cola y a sus cantos se inventaron a las sirenas.
Aunque muchas personas asocian la llegada de ballenas exclusivamente con Baja California; en invierno también pueden localizarse –y apreciarse– en las costas de Sinaloa, Nayarit, Jalisco y Colima.
¿Cómo funciona el ciclo migratorio?
Con el ciclo migratorio las ballenas grises y jorobadas optimizan sus procesos de alimentación y reproducción: en el verano se trasladan a regiones de latitudes subpolares donde encuentran muchísimo alimento (Rusia y Alaska, por ejemplo) y durante el invierno van a zonas más cálidas, como las costas mexicanas, donde las condiciones son adecuadas para su reproducción; esto incluye apareamiento, parto y primera etapa de la lactancia.
¿Por qué prefieren aguas templadas?
Las ballenas básicamente no se alimentan durante el invierno; entonces, es cuando buscan tener a sus ballenatos en aguas templadas para que las crías no gasten energía en controlar su temperatura. Además, gracias a las olas tranquilas del Mar de Cortés y del Pacífico mexicano, los mamíferos pueden mantener a sus recién nacidos a salvo de las severas tormentas invernales que suele haber en otras regiones.
¿Cómo verlas?
Para los que quieran embarcarse en esta aventura, aquí les dejamos una empresas responsable (comandada por biólogos marinos), perfecta para hacer expediciones sin molestar a las ballenas: Onca.
El dato
Para comunicarse, las ballenas emiten chirridos y mugidos de corto alcance. En particular, los sonidos de las ballenas azules pueden propagarse hasta 10 mil kilómetros. Esto no quiere decir que tengan un lenguaje pues, hasta donde se sabe, no es así.
Sigue a Karen en Instagram
***
También te recomendamos:
Buenas noticias: Holbox prohíbe el uso de plásticos en la isla