El lado B de Central Park
Algunos lugares inadvertidos de uno de los parques más famosos del mundo.
POR: Paula Bouchot
El gran pulmón de la ciudad de Nueva York es uno de los parques más visitados por habitantes y viajeros en el mundo, y no es para menos, pues en sus 341 hectáreas hay mucho que hacer, desde organizar picnics, visitar el zoológico hasta emprender la búsqueda de rincones poco explorados entre sus tranquilos senderos y alejarse de los puntos más populares.
Así que para internarte en sus caminos y descubrir estos lugares olvidados, alquila una bicicleta y lánzate a la aventura.
¿Qué hacer?
Dentro del parque hay cinco cascadas artificiales con agua potable. Para llegar a éstas hay que entrar por la zona oeste del parque por la calle 102 y seguir la corriente llamada The Loch, que es el arroyo que conecta a The Pool y Harlem Meer, y atraviesa North Woods en Central Park, hasta llegar a la calle 106. Los puentes que cruzan la corriente y los árboles alrededor transportan a otro sito.
Otra joya que también es un oasis de tranquilidad es el Jardín inglés que forma parte del Conservatory Garden, el cual es un conjunto de tres jardines con bancas ya sea para leer un libro o sencillamente contemplar los alrededores. Lo que resalta la belleza de este jardín es la fuente con estatuas de los personajes de algún cuento de la escritora Frances Hodgson Burnett, autora de El jardín secreto y La princesita, ambas llevadas a la pantalla grande.
El Santuario de la naturaleza Hallett permaneció cerrado durante de casi 80 años. Hasta hace apenas unos años, y después de una larga restauración y mantenimiento que significó eliminar las especies de plantas invasoras y plantar nuevas, se abrió el acceso al público. Vale la pena explorar y descubrir la grandeza de uno de los tres boques de Central Park (los otros dos son Ramble y North Woods).
En Ramble, a la altura de la calle 79, hay una zona boscosa con senderos muy estrechos y con varias rocas grandes de granito. Y justo debajo, en lo que parece ser un conjunto de escaleras de piedra, se encuentra la entrada a una cueva natural. En los primeros años del parque, la cueva de Ramble era una atracción popular, sobre todo para los niños; pero también era considerado un lugar peligroso, por lo que en 1930 decidieron sellarla.
Entre árboles y jardines
Dicen por ahí que muy internado entre árboles y caminos angostos se encuentra un árbol de Navidad dedicado a las mascotas que han fallecido. Cada diciembre los dueños de estas mascotas cuelgan en este árbol fotos, juguetes, adornos y lazos, y al terminar la temporada de invierno los quitan para regresar a ponerlos al año siguiente. La ubicación exacta se desconoce, pero tal vez en una de esas caminatas por los bosques el próximo diciembre se deje ver.
Entre la calle 79 y la 80, del lado oeste, hay un rincón encantador y donde cada flor que ahí habita ha sido especialmente seleccionada. El Jardín de Shakespeare, de estilo inglés, alberga cerca de 1.6 hectáreas de flores y plantas mencionadas en las obras del dramaturgo, como aguileñas, rosas, prímulas o ajeno, y cada especie tiene una pequeña placa con una cita del autor. Pero aquí no termina su encanto, de hecho, ahí mismo está The Whispering Bench (el banco susurrante). En banco curvado de granito es único, pues si te sientas en un extremo y susurras algo, la persona que está en el otro extremo podrá escuchar con bastante claridad lo que has dicho.
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