En San Diego prevalece un carácter muy particular, algunos le llaman “relajado-cool” y es de aquel que, si le preguntas, te dirá que “vive su mejor vida”. Todo parece ligero, ventilado, lleno de luz. Ya había estado San Diego, pero siempre había permanecido en la marea interminable de carreteras, suburbios, malls y townhouses que rodean el centro. No había ido (ahora me pregunto por qué) a Old Town, por ejemplo, ni al Gaslamp Quarter o al Little Italy, donde San Diego se convierte en una ciudad con todas sus letras.
Lo siguiente es un collage de 12 cosas que hacen a San Diego tan San Diego
En Balboa Park encontré un centro de gravedad que reconcilia ese carácter laidback con la ciencia, la historia y la arquitectura. San Diego es el lugar de nacimiento de California, y pensé que en Balboa demuestra su sustancioso espíritu histórico… Que allí es por donde un viajero tendría que empezar.
Balboa Park
En Balboa Park ocurrió, en 1915, la exposición Panama-California que conmemoraba la apertura del canal de Panamá. Se construyeron museos y edificios extravagantes al estilo español renacentista –la primera vez que se construía algo así en Estados Unidos– y el parque quedó como un Smithsonian pastoril con un zoológico, un espectacular anfiteatro estilo Misión, 1200 acres de bosque, restaurantes, un Globe Theatre, 17 museos y 17 tiendas de museo. Teníamos una hora para hacer lo que quisiéramos –yo diría que faltaron cinco.
En el Museo del Arte perdí a todos para poder hacer pausas largas frente a un cuadro o recorrer de un vistazo salas enteras. Vi tres cuadros de Georgia O’Keeffe (de los que son sólo rectángulos que forman edificios, mis favoritos) y uno de los estudios para homenaje al cuadrado de Joseff Albers. Fui feliz, y fue suficiente. En el de Historia Natural, mi especie preferida de museos, me quedé pasmada bajo el esqueleto de una ballena gris extinta, y luego corrí al diminuto Museo Timken, también llamado “el alajero del arte”, donde vi un Rembrandt. Pero lo mejor fueron las paredes y la luz. La ventanas del Timken, amarillosas y largas, son lo más californiano de Balboa Park.
San Diego está cumpliendo 250 años y quizás no haya un destino turístico en Estados Unidos con una esencia más optimista que éste, y no sólo por que es una ciudad playera. Pero vamos al mar.
La Jolla
La Jolla es una pequeña comunidad playera, de lujo, donde por todas partes se refleja el mar. Si uno no lo está mirando directamente, lo verá titilando en las ventanas mediterráneas de los departamentos que miran a la bahía. En 2010 comisionaron a varios artistas a pintar murales en propiedades privadas alrededor. John Baldessari hizo el Brain/Cloud adyacente al Océano Pacífico: una obra enorme que se ve desde el Ocean Terrace y la Jolla Cove y que es también una forma de ver el mar.
Pero uno de los rincones más especiales de La Jolla es una banquita escondida a un lado del Cave Store. Bajas unos escalones en la montaña y, del lado izquierdo, entre árboles y pastura, hay una especie de mirador. La banca sobremira la cueva “Sunny Jim”, de roca caliza, donde nadan los leones marinos y revientan las olas. Allí uno puede quedarse horas con horizonte, cuevas y tierra sin que demasiados turistas abrumen la experiencia.
Mission Beach
Mission Beach es como una sinopsis del California dreaming. Hay una rambla amplia al lado de la playa que funciona como pasarela de personas felices de ser quienes son. Se pasean en patines con muy poca ropa mientras toman jugos cold pressed y, sí, “viven su mejor vida”. Pero aquí también hay un lugar más especial que los demás: Belmont Park.
Belmont Park
Aquí está la Giant Dipper, una de las dos montañas rusas de madera que quedan en la costa oeste de Estados Unidos. La construyeron en 1925 y sigue igual. Y aunque aunque a uno le duela el cuello después de subirse, hay que hacerlo –la vista marina desde esas alturas es inigualable.
Todo el parque de diversiones parece sacado de un ensayo de Ray Bradbury o de un poema de Ferlinghetti (ambos californianos, ambos fuentes de imaginación). Es un pequeño Estados Unidos clásico que reúne lo mejor de su especialidad, la fantasía. Hay desde luego una heladería al centro, y el tapiz de las paredes tiene líneas rosas con blanco. Los helados ahí son dobles, en cono, más grandes que los rostros de los niños que hacen fila con sus monedas en las manos. Hay una hamburguesería, un sweet shop –con cientos de dulces en frascos de vidrio– un juego mecánico de “tazas locas” –donde las tazas son cupcakes con cerezas–, un carrusel que tiene música de piano y un trenecito que rodea las diversiones.
Es un lugar donde uno va a ver gente. Un pasado idílico, sencillo, para recobrar la nutritiva salud emocional. Diría Bradbury que esta es “La cura para todos los malestares urbanos”. Además, saliendo de Belmont Park está la playa.
El pasto
En California, especialmente en San Diego (tan allegado al golf), el pasto siempre es verde. Y si no lo es –porque hay sombra, por ejemplo– entonces es de plástico. Pero verde siempre está.
Salud! – Tacos en Barrio Logan
Muy cerca de Downtown San Diego, hacia el sur, está Barrio Logan. Un espacio de resistencia chicana donde impera el flare folclórico de esa combinación fascinante entre México y Estados Unidos. Hay low-riders, galerías, arte callejero, tiendas y tacos por todas partes. Pero los más ricos (viniendo de una mexicana) son los tacos Salud! Hay que pedir de carne asada, de lengua o de pastor. Sobra decir que van con una helada IPA.
Cervezas IPA
No es secreto que la escena cervecera de San Diego está explotando, lo cual es parte del bienestar que exhalan los sandieguenses. Hay más de 150 fábricas de cerveza con bares incluidos para hacer un safari por las maltas locales. Pero aunque solo vayas a la tienda, o al súper, hay una oferta exquisita de IPAs que se suman a la experiencia siempre-soleada de la ciudad. ¿Las favoritas?
Lagunita IPA
Weekend Vibes IPA
Stone IPA
Deliciouss IPA
Tower 10 IPA
Jeune et Jolie
Es un restaurante francés en Carlsbad, una ciudad del condado de San Diego (a unos 40 minutos del centro) que menciono aquí porque vale la pena tomar carretera. Jeune et Jolie abrió hace poco y es uno de los lugares más estéticos y ricos a la redonda. La decoración es de un bistró art-déco en tonos rosas, blancos y naranjas (siempre California) y la comida es memorable. Hay que pedir el Ris de veau (mollejas con tocino y cebolla), el côte de boeuf (carne wagyu) y el Mille Feuille (pistache, maracuyá, miel y lavanda).
Point Loma
Point Loma es una península chiquita que sobresale al mar. Es el lugar donde el marinero español Juan Rodríguez Cabrillo “descubrió” San Diego y donde están algunas de las casas más elegantes y estéticas de la ciudad. El arquitecto modernista Robert Mosher (el mismo que construyó el puente de Coronado y la sala oeste del San Diego Museum of Art) construyó allí varias casas e iglesias con ventanales que dan al mar. Resaltan tanto las casas de Point Loma que las abren al público una vez al año para que el resto de San Diego las pueda ver por dentro.
Cabrillo National Monument (la punta de Point Loma)
Desde aquí se entiende bien el paisaje desértico-frondoso de las colinas de San Diego, y se entiende de un vistazo su cercanía con Baja California, México. Cuando estábamos en la punta, en el mirador, yo incluso tenía señal de teléfono mexicano y podía ver La Baja frente a mí… Tan lejos y tan cerca. En la punta de esta colina, bañada de brisas de mar, está el monumento al explorador Juan Rodríguez Cabrillo y un faro hermoso al que uno puede entrar (y a los faros, siempre que se pueda, hay que entrar).
Tahona Bar en Old Town
De regreso a Old Town a cenar, fuimos a Tahona Bar. Es un restaurante recién abierto y extraño, pero tan bien cuidado por los dueños que funciona de maravilla. La casa está al lado de un cementerio antiguo en Old Town cuyas criptas ya no tienen nombre. Y todo gira un poco alrededor de eso. El lugar se especializa en comida oaxaqueña, que es sorprendentemente buena. De hecho podríamos decir que es la mejor comida mexicana de Old Town (y casi todos los restaurantes allí son “mexicanos”). Tahona es una especie de tributo a Oaxaca y a sus espíritus, incluyendo el del agave. Es el epicentro de mezcal en San Diego y tienen algunas de las mejores marcas.
Intercontinental Hotel
Probablemente el Hotel Intercontinental de San Diego sea uno de los hoteles más generosos y cómodos para ir a visitar la ciudad (que no a los suburbios). Las ventanas van del piso al techo y sobremiran el Waterfront Park, la bahía, los barcos, el mar. Todo el cálido espíritu californiano se da lugar allí, y tiene justo ese estilo limpio-desenfadado que hace bien.
Si te quedas allí puedes caminar a Little Italy (a comer delicioso), a Old Town (al Bar Tahona) al Gaslamp Quarter (por cocteles y bailes). O pasear por la bahía y subirte a la fragata Star of India o al USS Midway Museum, que de tan bien hecho da un poco de miedo. Es decir, puedes asimilar un poco la imponente historia militar y naval que contrapesa la brisa del mar.
Sigue a Travesías en Instagram, Facebook y Twitter.
***
También te recomendamos:
Esta es la mejor manera para cruzar de Tijuana a San Diego