Juárez y El Paso: dos ciudades que en muchos sentidos son una
Naturaleza y arte urbano para reivindicar la gran frontera urbana que comparten Chihuahua y Texas.
POR: Marck Gutt
Ciudad Juárez y El Paso son el epítome de políticas rancias más preocupadas por levantar muros que por tender puentes. Divididos por cercas y púas, los habitantes de ambos lados de la garita recuerdan tiempos no tan lejanos en que el río Bravo era el único capaz de separarlos.
Hasta la década de 1970, cruzar la frontera a bordo de un tranvía era cosa habitual en esta mancha urbana. Prósperas y progresistas, Juárez y El Paso presumían aires cosmopolitas, calles relativamente seguras y promesas de una vida nocturna como pocas.
De los días de gloria quedan apenas recuerdos y uno que otro tranvía restaurado que ronda por El Paso. Dicho lo anterior, el par de ciudades resguarda más que maquiladoras y vehículos de carga. Una vuelta por este rincón binacional basta para descubrir tesoros naturales y desestigmatizar la frontera.
Reclamar los muros: arte urbano de Ciudad Juárez y El Paso
Más anhelos que kilómetros separan a los centros de Ciudad Juárez y El Paso. Las ciudades, presas de idiosincrasias distintas, comparten una historia común que burla dos modelos de planeación urbana casi antagónicos.
En Texas, El Paso presume teatros con delirio de grandeza y campos de béisbol con rejas que permiten ver los juegos desde afuera. En Chihuahua, el centro de Juárez alberga puestos callejeros y una vieja oficina de aduanas convertida en un museo dedicado a la Revolución Mexicana.
A primera vista las ciudades se antojan lejanas. Sin embargo, en sus muros los temas son recurrentes. Tanto en Juárez como en El Paso, decenas de murales aluden a la historia, los migrantes desaparecidos y la fauna desértica indiscutiblemente compartidos.
Placeres naturales: dunas de Samalayuca y Franklin Mountains
El norte de México y el sur de Estados Unidos son famosos por su geografía dramática. Juárez y El Paso, obsesionadas la una con la otra, se olvidan de sus alrededores. Burritos y Juanga aparte, este par de ciudades sirve como base para explorar desiertos que van más allá de los estereotipos.
Al sur de Juárez se encuentra el área natural protegida Médanos de Samalayuca. Un viaje en carretera de menos de una hora basta para cambiar la cara industrial de la ciudad por uno de sus principales atractivos naturales. Con un poco de suerte, una vuelta por las dunas de Samalayuca basta para ver tortugas, puercoespines y lagartijas cornudas.
Del otro lado, la Sierra de los Mansos recuerda que no todo el estado de Texas es plano. Al norte de El Paso, el parque estatal Franklin Mountains cuenta con más de 150 kilómetros de senderos. ¿Ganas de más? El parque nacional Big Bend combina aguas termales, valles desérticos y bosques de montaña. Eso sí, se encuentra 470 kilómetros al sureste de El Paso.
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