Capital mundial del ramen
Fukuoka suele pasar desapercibida en los itinerarios turísticos. Aquí no se viene a ver nada, sino a comer.
POR: María Pellicer
A diferencia de otras ciudades de Japón, en Fukuoka no hay extranjeros. Con poco más de un millón de habitantes, la ciudad más grande de Kyushu (la isla del sur) suele pasar desapercibida en los itinerarios turísticos. En parte porque está lejos, en parte porque, honestamente, no hay tanto que ver. Lo que muchos no saben es que aquí no se viene a ver nada, sino a comer y a entretenerse en lo que llega la hora de la cena.
Por eso, y pensando en dónde comer y qué hacer en el inter, la recomendación es dormir en Canal City, uno de los centros comerciales más grandes del país, obra del mismo arquitecto que creó Tokyo Midtown. La sugerencia de un centro comercial podría parecer extraña, pero más que un mall es casi una ciudad: con tiendas, cines, restaurantes, un canal, un show de fuentes danzantes, dos hoteles y, lo más importante, el único Ramen Stadium del mundo (un espacio con ocho locales que ofrecen distintas variedades de esta sopa).
Así que una vez instalados en el Grand Hyatt, que ofrece vistas al río y no a las tiendas, lo difícil es decidir por donde empezar. Por elegir un punto de partida, el festín puede iniciar en Ichiran donde se especializan en preparar tonkotsu ramen, una versión de la sopa donde el caldo se hace a base de huesos de cerdo, lo que hace que la consistencia sea ligeramente espesa debido a la pectina y el sabor muy rico. El sistema de Ichiran suele ser el mismo en todos sus locales. Uno llega y se encuentra con una máquina como de refrescos que ofrece el menú del restaurante. Se pide en la máquina, se paga y después se pasa al comedor donde cada comensal tiene su propio espacio privado.
El arte del ramen es cosa seria para los japoneses y por eso, una vez instalado en la caballeriza privada, el comensal debe llenar un formulario para asegurarse que el ramen que le sirven sea perfecto. Intensidad del dashi (caldo), cantidad de ajo y de cebollín, rebanadas de chashu (una especie de tocino de cerdo), nivel de picante y textura de los noodles. En una operación casi anónima, después de entregar el papel a una mano discreta, una cortina se levanta y aparece el plato de ramen listo. Para quien está acostumbrado a comer y convivir con otros al mismo tiempo puede parecer raro, pero una vez que uno se concentra en disfrutar el sabor de la sopa extraña la falta de compañía.
Por la tarde, y para hacerle espacio a lo que siga, una buena idea es visitar el Fukuoka Asian Art Museum que se oculta en lo alto de un edificio. La colección es una buena manera de aproximarse al arte moderno asiático, con pintores como Chen Wen Hsi, Tudor Rajapakse, Cheong Soo Pieng, Victorio Edades o To Ngoc Van. Luego se puede hacer una escala en el vecino Don Quijote (o como le dicen los japoneses de Donqui), una especie de supermercado de descuentos que es el lugar ideal para hacerse de chocolates de matcha, cuchillos de cerámica y otras curiosidades. El logo del pingüinito es la referencia.
Ya de noche habrá que volver a la sopa, pero esta vez en su versión callejera. Justo delante de Canal City, en la pequeña isla de Nakasu, se instalan todas las tardes, a partir de las seis y hasta la madrugada, una serie de puestitos callejeros que ofrecen todo tipo de delicias. Lo más común son los yakitoris, el oden y sí, el ramen. Los puestos son pequeños y si es fin de semana es normal que haya gente esperando para conseguir un lugar. El ambiente se va animando conforme avanza la noche y la cerveza empieza a hacer que los japoneses levanten la voz.
Para la segunda jornada, una buena idea es empezar el día recorriendo Tenjin, un barrio repleto de tiendas y centros comerciales (en Fukuoka, ésta parece ser la actividad favorita después de comer). Agotado el tiempo de compras, entre tiendas departamentales gigantescas, el viajero puede buscar Ippudo, una de las tiendas de ramen más famosas de la ciudad, y del mundo, con sucursales en Nueva York, París y Londres. El negocio, fundado por Shigemi Kawahara, nació en Hakata y es famoso por su receta especial de tonkotsu. El caldo es más ligero, aunque el sabor es muy rico y las rebanadas de chashu son una verdadera delicia.
Después de una merecida siesta, habrá que hacer un poco de turismo (y de hambre) visitando el templo Shofukuji —primer templo zen de Japón—, las ruinas del castillo Maizuru y alguno de los parques de la ciudad. El cierre con broche de oro tendrá que ser en el “Estadio del Ramen”. De todas las opciones, y en vista de que casi nadie tiene una semana para probarlas todas, la recomendación es elegir Shodai Hidechan, donde además del ramen se especializan en tetsunabe gyozas que se sirven en órdenes de ocho a diez piezas.
Es difícil elegir un ramen favorito, aunque todos parten de la misma receta de caldo hecho a base de huesos, el sabor cambia mucho en cada local. Hay solamente un inconveniente, después de esta experiencia ningún otro ramen será suficiente.
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