Después de las fiestas de la vendimia, esta segunda edición del Valle Food and Wine Fest se consolida como el evento gastronómico más destacado del Valle de Guadalupe. Durante tres días se unieron las dos Californias para celebrar lo mejor de la gastronomía de esta tierra de frontera donde el desarrollo de vinícolas y restaurantes ha tenido un impulso significativo en los últimos cinco años.
El evento central reunió a 25 chefs nacionales e internacionales que vinieron de San Francisco, Los Ángeles, San Diego, Chicago y Nueva York, así como también a los locales, la mayoría de Baja California. El lineup incluyó a Dominique Crenn de Atelier Crenn en San Francisco, a Nancy Silverton del grupo Mozza al lado de su equipo, el chef Ryan DeNicola de Chi Spacca y su pastelera Dhalia Narváez, quienes sirvieron unos kebabs al carbón con encurtidos y una tarta de manzana y canela con helado de vainilla. Este fue uno de los puestos con más fila, como también la generó el celebrado chef Rick Bayless (Frontera Grill, Topolobampo, Leña Brava) con un plato de pescado kampachi con salsa macha verde, jaca y tlayuda tostada de Oaxaca.
Nancy Silverton, quien estuvo en la tercera temporada del show de Netflix Chef’s Table, fue la encargada de ayudar a convocar a los chefs de Estados Unidos, no sólo para ayudar con una causa social, sino para que conocieran el Valle de Guadalupe, una zona muy especial para ella. La chef recordó cuando tenía 10 años y su padre compró una camioneta para viajar hasta la punta de Baja California en épocas donde no había carreteras: “Él se sintió muy orgulloso de haberlo logrado y años después repitió esta aventura en moto. Así que hace tres años cuando llegué por primera vez al Valle de Guadalupe, sentí que venía con el espíritu de mi padre y me alegra que ahora pueda venir con recurrencia gracias al festival”.
El evento se realizó en toda la propiedad de Finca Altozano donde Javier Plascencia, uno de los chefs más reconocidos de la región, cocinó en parrilla sus famosos arroces, esta vez con caldo de birria y vegetales. David Castro Hussong, una de las promesas de la cocina mexicana, quien trabaja como chef de Fauna, en la bodega Bruma, sirvió un ceviche de camarón crudo con pepino tatemado y tostadas de maíz azul. Drew Deckman, por su parte, preparó una barra de ostiones. También estuvieron presentes Nancy Oakes de Boulevard en San Francisco, los cocineros de Bavel y Bestia en Los Ángeles que sirvieron camarones al grill con harissa y tzatziki y Walter Manzke de Republique en Los Ángeles que despachó un crudo de pescado en salsa de curry rojo, leche de coco y maní.
Además de la comida, los asistentes pudieron probar vinos de 25 bodegas de la región como Vena Cava, Villa Montefiori, Las Nubes, Finca La Carrodilla, El Cielo, entre otras, así como la oferta de cervezas artesanales. Todo esto con un escenario donde se presentaron Takon Machine, quienes pusieron a bailar al público para luego darle cabida a la cálida y potente voz de la cantante del grupo La Santa Cecilia, quienes animaron a todos con sus ritmos de cumbia, música norteña, ranchera y jazz.
Alrededor de este festival, el día anterior hubo una cena en Deckman’s el Mogor donde reconocieron la labor de toda una vida a Benito Molina y Solange Muris del restaurante Manzanilla, por ser unos de los precursores de la gastronomía de Ensenada. También se celebró a Rick Bayless, quien ha sido un embajador de la comida mexicana en Estados Unidos, una culinaria que ha estudiado y promovido a lo largo de su carrera.
El domingo 7 de octubre, último día del festival, la comida callejera y los food trucks se tomaron el kiosko de Santo Tomás para festejar la gastronomía urbana del Valle con La Guerrerense, La cocina de Doña Estela, Troika, Mariscos Ruben, entre muchos otros.
La mayoría de los fondos recaudados por este festival, que reunió a 1600 personas, fueron para la Fundación Corazón de Vida, una organización sin ánimo de lucro basada en San Diego que lleva 25 años ayudando a niños abandonados en Baja California. Comida, bebida, música, diversión, gran convocatoria y buena organización en medio de un paisaje entrañable de viñedos fueron los elementos que marcaron el ritmo de estos tres días en el Valle de Guadalupe.
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