Cada vez hay más ballenas en los océanos del mundo (no había tantas desde hace 200 años)

Esto es resultado de las fuertes restricciones a la caza de ballenas y a la comercialización de sus productos derivados.

26 Aug 2020
ballenas

Desde el inicio de los tiempos, el parcialmente desconocido universo de los cetáceos ha fascinado a científicos y artistas. Han inspirado teorías y leyendas tan asombrosas como los marineros que pensaban que los animales  eran sirenas que cantaban en la noche. Otro gran ejemplo es Moby Dick, la novela que Hermann Melville publicó en 1851 cuyo tema principal es la aventura de una tripulación para cazar un colosal cachalote blanco. Este relato marcó no solo a los nuevos escritores sino que tristemente se volvió una crónica de las malas prácticas de muchos países a lo largo de los siglos. Cazar ballenas provocó que varias de sus especies rozaran la extinción.

En realidad, la caza de estos ejemplares ha existido siempre, pero estaba orientada a la subsistencia de comunidades del Ártico principalmente. Sin embargo, hace dos siglos inició la caza comercial –en países como Japón, Islandia o Noruega– que arrasó con los animales sin mirar al futuro y a las consecuencias ecológicas que esto traería. Se calcula que en este periodo se mataron a dos millones de cetáceos de diferentes especies, como cachalote, rorcual austral, ballena azul o ballena jorobada.

ballenas

Foto: Todd Cravens / Unsplash

¿Cómo fue que se recuperó el número de ballenas?

Llegó un punto en el que los conservacionistas tomaron la batuta de la situación y pugnaron por hacer una serie de legislaciones que lograron, entre otras cosas, que en 1986 se dictaminara una moratoria en toda clase de caza de ballena comercial y una prohibición de la venta de productos derivados de este animal; en el caso de la captura de subsistencia de comunidades árticas, se establecieron fechas y límites para cacería. Actualmente, Japón ya volvió a retomar esta práctica –tanto para comercializar como para fines científicos–, aunque los niveles de captura han disminuido considerablemente alrededor del mundo.

La recuperación de las ballenas también tiene un gran peso en el cambio climático. Según la doctora Kristen Thompson, estos animales –los mamíferos más grandes– contribuyen enormemente a retirar dióxido de carbono de la atmósfera, pues son capaces de almacenar 33 toneladas del gas en su interior, mismas que se quedan atrapadas en la profundidad de los mares cuando estas mueren de forma natural.

ballena jorobada

Foto: John Yunker

Habrá ballenas jorobadas y ballenas azules para muchos años más

Dos estudios recientes han demostrado que el número de mamíferos marinos en las aguas antárticas ha incrementado. Un análisis realizado por la Universidad de Washington reveló que las ballenas jorobadas del Atlántico Sur han alcanzado casi la población previa a la caza (aquella de 1830), es decir, unos 27 mil ejemplares. Mientras que en la década de los cincuenta se contabilizaron apenas 450, ahora la cantidad se alzó a 25 mil. Esta especie habita normalmente cerca de la Antártida, y migra a las costas de Brasil durante el invierno para reproducirse.

Por otro lado, un reporte de la British Antarctic Survey (BAS) anunció que en la islas Georgia del Sur –un sitio concurrido por los animales durante el verano por su gran concentración de kril– un equipo de especialistas hizo un censo de 55 ballenas azules, un número nunca antes visto desde que inició la caza, hace casi 200 años. Según la asociación, entre 1904 y 1925 se capturaron 33 mil ballenas azules, dejando a la especie cerca de la extinción definitiva.

ballenas

Foto: Rod Long / Unsplash

No todas las especies corren la misma suerte

Si bien el caso de las ballenas jorobadas y azules da esperanza a la comunidad científica y a los amantes de los animales, hay algunas especies que todavía no logran remontar su población, como el rorcual austral. Recientemente, la WWF ha expresado que de los 13 tipos de ballenas que existen, seis permanecen en riesgo, tanto por amenazas de caza furtiva como por el deterioro de su entorno natural –debido al calentamiento global, su alimento se concentra cada vez más en los polos, y los cetáceos se ven obligados a modificar sus rutas migratorias y las aguas en las que nadan.

Foto: Joshua Sukoff / Unsplash

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Foto de portada: Will Turner / Unsplash

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