En el mundo existen miles de culturas; tan diversas como fascinantes. Y si bien cada una tiene sus particularidades, hay algo que todas comparten, un respeto específico por la muerte que se ve en los diversos rituales alrededor de ella que hay en la Tierra. Aunque suene paradójico cada destino dedica una parte de su vida arquitectónica de la muerte. Cada lugar tiene templos de reposo eternos, por demás solitarios, que se convierten en la sede de fiestas que duran días o en las casas de personas célebres o poetas. Los panteones son los sitios en los que uno va a existir por siempre y por lo tanto su función social es mucho más profunda de lo que su propia fatalidad nos permite entender.
Algo especial de los cementerios es que actúan como museos al aire libre. Podemos conocer mucho de las culturas y su historia mediante el estilo de sus mausoleos, tumbas y criptas. Además de las bellezas de otro tiempo, los panteones, aunque suene raro, son verdaderos santuarios de tranquilidad. Ahí entre las las construcciones fúnebres se pueden abrir (como en ningún otro espacio) las puertas de la reflexión, la introspección e incluso de la concentración. Ahí donde vive todo lo que ya podrá ser, pensar en el futuro es inevitable.
Hay que aclarar que no todos tienen esta cualidad pacífica, por ello, buscamos un grupo de cementerios que son perfectos para pasar un rato más sereno. No sólo porque reconocemos su relevancia turística, sino porque estos panteones están habitados por el silencio que a veces un viajero necesita para transformase.
Cementerio de la Recoleta
Buenos Aires
El origen de este sitio se remonta a finales del siglo XVIII, cuando la orden de los Recoletos se instaló en la capital argentina. Si bien abrió sus puertas como un cementerio público en 1822, en la actualidad se le reconoce más por acoger los restos de la aristocracia del país. Esto se debe a que, con la epidemia de fiebre amarilla en 1870, los ricos de la ciudad se mudaron a esta zona porteña y adoptaron este panteón como sitio predilecto de descanso. Dentro destacan 80 bóvedas y tumbas (entre ellas la de Eva Perón) que, por su arquitectura, son consideradas monumentos históricos.
Highgate Cemetery
Londres
Su ubicación al norte de la capital inglesa es resultado de un Londres rebasado de muertes y sin sitios en donde enterrar los cuerpos. Así, se decidió inaugurar en 1839 un nuevo panteón, amplio y lleno de naturaleza, para darse abasto. La bienvenida al sitio la dan un par de capillas góticas con torrecillas de madera y un campanario central. Si uno pasea por aquí podrá apreciar los pormenores de la arquitectura funeraria de la región e incluso encontrarse con la tumba de Karl Marx, quien falleció en 1883.
Cementerio de Père Lachaise
París
El nombre del panteón proviene de François d’Aix de La Chaise, el padre que fuera confesor del rey Luis XIV. Sin embargo, su construcción se llevó a cabo durante el reinado del emperador Napoleón I. Lo que hace a este sitio tan atractivo es que se ideó, desde un inicio, como un cementerio-parque dotado con unos cinco millares de árboles que adornan los caminos. Sobre ellos se encuentran alrededor de 70 mil tumbas de todos los estilos, desde el neobarroco hasta el gótico o incluso la muy parisina arquitectura Hausmann. Entre ellas resaltan las sepulturas de personajes célebres como Molière, Honoré de Balzac, Oscar Wilde o Frédéric Chopin.
St. Louis Cemetery No. 1
Nueva Orleans
Basta saber que el estado americano de Louisiana fue parte del virreinato de Nueva Francia para explicarse la gran influencia gala en la ciudad (incluso hasta hoy es posible conocer su barrio francés en el centro). A las afueras de esta zona se encuentra el panteón más antiguo de la región, el cual se construyó en 1789 de una forma que no es tan común en Estados Unidos. Y es que, al tratarse de un territorio inferior al nivel del mar, excavar no es una opción viable para los entierros, por lo que las criptas fueron edificadas hacia arriba. Una de las más visitada es la de Marie Laveau, la reina del vudú.
Cementerio de Okunoin
Koyasan, Japón
A 90 km al sur de la ciudad de Osaka, en lo alto de las montañas, existe un camino flanqueado por cientos de cedros que conduce al templo mayor del cementerio: el mausoleo de Kobo Daishi. Según las creencias, este personaje fue el fundador del budismo shingon, por lo que este sitio es también la meta de numerosos peregrinajes. Las tumbas se concentran más alrededor de dicho santuario, pero en su totalidad existen cerca de 200 mil espacios para entierros. Dentro, también se puede visitar el Pabellón de las Linternas, cuyos 1o mil faroles alumbran permanentemente.
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