La megadiversidad de México no sólo se ve en sus paisajes, en su historia y cultura y en sus ecosistemas, sino también en sus animales. Desde los extravagantes ajolotes que nadan en Xochimilco, hasta una colección incalculable de aves, peces, mamíferos e insectos, nuestro país alberga más de 70 mil especies; muchas de ellas son endémicas una condición que las vuelve una responsabilidad nacional.
Aunque la tala y la sobrepoblación han generado que muchos de estos animales mexicanos estén en el vergonzoso libro rojo de la fauna en peligro extinción, hay un caso exitoso. Se trata del lobo gris mexicano; un animal que después de décadas, y con mucha ayuda, ha podido salvar a su especie de esta condición.
Librar la desaparición
Hacia 1950, la población del lobo mexicano estaba casi extinta, ya que durante esta época se desató una caza desmedida porque los cánidos atacaban el ganado en las zonas rurales. Ante esta situación, en los años 70 (cuando sólo existían unas cinco decenas de lobos en el país) esta especie se declaró en peligro de extinción. Para remediar este problema México y Estados Unidos lanzaron un plan de recuperación en cautiverio en el que los lobos eran tratados en centros de rehabilitación, y más tarde vueltos a liberar.
A mediados de 2018 un censo indicó que el lobo gris mexicano ya contaba con 356 ejemplares, es decir que ya habían siete veces más que en su momento más crítico. Esta cifra indica que la especie ya no se encuentra oficialmente en peligro de extinción, aunque los esfuerzos por seguir elevando su población continúan.
Dónde ver el lobo gris mexicano
Los lobos habitan en ecosistemas variados, desde desérticos hasta boscosos. En el caso del lobo gris las manadas se mueven en las zonas áridas del norte del país; una región que estados como Sonora, Chihuahua, Durango, Zacatecas y Nuevo León.
En realidad, ver a estos animales en su hábitat natural no es muy común, pues estos canes salvajes son principalmente nocturnos y suelen pasar largos ratos dentro de sus madrigueras. Pero no es un caso perdido, pues sus aullidos son un espectáculo auditivo que irrumpe en los desiertos mexicanos; un sonido electrizante que hay que escuchar al menos una vez en la vida
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