De 1600 a 2020: las ventanitas de vino que revivieron en la Toscana
La idea de estas ventanas dispensadoras surgió durante la peste, para separar a los sanos de los enfermos.
POR: Viviana Cohen
Hace 400 años, la humanidad vivió otra pandemia. En vez de tapabocas y sana distancia, la manera de hacerle frente a la enfermedad era a través de la construcción de muros gruesos que pretendían separar a los sanos de los enfermos. Fue así que ciudades como Florencia llenaron sus calles de paredes espesas, que casi parecían indestructibles salvo por un detalle: algunas estaban provistas de unas ventanitas a través de las cuales, se presume, los de adentro se conectaban con los de afuera.
Se trata de las “buchattas del vino”, un rasgo arquitectónico que se puede encontrar no solo en las arterias florentinas, sino a lo largo de toda la región de la Toscana. Aunque a lo largo de los siglos estas ventanas han pasado inadvertidas por el paisaje en el que están inmersas – pueblos retacados de cultura y de cosas que ver–, en las últimas semanas han revivido, y en pleno siglo XXI siguen siendo perfectas para comunicar a los restauranteros con los comensales, sin que nadie se ponga en riesgo.
¿Cómo son?
Estas buchattas desafían todo lo que imaginamos de una ventana. Más allá de un cristal que nos permite poner la mirada afuera, son pequeñas aperturas en el muro que normalmente están rodeadas de piedra, y su portada tiene la forma de un arco apuntado que, de alguna manera, recuerda a las fachadas de ciertas mezquitas.
Pero lo realmente curioso es que están a la altura de los codos, un detalle que nos revela su funcionalidad. Estos postigos eran en su mayoría de madera y por ellos pasaban garrafas del famoso vino rosado o chianti.
La historia de las ventanas del vino
A pesar de que la arquitectura de Florencia es famosa por su monumentalidad y voluptuosidad; por grandes residencias y domos de iglesias, si uno camina entre las pequeñas callejuelas puede ver las puertitas en una gran cantidad de muros, y hasta contarlas. Casi todos los locales pueden señalarlas y explicarlas.
Existen varias teorías respecto a su origen. Algunos sostienen que se hicieron como respuesta a la peste, una manera, bastante ingeniosa, de crear una sana distancia en el Renacimiento. Otros aseguran que las crearon los productores de vino para que pudieran vender sin intermediarios que aumentaran el precio. Pero quizá la hipótesis más realista es esa que dice que eran bares de vino que se instalaban en los muros de palacios de familias aristócratas o en las villas.
Lo que sí es una certeza es que en pleno feudalismo, cuando el sol caía, llegaban a ellas grandes grupos de trabajadores que querían despejar la mente con una copa. Esta tradición se instaló en la ciudad por muchos años hasta que al inicio del siglo XX, el gobierno cerró estos espacios y los umbrales del vino se convirtieron en misteriosas ventanas clausuradas que nadie veía al pasar.
De cómo se pusieron de moda de vuelta
Aunque muchos medios han destacado que el renacimiento de las buchattas se dio a raíz de la pandemia del coronavirus, lo cierto es que desde el año pasado las autoridades florentinas han querido traerlas a la vida de nuevo, ya que son una parte importante de la historia de Florencia y le permiten a los ciudadanos conectarse con el gran patrimonio que tiene esta urbe italiana.
En el verano del 2019, una ostería llamada Babae reabrió su ventana y esto inauguró una nueva moda. El mecanismo con el que siempre han funcionado es simple: solo hay que caminar, tocar una campana, esperar a que las pequeñas puertas de madera se abran, introducir euros, recibir una copa de uno de los mejores vinos del mundo y ver de frente una de esas calles que nunca se olvidan.
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Foto de portada: Wikimedia Commons / silko
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