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Vancouver: El rincón más verde de la tierra

Vancouver tiene un objetivo para 2020: ser la ciudad más verde del planeta

POR: María Pellicer

En Vancouver la economía verde es una realidad. Desde 2010, el número de empleos relacionados con el medioambiente se ha incrementado un 20 por ciento. Esto quiere decir que actualmente hay 30, 300 vancouveritas que trabajan en esta nueva ola verde, como la deconstrucción de edificios (desarmar una edificación de la manera más eficiente para poder reutilizar sus componentes), la industria de los vehículos eléctricos o el diseño y construcción de edificios eficientes.

Desde 2004 se han financiado 360 proyectos LEED Certification, se han abierto más de 80 estaciones públicas de carga de vehículos eléctricos y la industria de los alimentos locales creció un 21 %, con la venta de los mercados de agricultores aumentando hasta 400 por ciento. Y no son sólo cifras, cuando uno despierta en Vancouver, esas políticas verdes se ven y se respiran.

Sobre ruedas en Vancouver

Para disfrutar al máximo esa infraestructura sostenible hay que dejar el coche y explorar la ciudad en bici. La buena noticia es que las opciones para renta son muchas y muy accesibles. Y es Cycle Bike o Spokes Bicycle Rentals, ambos casi a la entrada de Stanley Park, en la esquina de Denman y Alberni, tienen renta por hora o por día (más o menos unos 36 dólares). Dependiendo de las habilidades de cada quien, hay distintas rutas y alternativas para recorrer en bicicleta. Hay caminos exclusivos y también carriles combinados, pero lo mejor es seguir la red marcada como AAA (All Ages and Abilities).

El recorrido más sencillo —y que requiere un mínimo de condición física— es darle toda la vuelta a Stanley Park. El circuito completo, desde Coal Harbour hasta English Bay, puede incluir paradas en el Acuario —un must para chicos y grandes—, los famosos tótems de las Naciones Originarias, Lions Gate Bridge y Third Beach. Si es verano, Second Beach cuenta con albercas públicas y un gigantesco parque acuático para niños. En English Bay, una de las playas más bonitas de la ciudad, especialmente al atardecer, The Three Brits Public House es la terraza ideal para sentarse a tomar una cerveza y disfrutar del paisaje.

Ahora bien, los que sean un poco más aventureros pueden continuar hasta llegar a Burrard Bridge y cruzar ahí hacia Kitsilano. Siguiendo el sendero que va pegadito a la costa se pasa por Vanier Park —y el hermoso Museo Marítimo—, Hadden Park, Kitsilano Beach, Jericho Beach, Locarno Park y Spanish Banks Beach Park. En cada una de estas playas hay un área con baños y bebederos, racks para estacionar las bicicletas, mesas para picnic y, muchas veces, una pequeña concesión que vende agua, café y alguna cosa para comer. Se puede hacer una parada en Kitsilano, sobre 4th Avenue, donde los amantes de las tiendas de deportes encontrarán desde Patagonia hasta lululemon, mientras que O5 Tea ofrece la opción de una escala técnica muy vancouverita: kombucha a presión. Cada día hay sabores diferentes y también tienen una hermosa barra de tés.

Conforme uno se va alejando del centro, el paisaje es cada vez más amplio; las playas se van haciendo cada vez más extensas y las vistas de Burrard Inlet más espectaculares. Si hay fuerzas se puede seguir hasta Point Grey y la universidad, donde el sendero ya no es exclusivo pero está bien marcado. La Universidad de British Columbia presume una de las instalaciones más verdes, rodeada de bosques y jardines. El Pacific Spirit Regional Park, de hecho, ocupa más de 870 hectáreas y en su interior ofrece más de 70 kilómetros de caminos y senderos para recorrer a pie y en bicicleta. Hay que asomarse siempre al Nitobe Memorial Garden y su espacio de inspiración japonesa, pues suele cambiar mucho cada temporada. Tampoco hay que dejar de visitar el Museo de Antropología.

Museo Marítimo

Del otro lado, cruzando el puente de Burrard pero girando a la izquierda, la ruta en bici conduce por una de las más envidiables zonas de la ciudad: False Creek. Antes de comenzar, es buena idea visitar Go Fish, un pequeño establecimiento que ofrece deliciosos fish and chips con poca pretensión, pero con pescado de buena calidad. Ya en la bici se puede hacer escala en Granville, comprar algo en el mercado o visitar su microcervecería: Granville Island Brewing. Siguiendo el camino, es posible recorrer todo False Creek pasando por Charleston Park, Hinge Park, Creekside Park y Cooper Park. La ruta está llena de gente que va y viene a pie, en bici o corriendo, sobre todo en las mañanas o en la tarde. Poco antes de llegar a TELUS World of Science —la gigantesca esfera metálica del museo de ciencias— una buena opción es parar en Tap & Barrel, que tiene una envidiable terraza con vista al mar.

Go Fish

Perderse en el jardín botánico

En Vancouver sobran los espacios verdes: hay 230 parques, lo que equivale al 11 % del área total. Uno muy especial es el VanDusen Botanical Garden, que abrió sus puertas en 1975 al sur de la ciudad, convirtiendo un antiguo campo de golf en un museo al aire libre donde las plantas son las protagonistas.

Pero antes hay que planificar la llegada, y una gran opción es la bici, pues es la mejor oportunidad de tomar Arbutus Greenway, el sueño hecho realidad de cualquier amante de las dos ruedas. Con 8.5 kilómetros, este camino confinado cruza la ciudad conectando el centro con el río Fraser. Esta ruta es un verdadero placer, ya que está perfectamente bien señalizada y cuenta con dos vías y mobiliario urbano para descansar. Durante el recorrido, uno se encuentra con varios jardines comunitarios —llenos de verduras y árboles frutales— que causan muchísima envidia. En espacios como éste, las bicicletas se sienten importantes, respetables. Tal vez así sean las ciudades del futuro.

Siguiendo por Arbutus, hay que bajar hasta 37th Avenue y desde ahí seguir hacia la izquierda hasta topar con los jardines. Justo en la entrada, uno suele encontrar a los voluntarios que marcan en un pizarrón las plantas que están floreciendo ese día o las áreas específicas de los jardines que valdría la pena ver por la temporada. Después de tomar nota, uno puede apuntarse a alguno de los recorridos gratuitos o pedir un mapa y hacerlo por sí mismo.

Dividido por continentes, el jardín ofrece una pequeña muestra de distintos ecosistemas. Entrando, a la derecha, se encuentran los árboles nativos de Norteamérica: gigantescas secuoyas, cedros y cipreses. Un poco más adelante están los maples y las coníferas. También hay un apartado con árboles de origen asiático, un pabellón coreano, un miniecosistema del Mediterráneo, un jardín de piedras, un laberinto y un enorme jardín abierto donde dan ganas de quedarse todo el día. Pero eso no es todo. Un par de cuadras más adelante está Bloedel Conservatory, un domo que en su interior guarda más de 500 plantas exóticas y 120 clases de aves —al tratarse de un espacio donde la temperatura está controlada de manera artificial, es ideal para refugiarse un día de frío o de lluvia.

 Explorar el bosque en la ciudad

De entre los objetivos que Vancouver se ha impuesto a sí misma, uno especialmente ambicioso es asegurar que todos sus habitantes tengan acceso a un espacio verde a menos de cinco minutos (a pie) desde su casa. Además, y para garantizar que la urbe cuente con el bosque urbano más grande del planeta, se ha implementado un programa que se encargará de plantar 150,000 árboles adicionales antes del 2020. Tal vez, después de leer esto, llegar a Deep Cove no sea tan sorprendente.

Memorial Garden

Ubicado al norte, al pie del Mount Seymour, Deep Cove es un pueblito totalmente rodeado de naturaleza, con el agua de Indian Arm que lo rodea por un lado y las montañas que le confieren una barrera natural. Apenas 13 kilómetros lo separan del centro de la ciudad, pero aquí uno siente como si estuviera mucho más alejado. Para llegar sin tener que usar coche, una gran alternativa (saliendo del centro) es tomar el autobús 211 que lleva directo a Deep Cove, cruzando al norte por Second Narrows Bridge. Llegando, y para desayunar, está Cafe Orso, donde la especialidad son los waffles, que sirven con plátano y nutella, chocolate y Baileys o con fresas y crema batida. También preparan un avocado toast que nunca falla. Sea como sea, hay que comer bien y cargarse de energía para continuar el día.

Las actividades alrededor de Deep Cove están siempre relacionadas con la naturaleza, pero tal vez la favorita sea el kayak, ya que permite experimentar el fiordo de Indian Arm desde otro nivel, en otra escala. En Deep Cove Kayak Center, que está justo a un ladito de la pequeña playa, no sólo rentan el equipo, sino también organizan tours —durante el verano y en invierno, cuando hay mucho menos tráfico—. El más popular toma aproximadamente tres horas y está abierto a todos los niveles. En el camino no es raro ver focas e imponentes águilas sobrevolando el fiordo.

Para los que disfrutan del hiking, éste es también el punto de partida de un trail que conecta Deep Cove con Lynn Canyon (donde está el hermano menos turístico del famoso puente colgante de Capilano). Se trata de una caminata de 12 kilómetros, de dificultad intermedia, que atraviesa unos paisajes espectaculares. La primera parte se conoce como Quarry Rock y es una sección más sencilla —de unos tres kilómetros y medio—, que se puede recorrer en una hora y media y lleva hasta una gran piedra que regala a los visitantes una espectacular vista de Indian Arm y Belcarra. Desde ese punto, es difícil recordar que uno se encuentra en medio de la ciudad.

Deep Cove

Seguir por el camino boscoso repleto de cedros y abetos —subiendo unos 400 metros— te garantiza una experiencia que llena los pulmones de oxígeno y felicidad. Más o menos cinco horas de desconexión. Del otro lado del camino, y después de visitar el puente de Lynn Canyon —que es gratis y nunca está lleno—, el autobús 210 regresa a los cansados caminantes al centro de la ciudad.

En Vancouver hay tantas opciones de caminatas y paseos por la naturaleza que no alcanzaría un año de fines de semana para hacerlas todas (hay cerca de 173 trails y sus alrededores). El trail del Pacific Spirit Regional Park y Foreshore Trail, en el área de Point Grey, son dos muy buenas alternativas en un terreno relativamente plano, mientras que por North Shore una muy buena opción para poder entender la ciudad desde arriba (y con la gratificación de haber hecho la caminata) es Dog Mountain, aunque sólo puede subirse entre junio y octubre.

 Energía vegetal 

A la hora de comer y recargar pilas, no es difícil encontrar un establecimiento responsable que utilice productos locales, sustentables, orgánicos y que contribuyan a una dieta rica pero balanceada. Quizá no haya nada como The Acorn, un espacio de alta gastronomía a cargo del chef Brian Luptak, quien además sigue una filosofía vegetariana. Este lugar es el ideal para probar ingredientes atípicos provenientes de los bosques de British Columbia, que llegan hasta la mesa gracias a un equipo de foragers —recolectores de plantas silvestres— que salen en su búsqueda cada día. Desde luego, Luptak trabaja con granjeros y con productores de vinos, con las cervecerías y las pequeñas destilerías, asegurando que todo lo que ofrece en su menú represente el sabor del terruño. Esto significa también que el menú está en constante movimiento dependiendo de las estaciones y los productos. Uno de los platos estrellas, que suele mantenerse a pesar del paso de las temporadas es el halloumi, que se sirve capeado con cerveza y acompañado de calabacita, un hotcake de papa, puré de chícharo, yogurt de menta y limón. Ojo, sólo abre para cenar y hay que reservar.

Otra escala obligada —pensando no sólo en comer sino en la materia prima— es Harvest Community Foods, en Chinatown. La tienda-restaurante cuenta con productos regionales, cajas de verduras, alimentos sanos y artesanales y un menú cortito pero delicioso, con noodles que se sirven acompañados de productos de temporada. El cerebro detrás de los anaqueles y los deliciosos tazones de sopa es Andrea Carlson, quien creó este espacio convencida de que sería un punto de encuentro para la comunidad. Lo más bonito es que todos los artículos que venden tienen una historia, y lo más seguro es que Carlson esté ahí para explicar la procedencia.

Tal vez una de las mejores historias en cuanto a gastronomía y bienestar sea la de Rotem Tal e Itamar Shani, dos israelíes que por azares del destino terminaron en Vancouver y se encontraron buscando un espacio donde poder disfrutar un buen humus y un falafel. Fue así como juntos abrieron Chickpea Food Truck, con la idea muy clara de servir platos veganos con inspiración mediterránea. Fue tal el éxito del food truck que no tardaron en abrir un local. Aunque el menú echa mano de ingredientes como el tofu y el tempeh, la verdadera estrella aquí son los vegetales. La coliflor frita, la berenjena rostizada y el infalible falafel se sirven como platos principales que cada quien puede elegir acompañar con ensalada, pan pita o humus. La comida es casera y deliciosa, y lo mejor de todo, sana. Hay que preguntar por el agua de kéfir, una preparación similar a la kombucha que Rotem e Itamar dicen haber importado de Oregon, y que está cargada de vitaminas, probióticos, aminoácidos y minerales.

Pero no todo tiene que ser vegetales y espíritu hippie. Para la noche, la opción verde es asomarse a Grapes & Soda, un bar pequeñito que se especializa en vinos naturales a cargo de Satoshi Yonemori. Este es el tipo de lugar donde les piden a los clientes dejar el teléfono en un cajoncito debajo de la barra y concentrarse en lo que tienen enfrente. Hay que llegar con ánimo de probar y descubrir nuevos sabores, sobre todo en lo que respecta a los vinos naturales, en su mayoría franceses, aunque hay también etiquetas italianas y canadienses.

Chinatown

 Para llevar a casa 

Fundada en 1989, Arc’teryx es una empresa vancouverita que se especializa en ropa y accesorios para escalada, hiking y ski. Es famosa por integrar tecnología avanzada en sus productos —su Alpha SV es, para muchos, la mejor hardshell del mercado—, pero también por sus precios, más bien altos. En la zona de North Shore, Arc’teryx tiene un outlet donde invertir en una chamarra ya no duele tanto (y seguro que dura para toda la vida). Otra compañía local que se ha convertido en todo un ícono internacional es Lululemon, que empezó a fabricar ropa especialmente diseñada para la práctica del yoga en 1998. Hoy en día, la compañía es famosa en todo el mundo no sólo por incorporar telas y tecnología avanzada en sus productos, sino también por su responsabilidad social y ecológica. Lululemon es parte de The Sustainable Apparel Coalition, una asociación que mide el impacto de la producción y ofrece soluciones para disminuirlo.

Aunque Lululemon tiene sucursales en muchas ciudades del mundo, incluida Ciudad de México, en Vancouver tienen un espacio en Gastown donde presentan sus colecciones experimentales: lululemon lab. Las innovadoras series que se venden ahí son únicas y representan los caminos que la compañía está explorando hacia el futuro. Ahí mismo hay un taller donde muchas de esas prendas se confeccionan a mano, pieza por pieza. Definitivamente, hay que asomarse y llevarse alguna de recuerdo a casa.

lululemon lab

Muy cerca, también en Gastown, otra de las compañías más famosas de la ciudad tiene su sede: Herschel Supply Co. Y aunque suelen ser famosos por sus mochilas y bolsos, su colección de ropa, especialmente para exteriores, es de muy buena calidad y bastante accesible en cuanto a precios. Pero para la más verde de las experiencias de compra, y también cien por ciento local, habrá que comprar un par de zapatos veganos en Native. Esta tienda es una de las pocas en el mundo certificadas por la petacomo vegana, al no utilizar ningún derivado animal en sus artículos. El reto no suena muy complicado cuando se trata de hacer zapatillas o sandalias, pero imaginarse unas botas de hike o de nieve sin ningún derivado animal es más difícil. Y eso no es todo: la iniciativa The Remix Project busca reutilizar los componentes de todos los zapatos de Native para construir pisos y aislamientos. El objetivo final es que para el 2030 todos sus zapatos se reciclen.

En camino a convertirse en la urbe más verde del planeta, en Vancouver queda clara una cosa: un esfuerzo de esta naturaleza es un trabajo entre gobierno, iniciativa privada y habitantes. Y en esta ciudad, el objetivo se ve cada día más cerca.

Guía Práctica

DÓNDE DORMIR

L’Hermitage

No podría faltar un hotel boutique en Yaletown. L’Hermitage es un oasis de calma entre las bulliciosas calles de Richards y Robson. Sus instalaciones son pequeñas pero de lujo, y sus cuartos espaciosos (casi todos con chimenea).
Qué comer: uno de los deliciosos scones recién salidos del horno de su restaurante.
Imperdible: un chapuzón en la alberca de agua salada.
Dirección: 788 Richards St, Vancouver, BC.

Wickaninnish Inn

Ubicado en Chesterman Beach, este hotel de tan sólo 75 cuartos y algunas suites –rodeadas por el océano Pacífico– es la opción ideal para quienes aman la naturaleza. El programa de actividades aire libre es su atractivo principal; incluye desde caminatas por la costa hasta avistamiento de ballenas asesinas.
Imperdible: agendar una visita en Ancient Cedars Spa para probar un tratamiento especial con alga marina.
Dirección: 500 Osprey Ln, Tofino, BC.

DÓNDE COMER

Kissa Tanto

Ente Italia y Japón, en pleno Chinatown, este lugar es la fusión de dos cocinas muy diferentes, pero que se complementan bastante bien. Escondido entre boticas y callejones escabrosos, Kissa Tanto se ha establecido de manera discreta, robándole a los restaurantes más vanidosos toda la atención por parte de los críticos gastronómicos de todo el país.
Qué pedir: cualquier platillo con pasta fresca, en especial los tortellini rellenos de papa con parmesano y alga.
Dirección: 263 E Pender St, Vancouver, BC.

Miku Japanese Restaurant

Con una hermosa locación en el Downtown, Miku es famoso por haber adoptado el sushi tatemado (Aburi), una preparación única que resalta los sabores naturales de este platillo y se acompaña con la salsa Miku, que fue creada con una receta secreta.
Dirección: 200 Granville St #70, Vancouver, BC.

Sigue a María en Instagram.

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