Pantelleria: la isla italiana dueña de una uva mítica
Traducción de Annuska Angulo. Acercarse a la isla italiana de Pantelleria desde el aire es una lección de vulcanología. La parte central de la misma, que se eleva desde el mar Mediterráneo a 70 kilómetros de Túnez y a 85 del “continente” (Sicilia), está dominada por dos calderas en forma de cuenco. Las fallas que […]
POR: Katie Parla
Traducción de Annuska Angulo.
Acercarse a la isla italiana de Pantelleria desde el aire es una lección de vulcanología. La parte central de la misma, que se eleva desde el mar Mediterráneo a 70 kilómetros de Túnez y a 85 del “continente” (Sicilia), está dominada por dos calderas en forma de cuenco. Las fallas que recorren la costa al sur y al este de la isla han dado lugar a acantilados abruptos a los que se aferran las matas de alcaparras y las nopaleras, que excavan con sus raíces las grietas minúsculas. Del otro lado, en la parte noroeste, cerca de la villa y el aeropuerto principales de Pantelleria, las antiguas coladas de lava negra llegan hasta la orilla del mar, donde las olas las acarician eternamente.
Este paisaje agreste puede resultar inhóspito a primera vista, pero es también lo que hace seductora a esta isla. Los viajeros la suelen pasar por alto, tal vez porque prefieren las largas playas de arena blanca de Sicilia. Pantelleria requiere un poco de paciencia, pero la recompensa está en conocer un lugar literalmente vibrante, como si cada soplo de brisa y cada ola del mar Mediterráneo en toda su extensión la estuvieran cargando de energía. Las arterias para conectarse con el espíritu de la isla son los senderos que conducen a calas y pequeñas playas, así como las carreteras sin pavimentar que atraviesan los viñedos. Además, el hecho de que Pantelleria no esté adulterada por el turismo de masas también significa que puedes conectar de manera más profunda con la gente del lugar.
Una uva alimentada por cenizas de volcán
En un viaje a Pantelleria te acompañarán especies botánicas como pinos carrascos, hinojo silvestre, matas de alcaparras, romero y unas 570 variedades más de plantas robustas. Pero la más dominante de todas es la uva zibibbo, también conocida como Moscato di Alessandria. Al parecer fue introducida en la antigüedad desde Egipto. Esta aromática uva blanca suele utilizarse para el Passito di Pantelleria, un vino dulce que se elabora prensando uvas secas, por lo que sus azúcares y aromas están muy concentrados. El producto es un vino fragante, intenso y almibarado, que tradicionalmente se toma con los postres. El passito de la isla llega casi a todos los rincones del mundo hoy día.
Hay otros vinos secos menos conocidos que también se fabrican con la uva zibibbo, como los de las bodegas Tanca Nica, Anforaje y Azienda Agricola Serragghia, que apenas llegan al mercado internacional por su producción mínima. Incluso en Roma, donde se consume con entusiasmo el vino siciliano, rastrear estos exquisitos blancos presenta un desafío formidable. Por lo tanto, la mejor manera de conocer el vino isleño es ir a la isla, y no sólo porque son más fáciles de encontrar allí mismo, sino (sobre todo) porque puedes conocer su origen visitando los viñedos donde crecen las uvas zibibbo y se alimentan de la tierra volcánica, mientras platicas con las personas que trabajan con esta uva para que se convierta en un líquido expresivo, de profundidad mineral y volcánica, con notas florales y herbáceas.
La uva zibibbo en tres versiones
Para un curso intensivo sobre la zibibbo, visita a Francesco Ferreri y Nicoletta Pecorelli, de Tanca Nica. Sus vinos, definidos por el terroir, están hechos con las uvas de vides que por generaciones se han adaptado a crecer a ras del suelo, como arbustos (se llaman alberelli panteschi y son una manera de cultivar la vid reconocida por la UNESCO), los cuales se protegen de los vientos que soplan en esta isla y traen el calor y la arena del Sahara.
Sus tres hectáreas de viñedos se distribuyen en diferentes parcelas, cada una seleccionada por su potencial para expresar las complejidades de la zibibbo. Su vino Soki Soki es particularmente impresionante. El nombre (soki soki) es porque así llaman al suelo rico en piedra pómez de los viñedos del municipio de San Vito. Se elabora mezclando el vino de parcelas individuales cuyas uvas han sido sometidas a diferentes periodos de maceración, desde una sola noche hasta una semana entera.
En los viñedos de Azienda Agricola Serragghia, al sureste de la isla, las brisas frescas templan el calor que irradia del grueso suelo volcánico y maduran lentamente las uvas, que después se cosechan a mano y se fermentan en recipientes de terracota españoles enterrados en el suelo. Los vinos resultantes son salobres, palpitan con energía y traen notas de cítricos y hierbas mediterráneas.
En la bodega Anforaje, situada en un espectacular valle cerca de Siba, también se fermenta la uva en vasijas españolas. La conexión española con la elaboración del vino puede resultar sorprendente, pero la parte sur de Italia estuvo bajo dominio español durante siglos, hasta 1861, y su influencia todavía se siente en la agricultura, la cocina, la cultura e incluso el idioma del sur de la isla. En Anforaje, la zibibbo madura se deja fermentar de forma espontánea en vasijas de terracota para producir un vino exuberante y sabroso, igual que la propia isla.
Me sirvo un vaso de Anforaje de una botella que traje de mi última visita y me doy cuenta del enorme regalo que es haber visto y sentido la tierra donde han crecido las uvas de este vino. Un regalo enorme y, sin embargo, al alcance de cualquiera que se tome el tiempo y el esfuerzo para llegar a Pantelleria.
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