En estos años poco queda de aquellos planos desplegables e inmensos sobre los que se ilustraba el mundo. Esos grandes mapas dibujados a mano, destinados a aquellos con buen pulso, son ya piezas de museos en las que podemos contemplar cómo relucen, inertes, fronteras que ya no existen, países desaparecidos, sistemas montañosos y caligrafía perfecta.
Antes todo lo importante se dibujaba en un mapa. Estos grandes pliegos no sólo revelaban la concepción que tenían los hombres de su entorno, también son documentos vivos de las exploraciones. De los viajes de los navegantes, de los cartógrafos que dejaron para la posteridad los límites de la tierra y el agua dibujados con lápiz y reglas; en papel, en metal o en tela. Siglos de observaciones quedaron atrapados en una pintura. Océanos, continentes, y por supuesto México con todas sus extensiones territoriales, sus dos penínsulas y sus cordilleras.
Existen mapas viejos de todas las regiones del país –unas más exactas que otras–. Algunos dibujaron a la Península de Yucatán achatada, otros representaron a Baja California como una isla; los hay también especializados por temas: arqueológicos, étnicos, ferroviarios; en varios idiomas, inglés, italiano, francés; y están aquellos que demuestran que las divisiones políticas son tan frágiles como el papel sobre las que están delimitadas.
Los mapas, una forma diferente de analizar la historia de México
Hasta ahora, uno de los mapas más antiguos en el país se puede encontrar en una gran roca que se descubrió recientemente en Colima y muestra el relieve y los ríos del entorno así como se contemplaban hace dos mil años. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVI, que llegaron los conquistadores, que se empezaron a poner en papel las formas de nuestro territorio. Aunque ellos no lo sabían, completar los mapas de una tierra para ellos desconocida revolucionó, de alguna manera, la cartografía en el Viejo Continente.
Quedaron pues para la historia una serie de grabados y pergaminos que han perdurado siglos, hay que destacar que su exactitud no siempre fue buena, pero con el paso de los años las ilustraciones mejoraron y fueron, poco a poco, apegándose a la realidad. Hace 500 años, por ejemplo, las señalizaciones indicaban la presencia de un río, un monte o quizás un poblado, pero también de la vastedad de lo desconocido. Había tantos espacios en blanco que incluso a simple vista en el papel era abrumador todo lo que faltaba por conocer.
¿Qué le depara a la cartografía?
Ahora en el siglo XXI podemos ver a México desde una multitud de herramientas. A través de un mapa satelital, del celular o incluso mediante fotografías satelitales cortesía de la NASA. Esto sugiere que el trabajo cartográfico está lejos de llegar a un fin, pues así como la naturaleza, la urbanización también está en constante cambio. Quién sabe si en 200 años un mapa en pantalla sea obsoleto, o si las fronteras luzcan igual a como lo hacen hoy.
La cartografía se ha convertido en una manifestación artística; ya no se pretende retratar la tierra tal cual es, sino de interpretar sus formas desde diferentes perspectivas. Un ejemplo de ello se puede ver en la obra del artista Anton Thomas, quien retrató la naturaleza de Norteamérica sin fronteras, desde la región polar de Canadá hasta el desierto de Sonora, y la densa jungla del mundo maya.
Sin más, aquí les dejamos algunos mapas históricos de México para viajar a otras épocas, cuando viajar era una odisea, cuando olvidar el mapa era peor que olvidar la maleta o cuando perderse era culpa de quien sostenía un dibujo en las manos.
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Foto de portada: mapa de Nicholas Janzoon Visscher, 1658.
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