Ahora es muy fácil guiarnos por el mundo; basta abrir una aplicación móvil para saber en qué coordenadas exactas estamos parados y hacia dónde se encuentra el norte, el punto cardinal por excelencia. Quizá por eso cuesta trabajo imaginar cómo se orientaban los antiguos humanos. Una pregunta interesante que a veces puede ser respondida gracias a mapas antiguos, a pirámides alineadas con el cosmos, y por supuesto a piedras grabadas que han sobrevivido al tiempo. Un ejemplo de lo anterior se encontró recientemente en Colima y dejó a todos los expertos con la boca abierta.
Se trata de una enorme roca volcánica cuyo origen se atribuye a una explosión del Volcán de Fuego de Colima hace miles de años. Esta piedra tiene una característica singular, su superficie no es lisa ni rugosa, sino que está manipulada –rota, grabada, surcada– de tal forma que su relieve representa una aldea, montañas y ríos del paisaje del occidente mexicano de hace dos mil años.
Este monolito se fechó entre los años 200 a. C. y 200 d. C., un periodo en el que sucedió la transición del Preclásico Tardío al Clásico Temprano. Se halló en las inmediaciones de la actual Comala –en la Cofradía de Suchitán, a 14 km al sur del volcán– y, tras un aviso al INAH estatal el 7 de junio de este año, ahora especialistas y arqueólogos analizan el significado de sus inscripciones.
Lo que se ha deducido hasta ahora
Lo primero que notó el grupo de arqueólogos, liderado por Rafael Platas Ruiz, fue que la roca está orientada hacia el Volcán de Colima. La piedra mide 1.70 metros de alto y su ancho oscila entre los 2.12 y 2.77 metros; un lienzo suficientemente amplio como para plasmar un panorama entero.
En el paisaje que está en la roca, los investigadores identificaron tres técnicas de trabajo: pulido, picoteo y desgaste. Con estas, los autores anónimos inmortalizaron la ladera sur del gran volcán. Los huecos circulares representan las aldeas, mientras que las líneas se atribuyen a los ríos, montañas y barrancas.
La idea de este tipo de obras, afirma Julio Ignacio Martínez de la Rosa, titular del INAH Colima, es crear precisamente una piedra-mapa. Las civilizaciones del occidente de Mesoamérica que habitaban la actual Colima en ese entonces, al no contar con un sistema de escritura, se basaban en este tipo de manipulaciones de la naturaleza para manejar terrenos y, sobre todo, conservar y transmitir conocimiento de generación en generación.
Sobre los vestigios arqueológicos en Colima
El diseño de la roca es similar a aquellos encontrados en varias tumbas de tiro. Dichas estructuras son obras de arquitectura funeraria prehispánica principalmente halladas en el oeste de México. Se trata básicamente de entierros de humanos que se acompañaban con ofrendas, esculturas y vasijas de cerámica, los cuales se consideraban la composición geométrica del universo.
Cabe destacar que en el estado se han encontrado más de un centenar de tesoros precolombinos que respetan la estética y trabajos en piedra que se hacían en el pasado –aunque ninguno con las dimensiones de la piedra-mapa–. Varias de estas piezas se pueden encontrar en el sitio arqueológico La Campana, en pleno centro de la capital colimense, obra de la tradición indígena teuchitlán.
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Foto de portada: Rafael Platas Ruiz / INAH
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