De grandes museos a galerías sorprendentes, Tokio es una sitio donde se respira arte. Uno de los espacios más importantes, si hablamos de escena cultural de la urbe, es el Parque Ueno que durante la primavera se llena de un armónico color rosa gracia a sus más de mil cerezos. Pero más allá del encanto natural del lugar, esta es la sede del Museo Nacional de la ciudad, el Museo Oriental, el Museo Nacional de Ciencias, el Museo Shitamachi, el Museo Nacional de Arte Occidental y la Galería Metropolitana de Arte de Tokio.
El Museo Nacional de Tokio destaca entre todos los anteriores ya que se trata del más grande, más visitado pero sobre todo el más antiguo de todo el país nipón. Sus salas albergan alrededor de 117 mil artefactos, 89 de los cuales son tesoros nacionales y 643 son propiedades culturales importantes. Esta vasta colección se compone de pinturas, esculturas, espadas, armaduras y otras piezas históricas de origen tanto japonés como de otras culturas orientales.
En honor a todo lo que tiene para ofrecer este recinto, hemos seleccionado 10 obras claves que no pueden pasar desapercibidas en una visita a la capital japonesa.
Árboles de ciprés, Kano Eitoku
Esta pintura de brillantes colores y un profundo fondo dorado es una de las más representativas del período Momoyama (1573-1615). Esta pieza fue hecha por Kanô Eitoku (el pintor más famoso de la época). Originalmente perteneció a la familia Katsuranomiya como decoración de las puertas corredizas de su residencia, sin embargo tras la muerte del último heredero este ejemplar pasó a ser una de las obras de Museo Nacional de Tokio y un tesoro de la colección imperial.
Bosatsu parado, periodo Kamakura
Esta escultura data siglo XIII y se trata de uno de vestigios que quedan de la fé en el dios Miroku, la cual era practicada sobre todo en la región de Nara durante el periodo de Kamakura. Aunque no se sabe con exactitud el nombre de la obra ni el autor de ésta, las características son tan distintivas de la época que es posible que se trate de una creación de Zenen, un escultor de imágenes budistas muy reconocido en ese entonces.
Paisajes y bellezas: sentirse como para leer el siguiente volumen, Utagawa Kuniyoshi
Dentro de las obras del Museo Nacional de Tokio destaca la colección de pinturas. Este cuadro pertenece a una serie en las que Kuniyoshi combina mujeres con rasgos muy expresivos e imágenes de paisajes específicos de las diferentes regiones de Japón. En el caso de esta obra se presenta la imagen de una mujer con un libro, mientras que la escena al fondo es la de la pesca en Nishinomiya de Settsu.
36 vistas del monte Fuji: La gran ola de la costa de Kanagawa, Katsushika Hokusai
La imponente ola que se erige ante la mirada pasiva del monte Fuji es una de las imágenes más icónicas del arte. Este extravagante artista, gran maestro del grabado japonés, pintaba prácticamente todo el día: creó alrededor de 30 mil obras en toda su vida. Era dedicado y entusiasta, dos características que se pueden contemplar en La gran ola; un cuadro que nació 60 años después de haber empezado en este arte.
108 héroes de un cuento chino, El margen del agua: Zhang Shun, alias rayas blancas en las olas, Utagawa Kuniyoshi
Esta obra pertenece la serie con la que Kuniyoshi ganó su reputación como uno de los grandes artistas japoneses. Las expresiones dinámicas y los tatuajes de color índigo de los héroes son las especialidades de Kuniyoshi. Esta impresión es particularmente conocida como el trabajo representativo de estas expresiones.
Espada Tachi, periodo Heian
Tomonari era un herrero activo durante la era Eien (987 a 989). Es considerado junto con Masatsune uno de los más grandes representantes de la escuela Ko-Bizen, a la cual se le atribuye la forma en curva (wanto) que tanto hace famosas a las espadas japonesas. Este pieza que alberga el recinto de Tokio se trata de una de las más antiguas hechas por el reconocido fabricante.
Merrymaking Under the Cherry Blossoms, Kanō Naganobu
Esta es una de las obras del Museo Nacional de Tokio más fascinantes ya que aunque los dos paneles centrales de la pantalla de la derecha fueron destruidos durante el Gran Terremoto de Kanto en 1923, se trata de una de las pocas piezas conocidas que hayan sido realizadas por Naganobu. Y es gracias a los delicados detalles de estos paneles que se le reconoce como uno de los artistas representativos del período Azuchi-Momoyama.
Tarro de hojas de té, Estudio de Ninsei
Nonomura Ninsei pasó a la historia por su trabajo que dió valor a la cerámica japonesa primitiva. Su habilidad para crear esmalte de alta calidad fue lo que hizo a sus piezas algo indescriptible. Lo que más realizó fueron artefactos relacionados con el té, entre los que destaca el chatsubo (un recipiente donde se guardan las hojas de té). Actualmente existen sólo diez chatsubo con decoración en esmalte, incluido este con motivo de luna y ciruela.
Diez tipos fisonómicos de mujeres: tipo coqueto, Kitagawa Utamaro
Esta pieza plasma la mitad superior del cuerpo de una mujer con parte de su pecho desnudo en la capa interna.Esta obra forma parte de un proyecto cuya idea central era que Utamaro observará los rostros de las mujeres y produjera diez representaciones como explicaciones de los diferentes tipos que existían.
Paisaje de cuatro estaciones: otoño, Sesshu Toyo
Este cuadro pertenece a una serie de paisajes que Sesshū realizó durante sus viajes alrededor de China, por lo que el artista cuidó que el tamaño, material, motivos y estilo fueran típicos de ese país. Esta pintura hecha sobre seda y que alberga el museo se destaca por una composición dinámica, pero firmemente estructurada y estable.
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