El protagonista de la historia se llama Grenouille y está obsesionado con crear la fragancia perfecta. Por esta razón viaja hasta Grasse para trabajar como ayudante en un taller y aprender todos los métodos de extracción de aromas… Fue así como la famosa novela de Patrick Süskind, El Perfume, hizo famoso a este pequeño poblado en Francia.
Grasse se ubica en el Mediterráneo francés, a casi una hora de Niza y a tan sólo 18 kilómetros de Cannes. El lugar es conocido mundialmente por sus procesos de obtención de aromas que datan de hace varios siglos y van desde la recolección de distintas variedades florales hasta la creación de perfumes para marcas de renombre. Actualmente es hogar de unos 30 fabricantes que ofrecen visitas guiadas a sus talleres.
Grasse fue una importante ciudad comercial durante la Edad Media.
La Capital Mundial del Perfume
Aunque es conocida como la Capital Mundial del Perfume, no siempre fue así. Anteriormente destacaba por ser un pequeño poblado dedicado principalmente al comercio de piel, y no fue hasta el siglo XVII que algunos artesanos empezaron a aromatizar el cuero con esencias florales, cuando todo cambió. A partir de entonces surgieron más y más expertos en la extracción de olores de entre materias primas como el jazmín o la rosa; hasta que se convirtió en el mayor productor de fragancias.
La conexión entre los perfumes y esta localidad no es casualidad; más bien se debe a su afortunada ubicación en una colina de más de 700 metros de altitud. Ahí el clima es templado y perfecto para el cultivo de flores como rosas, nardos, naranjos, violetas y mentas. Sin embargo, el símbolo del lugar es el jazmín, una flor que fue introducida en Europa en el siglo XVII procedente de la India. De hecho, su evento más importante es conocido como la Batalla de Flores, periodo en el que la gente es bañada con agua de jazmín.
La ciudad aún conserva la estructura urbana original, la cual data desde principios del siglo XI.
El Museo Internacional del Perfume en Grasse, Francia.
Más allá de los aromas
Grasse tiene un aura medieval que aún se conserva en sus edificios (de los siglos XVII y XVIII), en sus pequeñas y laberínticas calles y en sus plazas adornadas con fuentes. Sin embargo, quizá el tesoro arquitectónico del poblado es la Catedral de Notre-Dame du Puy, la cual fue construida en el siglo XVI con estilo románico. En su interior alberga tres cuadros de Rubens y uno de Fragonard, además de vidrieras y estatuas de Baillet.
Foto de la fachada de la Catedral de Notre-Dame du Puy.
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Foto de portada: Pinterest
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