Japón

Las geishas de Japón (y el arte de convertirse en una)

Entre maquillaje, peinado y vestido, una geisha puede tardar hasta dos horas en estar arreglada.

POR: Paola Gerez Levy

El aislamiento geográfico de Japón también es responsable de que su milenaria cultura sea una de las más cautivadoras en la actualidad. Entre cerezos, una gastronomía inimitable y ciudades cosmopolitas, otro elemento que destaca son las geishas, aquellas mujeres que se dedican a entretener a la clase alta y cuyo oficio existe desde hace más de 400 años.

Una geisha carga consigo un gran valor cultural y de respeto. Su nombre se traduce como personas que ejerce las artes y su rol no es diferente: entretener a la alta sociedad de Japón; ya sea mediante conversación, juegos, recitación de poesía, canto o interpretaciones de la danza tradicional ohayashi.

El giro de su ocupación frecuentemente se confunde con el de la prostitución, pero nunca ha sido así. En el siglo XVI, estas mujeres hacían compañía a los clientes que precisamente no pagaban por sexo. Desde ahí, su presencia se volvió exclusiva para amenizar reuniones de personajes poderosos, pues es un espectáculo muy caro de costear.

El auge de las geishas fue hace 100 años. Foto: Etsy

Cabe mencionar que en el pasado también existían hombres que se dedicaban a entretener, llamados taikomochi. Sin embargo durante la era Meiji (finales del siglo XVIII y principios del XX), esta tarea evolucionó para que fuera exclusiva de las mujeres. Ahora incluso se les llama diferente dependiendo de la ciudad en donde uno se encuentre: geisha en Tokio, geiko en Kioto y geigi en otras regiones del país.

Los inicios de las geishas

Antes, niñas de apenas seis años podían comenzar a formarse para este oficio, pero hoy en día no pueden hacerlo sino hasta los 15. Históricamente las candidatas eran mujeres hijas de otras geishas o bien parte de una familia pobre que las vendía a tutoras especializadas en este arte –llamadas okaasan– que las mantenía y educaba.

Maikos

Al estar a cargo de la okaasan, viven en residencias denominadas okiyas. Su funcionamiento se puede comparar al de una escuela en donde las jóvenes aprendices o maikos –traducido como “niña que baila”– van escalando de nivel hasta convertirse en geishas consagradas en un proceso que dura más de cinco años.

Todas comienzan por ser shikomi y su tarea se resume a hacer las tareas domésticas. El peldaño –minarai– siguiente es observar a las geishas e imitar sus comportamientos. Esto continúa hasta el día del final de su formación y debut oficial, en una ceremonia donde el cuello del kimono se cambia de color rojo al blanco. Mientras ejerzan como geishas, las mujeres no pueden casarse.

Las jóvenes maiko aprenden a sentarse, a caminar y a servir el té.

El arte de vestirse

El proceso de arreglarse puede durar hasta dos horas antes de una aparición ante un grupo de personas, se trate de una geisha o de una maiko aprendiz. Su apariencia difiere en algunos detalles, como en el pelo. Mientras que las geishas portan pelucas minuciosamente elaboradas (incluso deben dormir sobre un soporte para que no se arruine), los peinados de las pequeñas se realizan con su pelo natural. Eso sí, siempre con peinetas llenas de detalles.

La ropa es todo un arte, pues son kimonos fabricados de seda y bordados con motivos tradicionales. El encargado de vestirlas es un hombre denominado otokoshi y debe arreglar las capas de tela, que pueden llegar a pesar hasta 20 kg. Las maiko se pueden reconocer por portar vestimenta más recargada. Debajo de las capas de tela, las geishas deben caminar sobre sandalias geta: suelas de madera con dos tacones de 10 cm de alto.

Lo más cautivador de su figura es sin duda el maquillaje: el cuello y la cara cubiertos de polvo de blanco, los ojos coloreados con sombras rojas y delineador negro y labios carmín cuidadosamente marcados. Las maikos únicamente pueden pintarse la boca después del primer año de entrenamiento; antes de eso únicamente maquillan en labio inferior. Se deja libre de blancura un área triangular de la nuca, pues ésta se considera la parte más valiosa del cuerpo femenino.

Un otokoshi.

¿Cómo ver una geisha en la actualidad?

Al terminar la era Meiji, el número de geishas en Japón ha disminuido hasta hoy. En pleno siglo XXI, lo primero que hay que hacer para ver la presentación de una de estas mujeres es dirigirse a algún hanamachi –distritos  de geishas–, los cuales son Gion y Kamishichiken en Kioto, Akasaka en Tokio o Shinmachi en Osaka.

Dicta la tradición que hay que contactarlas mediante la okiya (casas de geishas) y realizar una reunión en alguna casa de té o ryotei, un tipo de restaurantes con cuartos privados que se prestan a estas ocasiones. Hoy en día, contratar a una geisha tiene un precio muy elevado, por lo que esta costumbre continúa presente entre los círculos más altos de la sociedad nipona, como empresarios o políticos.

Las geishas entretienen a grupos tanto de mujeres como de hombres.

 
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