Club Travesías

El grafiti en la Ciudad de México

El experto en street art Pablo Romo recorre las calles de la Ciudad de México en busca de las mejores expresiones de grafiti.

POR: Guillermo Sánchez Cervantes

El olvido es el mejor lienzo para el grafiti. Por eso, en los muros de los edificios abandonados de la Ciudad de México, el arte urbano o callejero ha encontrado un espacio donde cobra vida con un marcador o una lata de aerosol y en la más absoluta clandestinidad.

A pesar de todo falso mito o desprestigio, los que lo practican no son personas de bajos recursos ni delincuentes ni rebeldes sin o con causa. Todo lo contrario, se trata de gente común que de día tienen trabajos como abogado, médico o diseñador, pero que de noche, en el anonimato, plasma su identidad y destreza artística sobre un muro. Así lo explica Pablo Romo mientras camina, con los socios de Club Travesías, por avenida Cuauhtémoc en busca de un grafiti. Porque todas las noches, asegura, uno nuevo se hace, bombardeando la ciudad con letras y pintura.

Pablo es experto en street art. Luego de años de investigación por las calles capitalinas, así como de editar la revista digital Street Active Lifestyle, donde ha ido a plasmar todo lo que sabe y le fascina del muralismo, arte urbano y, concretamente, el grafiti.

Conoce todo de los escritores de grafiti mexicanos y de los crews o pandillas con los que se reúnen haciendo camaradería. Luego de observar cómo se desarrolla el grafiti en el mundo, él asegura que hoy en día no hay un lugar donde no haya grafiti. Se pintan edificios, trenes, casas y hasta aviones. No hay imposibles.

“Si no tiene letras, no es grafiti. Es una actividad clandestina, desde su primer registro en las culturas griega y romana, inscripciones con las que la sociedad misma se expresaba, ya sea en contra de la ley, o cartas de amor, o peleas entre rivales. Desde hace miles de años la gente se viene expresando en los muros, y se ha convertido en parte de la evolución de una sociedad”, dice Pablo.

Los socios de Club Travesías se reunieron en el Jardín Pushkin para iniciar una caminata de hora y media por las colonias Roma y Romita, con una parada en la Plaza Morelia y otra en la glorieta de los Insurgentes, en busca de las mejores expresiones de este arte urbano, y los ejemplos más representativos de un tag (logo/firma del autor), bomba (cuando se pinta o marca con tinta dándole volumen) y pieza (el nombre del autor o el crew, debe tener al menos tres colores diferentes).

“Para muchos cuesta trabajo leerlos, al no estar acostumbrados. Pero después de observarlos con detenimiento, uno aprende a descubrir los dibujos, los personajes y caracteres que se esconden detrás de la caligrafía. Todos tienen estilos estéticos diferentes. Hay corrientes y movimientos. Yo que me dedico a observarlos todos los días, he aprendido a entender sus trazos y mejoramientos estéticos”, concluye.

El recorrido terminó en la esquina de Niza e Insurgentes, en la colonia Juárez, donde sobrevive abandonado un edificio de muchísimos pisos. En el pasado albergó a una famosa empresa de seguros y hoy tiene un grafiti en cada una de sus ventanas. Admirar y descifrar sus contenidos es tan fascinante como imaginar el modo en que los grafiteros subieron.

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