Antes de la consolidación y el surgimiento de lo que hoy conocemos como México —y que no nada más en septiembre es digno de celebrarse, sino todo el año— existió por estos lares, una variada sociedad de bronce tan educada como indómita, que lo mismo podía conmoverse y forjar una cultura a partir de la estampa de un águila devorando a una serpiente, que ofrecer el aún corazón palpitante de un guerrero en sacrificio a Tláloc. Ese viejo orden del que aún podemos encontrar vestigios, sigue vivo en una serie de lugares donde se puede ejercer el contacto con esos espacios del ayer que nos hacen mirar de frente a nuestro pasado. Te dejamos cinco coordenadas para reencontrarse con el México prehispánico.
El Templo Mayor de Tenochtitlán (CDMX)
La primera parada de un viaje en busca de las raíces, es esta. El lugar sagrado del antiguo Imperio Mexica, destino clave para conocer de cerca lo que fuera el espacio dedicado a los rituales de la época prehispánica y el culto a deidades como Huitzilopochtli, Chac Mool y el mencionado Tláloc —ahora ya sabemos dónde ir a invocar a este personaje cada que la lluvias nos abrumen y pedirle que se relaje—. Lo mejor, es que este templo (o Huey Teuccalli en náhuatl) que también alberga una plancha de piedra y adoratorios donde se llevaban a cabo rituales, se encuentra en pleno centro de la CDMX, justo al lado del Zócalo. El lugar, descubierto en 1914 era el centro neurálgico de los rituales religiosos y del ascenso del Gran Tlatoani (o gobernante), personaje que supuestamente tenía conexión divina con los dioses prehispánicos, por lo que simboliza tanto la espiritualidad como la vida política de la época. El museo adjunto del templo mayor está abierto los martes, miércoles, viernes y sábados, de 10:00 a 15:00 horas (la Zona Arqueológica del Templo Mayor de Tenochtitlan está cerrada por mantenimiento temporal). Una visita obligada que no te llevará más de una tarde y que representa el mestizaje en todo su esplendor, porque saliendo del paseo te topas de frente con el México moderno e incluso, con el Centro Cultural España a unos pasos.
Casas Grandes, las culturas del desierto
El México prehispánico era tan divergente, que se pueden rastrear en ese mapa del pasado, culturas tan sui géneris como la paquimé o de Casas Grande, zona que se desarrolló en pequeñas aldeas en lo que hoy conocemos como el estado de Chihuahua. La zona arqueológica declarada desde 1998 Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO fue el centro de comercio más importante de las tribus del norte y del centro de América, por lo que es una pieza obligada para armar el rompecabezas que define nuestra herencia (ahí encontrarás objetos y piezas originales de la época).
Chichén Itzá, la ciudad sagrada
En el Estado de Yucatán está el centro más importante de la civilización maya. En esta zona arqueológica, que se preserva como una de las 7 Maravillas del Mundo Moderno. Lo más emblemático es la imponente Pirámide de Kukulkán —la versión local de Quetzalcóatl—, pero igual vale la pena visitar el Cenote Sagrado —el espacio donde se realizaban los sacrificios, no intentes meterte a nadar ahí—, La Plataforma de los Cráneos —un muro grabado que luce exactamente como promete el nombre— , El Templo de los Guerreros y El Caracol u Observatorio, recinto que revela el nivel teórico que tenían los antepasados mayas en el tema de astronomía. El paseo debe incluir una parada en Pisté, donde podrías comer o cenar y probar entre las múltiples opciones locales, la típica comida regional yucateca. Y no te preocupes, el lugar está abierto de lunes a domingo (si viajas este último día, la entrada es gratis para todos los mexicanos).
Palenque, Chiapas patrimonio ancestral para iniciados y no iniciados
La mítica metrópoli maya ubicada al norte de Chiapas es otro de los destinos básicos de esta aventura turística ancestral. Situado a poco más de 200 kilómetros de San Cristóbal de las Casas, un pueblo mágico que destila historia. En la zona arqueológica —asentada a 6 kilómetros de la civilización— destaca la tumba del Rey Pakal, en cuya superficie está esculpida una escena que tiene que ver con la visión del más allá de los antiguos moradores de la zona, y con K’awiiil, el dios del maíz. Además, vale la pena echar un vistazo al Museo del Textil Lak Puj Kul para comprender lo importante de la cultura artesanal del vestido heredado de los antiguos mayas —hoy retomado por algunos diseñadores internacionales acusados de apropiación cultural—. Claro, igual hay que aventurarse y echarse un chapuzón en las Cascadas de Agua Azul o la de Misol Há y finalizar el día comiendo salpicón de venado.
Tzintzuntzan, Michoacán, poesía prehispánica
Al norte del Estado, se encuentra la localidad que fue sede del Imperio Purépecha antes del mestizaje. Su nombre ostenta uno de significados los más poéticos de la época prehispánica: ‘Donde está el templo del dios colibrí mensajero’. El encuentro con el pasado sucede a un kilometro de distancia del Pueblo Mágico, específicamente en la zona arqueológica conocida como Las Yácatas, donde además de la vista panorámica del pasaje acuático del Lago de Pátzcuaro, se puede encontrar el centro ceremonial del antiguo imperio que reinó en la zona tarasca. El complejo consta de cinco templos edificados sobre una terraza de bloques de piedra, que te transportará hasta el año 1200 d.C. cuando ese centro urbano del México precolombino floreció entre lagos y montañas que hasta el día de hoy conservan su esplendor. Muchos de los habitantes de la zona, conservan la milenaria lengua y la tradición de platillos como el posuti, la versión purépecha del pozole —entre otras delicias locales que puedes probar en alguna de las variadas opciones restauranteras de los alrededores—.