A principios de 2019 la comunidad arqueológica de México estuvo de fiesta tras el hallazgo de una imponente ofrenda en Templo Mayor que contenía un jaguar, ataviado con un escudo de madera, rodeado de restos de animales marinos. La buena racha de descubrimientos no paró y antes de cerrar el año anunciaron el anunció de un nuevo altar localizado, con pájaros y numerosas piezas de oro.
Se trata de dos aves de caza, probablemente halcones, decorados con collares y anillos de oro. Dichos restos fueron hallados junto a varios esqueletos de serpiente, cuchillos y puntas de sílex. Por sus características, los investigadores creen que fue la ofrenda fue dedicada a Huitzilopochtli, dios de la guerra. El sitio se encuentra en la base de Templo Mayor, debajo de la estructura circular conocida como Cucuhxicalco.
El descubrimiento es un ejemplo muy puntual del estrecho lazo entre los mexicas y los animales. En años pasados también se han encontrado vestigios de lobos, pumas e incluso fauna marina, desde moluscos y corales hasta peces y cocodrilos. Lo anterior, explicó a El País el director del proyecto Leonardo López Luján, nos indica que los aztecas importaban fauna exótica de diversas zonas a la región mesaoamericana.
Templo Mayor, un hallazgo de azar
El sitio arqueológico, como lo conocemos ahora, no estaba en el plano original. De hecho la intención inicial del INAH era edificar el Museo de Tenochtitlán. Sin embargo, un buen día de 1978 –el 21 de febrero– un grupo de obreros de, la ahora inexistente, Compañía de Luz y Fuerza cavaban en las inmediaciones de la Catedral cuando se toparon con una enorme roca. Esta peculiar piedra resultó ser la escultura de Coyolxauhqui, la deidad mexica de la luna.
Desde ahí, el INAH inauguró el Proyecto del Templo Mayor, vigente hasta ahora. En 41 años y siete temporadas de excavación se han encontrado cerca de 200 piezas entre ofrendas, esculturas, templos y edificaciones. Entre las joyas más importantes que salido del subsuelo resaltan los 150 objetos de la Ofrenda 102, descubierta en el 2000, la cual es una de las muestras mejor conservadas en papel y en tela.
Esta última ofrenda contiene una serie de animales exóticos. Pero cabe destacar que también se han visto altares con criaturas más convencionales. Tal fue el caso de un santuario, que apareció en el 2004, en el que conejos, ranas y codornices; todas especies que utilizaban los antiguos pobladores para consumo para el comercio y el intercambio con los pueblos vecinos que tenían a su servicio.
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Foto de portada: Mirsa Islas / Proyecto del Templo Mayor
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