No es exagerado asegurar que todos los viajeros han experimentado (al menos una vez en su vida) un vuelo con turbulencias. Esos instantes en los que la aeronave se sacude debido a las condiciones climáticas exteriores. A veces este fenómeno se siente como un simple rebote; en otras ocasiones hace que resuene el avión y en unas cuentas hasta inhabilita al personal a aventarse para dar bebidas
Pero ¿qué fuerza es capaz de mover así un avión? La respuesta se encuentra en el aire, y en los flujos irregulares que atraviesa la nave en su trayectoria. Las turbulencias son también producto de las famosas corrientes en chorro o de cambios de velocidad en el viento. Un evento que sucede casi siempre que hay frentes climáticos, tormentas, o al atravesar terrenos montañosos en donde las ráfagas a nivel del suelo chocan contra las cordilleras y luego son propulsadas hacia arriba.
Según lo expresa el piloto Partick Smith, las turbulencias pueden catalogarse en ligeras (que aplica al 80% de los movimientos que se experimentan en vuelos comerciales), moderadas, severas y extremas que sólo ocurren en casos verdaderamente aislados. Hay que destacar que en caso de entrar en una zona irregular la primera acción que toman los titulares del vuelo es disminuir la velocidad del crucero. De acuerdo al capitán Barry Schiff, esta es la misma medida que se toma en una lancha que navega a través de un oleaje agresivo y que desacelera para estabilizarse.
Afortunadamente la tecnología actual hace posible que los focos rojos de aire descontrolado puedan evitarse. Para esto, los pilotos cuentan con un sinnúmero de herramientas dentro de la cabina, como programas de predicción de clima, radares y comunicación con las torres de control. Estas opciones son capaces de ubicar y marcar zonas conflictivas y le permiten a los aviones esquivarlas, ya sea rodeándolas o cambiando de altitud.
¿Hay zonas más turbulentas que otras?
Aunque parezca que las turbulencias son eventos esporádicos, y que las sentimos casi por coincidencia, existen coordenadas en el planeta sobre las cuales el aire es menos estable que en otras. Tal es el caso de relieves accidentados, como los Andes, los Alpes, los Pirineos, las Montañas Rocosas o los Peninos. También hay zonas por las que los aviones tienen un poco más de probabilidades de moverse, entre las que destacan las penínsulas de Florida y Yucatán, el estrecho de Gibraltar, el extremo austral de África y la región del sureste asiático.
Algunos consejos para sobrepasar las turbulencias
Existen viajeros más ansiosos que otros; mientras que unos pueden no notar el movimiento del avión, otros pasan un mal rato durante este instante. Lo anterior se debe, entre otras cosas, a que no tenemos el control de la situación. Algunos viajeros tienen la sensación de estar cayendo en picada; sin embargo, Smith asegura que el altímetro de la máquina apenas varía entre tres y seis metros.
Para padecer menos estos rebotes circunstanciales, hay una serie de recomendaciones prácticas que pueden disminuir el estrés que generan. Una regla básica, no sólo para las turbulencias sino para cualquier situación de angustia, es respirar. Hacer inhalaciones profundas y exhalaciones largas, relaja la parte superior del cuerpo y reduce los pensamientos negativos. Por otro lado está la distracción. Hay quienes recomiendan leer o ver una película; así la atención de la persona se enfoca más en otras cosas y puede pasar por alto una que otra sacudida leve.
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Foto de portada: Julian Dufort
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