Así como cada vez hay más posibilidades de acceso a destinos y hospedaje, también los medios de transporte se han revolucionado, en especial el aéreo. Pero así como el cielo se cubre cada vez con más rutas de vuelo, existe un movimiento que busca disminuir el uso de aviones para transportarse. Hablamos de flygskam, un término sueco que se traduce como “vergüenza de viajar”.
Esta tendencia europea se ideó como un contrapeso que intenta reducir las emisiones de carbono por parte de la industria aeronáutica. No es casualidad que Suecia sea la cuna del flygskam, pues históricamente los suecos han sido ávidos voladores (se calcula que el promedio de vuelos por persona es seis veces mayor a la media global). Esto, aunado a la meta que tiene el país de convertirse en neutros en términos de contaminación para el año 2045, cambió el hábito de algunos nórdicos para dejar de abordar aviones y preferir el transporte terrestre, en especial los trenes.
El regreso de los trenes nocturnos
El efecto de la vergüenza a volar ha dado de qué hablar en la industria de los viajes, pues la tendencia de preferir moverse sobre rieles ha aumentado en Europa en los últimos años. Incluso, los mismos suecos crearon el neologismo tagskyrt, que quiere decir “orgullo de ir en tren”. Las distancias cortas pueden ser mucho más eficientes por tren que en avión, ya que en la primera se eliminan los tiempos de anticipación con el que hay que llegar al aeropuerto.
Antes del auge de la aviación como un medio de transporte accesible, los trenes nocturnos eran los más utilizados para cruzar largas distancias entre países en el viejo continente. Los aviones y las aerolíneas de bajo costo fueron desplazando esta modalidad.
Los trenes nocturnos son ideales para cubrir distancias entre los 800 y los 1,300 km.
Por otro lado, los ferrocarriles que viajan de noche son perfectos para cubrir, algunos con una comodidad que se acerca a la de dormir en una habitación de hotel, tramos más largos.
