En español “puente” es un sustantivo masculino, mientras que en alemán “brücke” es una palabra femenina. Asimismo, para describir un objeto los hispanohablantes suelen usar vocablos como resistente o fuerte, mientras que en Alemania son más comunes los adjetivos bello o elegante. Este par de ejemplos nos demuestran que el habla, además de ser la principal forma de expresión, es también la idiosincrasia que hay en un país.
Por esta razón, para conocer mejor una cultura hay que adentrarse en las palabras que viven en los destinos que nos interesa explorar. Una tarea por demás compleja si pensamos que en el planeta existen al menos 7 mil idiomas diferentes. Hay tantas opciones, que escoger una sola puede ser una decisión abrumadora.
Quizá una manera más sencilla de elegir nuestra próxima aventura lingüística es hacerse una pregunta: si hablo español ¿qué lengua se me complicaría menos aprender? Aunque no hay una respuesta única, ya que hay gente que tiene más facilidad para estudiar y comprometerse que otra, existen ciertas características que sólo poseen aquellas personas que hablan español.
El origen de la lengua a estudiar
En primer lugar hay que decir que el español es una lengua romance. Esto significa que, al igual que el portugués, francés, italiano, catalán, gallego, rumano, etc., proviene del latín vulgar que se hablaba en diferentes regiones del Imperio Romano. Con el tiempo estos dialectos mutaron y se transformaron en distintos idiomas europeos.
Al tener un origen común, dichas lenguas poseen semejanzas en vocabulario y estructuras gramaticales. Por ejemplo, entre el español y el portugués existe una similitud de 89%, mientras que con el catalán y el italiano el parecido es de 85% y 82%, respectivamente. Bajo esa teoría, estos idiomas resultan fáciles para los iberoamericanos, mientras que lenguas como el árabe o el chino presentan un mayor reto. Este último, por ejemplo, tiene alrededor de 250 mil grafías, una gran diferencia si las comparamos con las 27 letras del abecedario.
¿Qué tan fácil es de pronunciar?
No obstante, la raíz de un lenguaje no es el único factor que determina su nivel de dificultad. Por ejemplo, aunque el francés tiene estructuras gramaticales parecidas a las del español (un 70% de similitudes), sus sonidos nasales y pronunciación de letras lo convierten en algo complejo.
Entonces, se puede concluir que para que sea fácil hablar otro idioma no sólo hay que fijarse en el parecido histórico, sino también en la fonética. Quizá por eso el portugués y el italiano pueden ser muy sencillos para los hispanohablantes, ya que además de tener estructuras semejantes, tienen una articulación bastante parecida. De hecho, el rumano se pronuncia como se escribe.
Otra lengua que no presenta mayor dificultad es el japonés que, aunque no lo parezca, tiene algunas coincidencias fonéticas con el español. Este idioma oriental tiene sonidos básicos y simples que se parecen a los que usan los hispanohablantes , sin embargo, su escritura y sus estructuras gramaticales son paradójicamente muy complicadas.
Exposición al idioma e interés en aprenderlo
Otro factor importante a la hora de saber qué tan fácil o difícil es un idioma es el volumen de exposición fuera de la clase. Mientras más se conviva con determinadas palabras, más familiares se vuelven sus sonidos y estructuras. Por otro lado, si la persona habla más de una lengua, entonces tendrá más facilidad para aprender otra. Finalmente si la supervivencia en un sitio nuevo depende de qué tan rápido aprendamos vocablos foráneos, los avances serán mucha más rápidos y eficaces.
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