No muchas obras literarias han trascendido en la cultura moderna como El Principito. En sus páginas, este ser, salido del asteroide B 612, viaja por el espacio en busca de horizontes que expandan su percepción. La genialidad de esta novela se puede contemplar en las palabras, los personajes y por supuesto en las cálidas ilustraciones con las que Antoine de Saint-Exupéry acompañó las aventuras del forastero que llegó por accidente al desierto.
El Principito se ha traducido, desde su publicación en 1943, a más de 300 idiomas y dialectos. Gracias a esto, los dibujos que acompañan el relato son conocidos e identificados por personas de todo el mundo. Pero además de todas las piezas famosas, recientemente aparecieron en Suiza una serie de bocetos nunca antes vistos (y que se creían perdidos), que se encontraban en un portafolio que pertenecía al artista y escritor. Entre las joyas halladas se distingue la ilustración del Principito con el zorro, el planeta del bebedor y otra versión de la serpiente devorando al elefante. Asimismo, junto con estos trazos había también una carta que el francés escribió a su esposa Consuelo sobre papel de correo postal.
Todo comenzó en diciembre de 2018 con el fallecimiento de Bruno Stefanini, el coleccionista suizo que había adquirido algunas pertenencias de Saint Exupéry durante una subasta de arte en 1986. El también creador de la Stiftung für Kunst, Kultur und Geschichte –una fundación de arte en Winterthur– dejó tras de sí más de 60 mil documentos que hasta ahora se encuentran en proceso de catalogación. Según el personal de esta asociación los bocetos se encuentran en perfecto estado.
Recorrer el Nueva York de Saint-Exupéry
El artista, escritor y piloto Antoine de Saint Exupéry huyó de una Francia ocupada por los alemanes en 1940. Zarpó de Lisboa para llegar a las costas neoyorquinas e iniciar un periodo de cuatro años que sería el más productivo de su carrera creativa.
Tras publicar Tierra de hombres en Francia en 1939, continuó su carrera en Estados unidos con Piloto de guerra, publicada en 1942 y, finalmente, El Principito un año después. En 1944 regresó a Europa a combatir en la guerra, pero no se le volvió a ver después de que despegó de Córcega en una misión de reconocimiento.
Esta obra de la literatura se gestó en el centro de Manhattan. Saint Exupéry habitó en distintas localidades de la Gran Manzana. Sin duda, su vivienda más icónica fue la de un edificio sobre Central Park South (también Calle 59). Además de pasearse por el famoso parque urbano, el escritor frecuentaba el estudio Le Bocal, ubicado en el número 3 de la Calle 52 Este, a media cuadra de la Quinta Avenida. Dicho espacio pertenecía a Bernard Lamotte, un amigo pintor con quien compartía la amistad de personajes como Charlie Chaplin o Marlene Dietrich.
En la fachada de este pequeño edificio de techos puntiagudos –que actualmente alberga el restaurante francés La Grenouille– se puede leer una placa que hace honor al autor de El Principito. Para llegar a este sitio, solo hay que tomar el metro en las líneas E o M y descender en la parada 5 Avenue/53 St Station.
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