Comprobado científicamente: ver el mar nos tranquiliza (y nos hace más felices)
El océano es un refugio, un rincón que repara.
POR: Redacción Travesías
Tal como lo dijera el uruguayo Mario Benedetti en El silencio del mar, el océano es un refugio, un rincón que repara, que sana. Eso se debe, según diversas investigaciones, a que el ir y venir de las olas nos remite al efecto sonoro de los latidos del corazón materno (cuando uno está en el vientre), lo que genera una sensación de protección y seguridad. Se experimenta una vibra muy poderosa de paz y sosiego.
Quizá por eso el mar es un espacio –casi infinito– para dejar fluir las emociones y las ideas. Y es que los ecos de estas ondas estimulan la corteza prefrontal (la región del cerebro responsable de las emociones). Entonces, apreciar esta inmensidad natural amplía la capacidad de autoconocimiento y bienestar emocional, dado que se presta a la reflexión.
Contemplar, estar cerca o escuchar los fenómenos del agua marina regula los niveles de serotonina, ese químico neurotransmisor que normaliza la ansiedad y controla el cortisol, la hormona del estrés.
En el mar, la vida es más sabrosa
Siempre, siempre, es buen momento para ir a la playa y contemplar el mar. Para dejarse llevar por la calma del oleaje y ser felices. Por suerte, México cuenta con un sinfín de mares bellos y apacibles, ya sea para gozar en solitario, con amigos, con la familia o en pareja. Si acaso buscan ir más allá, también les dejamos un par de opciones internacionales.
Boca de Iguanas, Jalisco
Esta playa es una de las que adornan la Bahía de Tenacatita, en la región de Costalegre. Una de sus grandes características es que está muy cerca del sistema de manglares que crece alrededor del Estero “La Manzanilla”, un cuerpo de agua salobre en donde se pueden ver numerosos árboles y animales.
San Agustinillo, Oaxaca
Con una franja de arena de 1.5 kilómetros, una caminata a lo largo y ancho de San Agustinillo es una actividad que no podemos obviar; esto, gracias a su lejanía de playas mucho más ruidosas y concurridas. También desde ahí se puede llegar a Punta Cometa, sitio predilecto para ver el atardecer (vale la pena llevar crema para apaciguar los moscos).
Todos Santos, Baja California Sur
Con un puñado de árboles frutales y palmeras altísimas, este pequeño pueblo a 80 kilómetros de La Paz es un oasis en medio del desierto. Sin embargo, es por la tarde cuando más se disfrutar del lugar, en especial en las playas cercanas como San Pedrito, Los Cerritos y Punta Lobos, todas muy tranquilas e ideales para surfear.
Costa Esmeralda, Veracruz
Esta franja veracruzana de color verde-azul es hogar de diversas playas de oleaje tranquilo que van de Tecolutla a Nautla. El territorio funciona como un rincón idóneo de descanso que, además, da pie a una gran cantidad de deportes acuáticos. La playa de Casitas aloja las mejores opciones gastronómicas gracias a la variedad de mariscos frescos de la región.
Pink Sands Beach, Bahamas
Harbour Island es una alargada isla de las Bahamas con playas tanto en aguas tranquilas como en el mar abierto del Atlántico. Es justo en este lado que se encuentra Pink Sands Beach, una playa de arena rosada y una de las más famosas del país también por sus casi cinco kilómetros de extensión.
Asturias, España
El parque natural de Cabo, en Menorca, resguarda una de las playas más inadvertidas. Hablamos de tres caletas tapizadas de arena, entre dorada y rosácea, que ilumina las tardes de verano. En este sitio se puede nadar en las orillas y disfrutar una espléndida paella tradicional en alguno de los establecimientos que se ubican a casi 10 minutos del lugar.
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Foto de portada: Paz Arando
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