Era un día de 1928 y tres amigas tuvieron una idea mientras almorzaban: fundar un museo. Abby Rockefeller, Mary Quinn Sullivan y Lily Bliss coincidían en que a diferencia de otras grandes ciudades del mundo, Nueva York no contaba con un recinto dedicado al arte moderno. Las tres mujeres se encontraban entre las más acaudaladas de Estados Unidos y decidieron entonces crear una institución dedicada a mostrar y coleccionar el arte que se creaban en su época. Al año siguiente, el Museo de Arte Moderno de Nueva York abría sus puertas al público.
En sus primeros años, el MoMA operó en diferentes espacios que rentaba. Pero en 1929, se mudó finalmente a una sede propia: un moderno edificio en la calle 53 diseñado específicamente por Goodwin & Durell. 90 años después, y tras haber estado cerrado por más de cuatro meses, la institución acaba de inaugurar su más reciente expansión. No sólo incrementó en un tercio su área total (con nuevas galerías y espacios de exposiciones), sino que también se rediseñaron el lobby, la taquilla y la librería.
Un museo, cinco arquitectos y noventa años después
Parece que sus primeros años como un museo errante vaticinaron el futuro inquieto del edificio del MoMA. La primera expansión fue completada en 1964 por Philip Johnson (primer director del museo y ganador del primer premio Pritzker en la historia). Dos décadas después fue el argentino César Pelli quien llevó a cabo la segunda ampliación y, finalmente en el 2004, el arquitecto japonés Yoshio Taniguchi realizó el último agrandamiento.
De esta manera, el MoMA contaba con edificios de cuatro despachos diferentes. De hecho, aún es posible ver rastros de la torre original de 1939 en la entrada de la calle 53. Es tanta la historia que en el 2019, uno de los principales objetivos de la renovación actual fue la de integrar todos los espacios de una mejor manera. Para esta tarea, se escogió a la oficina neoyorquina Diller Scofidio + Renfro, que diseñó un plan dividido en diversas fases. La primera se completó en el 2017.
Más galerías, más espacios, y más pasillos
El MoMA cuenta ahora con un área de más de 15 mil metros cuadrados de galerías y espacio público. Además de renovar prácticamente todo el museo, también se construyó un ala nueva de seis pisos y varias áreas se reubicaron. También se creó una nueva red de pasillos porque uno de los principales objetivos de la expansión fue mejorar el flujo de gente, pues como muchos de los museos más populares del mundo, el MoMA también está lidiando con números de visitantes cada vez más altos.
La famosa librería del museo fue reubicada a un nivel subterráneo. De esta manera, los visitantes podrán ver toda la tienda desde arriba, y decidir exactamente a dónde quieren ir. Este movimiento permitió liberar todo el lobby y así crear una enorme área de recepción que permitirá comunicar de mejor manera las dos entradas del museo (la de la calle 53 y la de la 54), las escaleras, los elevadores y el jardín de esculturas público. Se podrá incluso recorrer los tres pisos principales como un circuito.
También se buscó crear un mayor diálogo entre el interior y el exterior. Uno de los principales intereses del museo ha sido hacer que la mayor cantidad de galerías sea visible desde la calle. Asimismo, el café del museo fue movido al sexto piso y tendrá su propia terraza al aire libre. La intención general es que este nuevo MoMa logre que los visitantes se desconecten del ritmo frenético que caracteriza a Nueva York, para lograrlo se utilizaron materiales neutros y sencillos para los interiores, como madera de maple y de roble, cristal, acero inoxidable y muros blancos.
Redefiniendo la tarea de mostrar arte
Más allá del nuevo espacio, la otra gran novedad es el reacomodo general de la colección del museo. El MoMA cuenta ahora con el espacio suficiente para exhibir 2.500 obras de arte. Los curadores decidieron alejarse de la narrativa tradicional de la historia del arte, que define el recorrido de la mayoría de museos del mundo y en lugar de la línea que explica el devenir artístico, como una sucesión de estilos, las obras han sido organizadas en diferentes salas temáticas. Ya no habrá salones dedicados al “cubismo” o al “surrealismo”, sino espacios como “Máquinas, modelos y monstruos” o “la frontera entre el arte y la vida”.
No había existido un reacomodo general en quince años, por lo que se decidió aprovechar la oportunidad para mostrar más creaciones de artistas mujeres, de arte monumental (el museo cuenta ahora con un piso dedicado exclusivamente a este género) y piezas contemporáneas de autores menos conocidos. De hecho, más de un cuarto de las obras exhibidas fueron adquiridas por el museo sólo en los últimos cinco años.
2,500 obras y algunas polémicas
La expansión no se ha salvado de la polémica, pues el terreno en el que la nueva ala (bautizada como David Geffen) se construyó solía pertenecer al museo de arte popular estadounidense, que fue demolido. Este edificio apenas había sido inaugurado en 2001 y era considerado como una joya arquitectónica neoyorquina. Su fachada, tan discreta como compleja, era considerada por muchos como un símbolo del carácter resiliente de Nueva York tras los atentados del 9/11.
Además de dicha demolición también se ha dicho que el nuevo reacomodo privilegia a los artistas según su valor en el mercado del arte y quita espacio a lo clásicos que uno esperaría ver en el MoMA. De cualquier manera, y mientras se aproxima a su aniversario número 100, la gran institución neoyorquina conserva la vigencia y la atracción que, en 1928, Abby Rockefeller, Mary Quinn Sullivan y Lily Bliss imaginaron.
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