Historias de hoteles: el Riviera del Pacífico, Ensenada
Increíblemente lujoso y sumamente desafortunado. El hotel Riviera del Pacífico vio la época dorada de Hollywood, la Segunda Guerra Mundial y un sin fin de pleitos legales.
POR: Diego Ávila
Una fotografía muestra a Dolores del Río. La famosa actriz mexicana se encuentra de pie, sobre un ancho muro y usando un traje de baño blanco y negro. Detrás de ella, se levanta una gran construcción diseñada en estilo colonial californiano, con techos cubiertos con tejas y jardines con palmeras, cactus y cipreses.
Desde su debut oficial en la Exposición Panamá-California, celebrada en San Diego en 1915, la arquitectura colonial española (mejor conocida como Spanish Revival en los Estados Unidos) había ganado numerosos adeptos en el estado dorado. Su fama creció, y a lo largo de los años 30 y 40, numerosos edificios en este estilo fueron construidos a ambos lados de la frontera, incluyendo un hotel que en su época fue anunciado como uno de los más lujosos de toda América: el Riviera del Pacífico (originalmente llamado ‘Playa de Ensenada’).
Lujosos casinos en la frontera
De una manera bastante inesperada, la promulgación de la Ley Seca en los Estados Unidos había impulsado el turismo fronterizo, pues numerosos estadounidenses comenzaron a acudir a México en busca de alcohol, fiesta y diversión. Ante esta situación (que era más bien una gran oportunidad de negocio) el Casino de Agua Caliente abrió sus puertas en la ciudad de Tijuana en 1927. Su éxito fue enorme, y no pasó mucho tiempo para que otros inversionistas comenzaran a planear la construcción de complejos similares en la región fronteriza.
Después de Tijuana, Rosarito era la segunda opción lógica, pero un grupo de inversionistas puso su atención un poco más al sur, en la pequeña ciudad costera de Ensenada. Encantados con su atmósfera tranquila y su bella bahía, proyectaron construir un resort de lujo según los estándares marcados por los grandes hoteles del Mediterráneo y de la costa de Florida, y que ofrecería a sus huéspedes la oportunidad de jugar golf, tennis, deportes acuáticos y, por supuesto, juegos de azar. Con este objetivo en mente, conformaron la Compañía Mejoras de Ensenada S.A.
Sin embargo, el costo del proyecto rápidamente comenzó a subir. Ensenada había sido apenas fundada en 1882, su población rondaba los 5 mil habitantes, y no ofrecía ni los materiales ni la herramienta necesaria para realizar una construcción de ese calibre. En Agua Caliente eso no había sido un problema porque todo podía ser fácilmente importado de San Diego, pero en el caso de Ensenada, todo tenía que ser trasladado por mar.
El resort más lujoso de América, frente a la bahía de Ensenada
El incremento de los costes fue tal, que la compañía se quedó sin capital y decidió vender el hotel a medio construir. Un nuevo grupo de inversionistas adquirió la obra, pero conscientes de la carga económica que resultaría en terminar el hotel, solicitó apoyos al gobierno local. La nueva junta directiva estaba igualmente conformada por puros estadounidenses, y con el objetivo de darle publicidad al nuevo hotel, decidieron nombrar a Jack Dempsey, el boxeador más famoso de la época, campeón mundial de los pesos pesados y esposo de la reconocida actriz de cine mudo Estelle Taylor, como director del resort.
Finalmente, el hotel Playa de Ensenada fue inaugurado el 31 de octubre de 1930. La fiesta fue amenizada por la banda de Xavier Cugat, y la crema y nata de Hollywood asistió. Los ricos y famosos, empresarios y actores por igual, todos descendieron de California a Ensenada para conocer el hotel que anunciaban como el más lujoso de todo el continente, y que ciertamente se levantaba como un espejismo frente a la desolada playa bajacaliforniana.
El hotel había sido diseñado por el arquitecto Gordon F. Mayer frente al Pacífico, y rápidamente ganó fama como uno de los edificios más hermosos jamás construidos en estilo colonial californiano. Contaba con 66 habitaciones, y siguiendo la premisa original de levantar un resort tan lujoso como los grandes hoteles europeos, se mandaron a traer vitrales de Italia, los techos se habían hecho con madera importada de Florida, y una combinación de mobiliario español, chino y alfombras persas decoraban los interiores.
Muchos ladrillos y elementos de herrería empleados en el nuevo edificio habían sido desmontados de edificios coloniales auténticos en La Habana, y sus muros habían sido adornados con frescos de inspiración pompeyana, renacentista y mudéjar. Además, el muralista Alfredo Ramos Martínez cubrió con frescos varios de los muros y techos del nuevo complejo.
Uno de los grandes resorts del mundo… semivacío.
Sin embargo, las dificultades que el hotel había experimentado durante su construcción no se extinguieron tras la fastuosa inauguración. Aunque Ensenada estaba conectada con San Diego a través de un camino pavimentado, la ruta resultaba larga y cansada. Muchos de los huéspedes preferían entonces llegar por aire o por mar, en los barcos que conectaban Ensenada con San Diego y Los Ángeles, o a bordo del vuelo semanal que había con esta última ciudad.
Marion Davies, William Hearst, Merle Norman, Dolores del Río, Johnny Weismuller (antes de que comprara su propio hotel en Acapulco), Lupe Velez, Myrna Loy y Frank Morgan llegaron a visitar el hotel, que era frecuente e intensamente promocionado en Los Ángeles. Desafortunadamente, las complicaciones de conectividad hicieron que el Playa de Ensenada únicamente cobrara vida los fines de semana, manteniéndose casi desierto el resto de los días. La derogación de la Ley Seca en los Estados Unidos, propulsora original del turismo fronterizo, en 1933, y la prohibición de las apuestas y los juegos de azar en México en 1935, fueron otros duros golpes. El hotel se vio hundido en deudas y demandas, y tuvo que cerrar sus puertas en 1938
Soldados en los salones de baile
El Playa de Ensenada permaneció vacío por un par de años. Sin embargo, la década de los 40 llegó con los vientos de la Segunda Guerra Mundial y surgió entonces el temor de que América pudiera ser invadida por los japoneses a través de las costas de la Baja California (escasamente pobladas y aún más débilmente protegidas). Este miedo hizo que Ensenada fuera convertida en una base de operaciones militares de los ejércitos mexicano y estadounidense, y el Playa de Ensenada, que había permanecido vacío, volvió a abrir sus puertas, pero ahora como las Oficinas Centrales de la Segunda Zona Militar del Sexto Regimiento del Pacífico, a cargo del general Lázaro Cárdenas. No obstante, las tropas se mudaron en 1942 a un nuevo campo militar al sur de la ciudad, y el hotel volvió a quedar vacío.
La (corta) época dorada del Hotel Riviera
Para 1948, la guerra había terminado y de la sociedad que era dueña del Playa de Ensenada, únicamente quedaba un hombre con vida: el septuagenario Jerome Utley. Mr. Utley decidió donarle el hotel a su novia, Marjorie King Plant, también estadounidense y casi 40 años menor que él. Sin embargo, las leyes mexicanas de la época no permitían que los extranjeros adquirieran propiedades en el país, por lo que legalmente Marjorie no podía ser la dueña del establecimiento. Cuenta la historia que, discutiendo esta situación con su abogado, el mexicano Alfonso Rocha, éste le informó que, para salvar el impedimento legal, ella podría casarse con un mexicano para así tomar posesión del hotel junto con su marido. Marjorie le dijo que eso era imposible puesto que ella no conocía a ningún mexicano, a lo que el licenciado Rocha respondió “me conoce a mí”.
Marjorie King se casó entonces con el abogado Alfonso Rocha en lo que parecía ser un matrimonio de pura conveniencia, y se hizo dueña del hotel, que volvió a abrir sus puertas, pero ahora con el nombre de Riviera del Pacífico. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que el señor Utley se percatase de que la relación entre Rocha y Marjorie era bastante real y ambos habían desarrollado sentimientos el uno por el otro. Sintiéndose engañado, el septuagenario demandó a su antigua novia, y aunque perdió el juicio, Marjorie decidió divorciarse de Rocha, venderle su interés en el hotel y regresar a California en 1950.
Con el abogado mexicano al mando, el hotel revivió sus antiguos días de gloria. Gracias a su inesperada primacía como cuartel militar, Ensenada creció exponencialmente, pasó de tener tan sólo cinco mil habitantes en 1930, a 20 mil en 1950, y el Riviera del Pacífico se convirtió en el recinto social por excelencia no sólo de la ciudad, sino de la Baja California entera. Los señoriales espacios españoles y su famoso patio andaluz, repleto de buganvilias, acogieron bailes, recibieron presidentes, albergaron conciertos y reuniones literarias. Cada agosto, además se celebraba en el Riviera el evento social más importante de la península: el baile en blanco y negro.
Convencido del futuro del establecimiento, Rocha adquirió un préstamo de 4 millones de pesos del gobierno para construir un nuevo edificio de 100 habitaciones que permitieran aumentar la capacidad (y rentabilidad) del hotel, pero no contaba con que el señor Utley no se había dado aún por vencido.
La revancha del Sr. Utley
En 1956, Utley decidió demandar ahora a Alfonso Rocha. Sin embargo, y en cuanto fue notificado de esto, el abogado decidió salir de Ensenada y abandonar todo, poco antes de que la nueva expansión se inaugurara. Con Rocha desaparecido y el crédito sin pagar, el gobierno tomó la administración del Riviera del Pacífico, y lo manejó por ocho años, hasta que decidió cerrarlo en enero de 1964.
Ese mismo año, la propiedad fue transferida de la oficina de ‘Crédito Hotelero’, al Programa Nacional Fronterizo, que inició entonces una campaña para reformar el hotel en nombre del progreso. Un año más tarde, la entrada principal, las 66 habitaciones originales, la cocina y las 100 nuevas construidas bajo la administración de Rocha, habían sido demolidas. Los casi suntuosos muebles, las puertas, los pisos y hasta los enrejados habían desaparecido, y algunos ensenadenses recuerdan que el cascajo del hotel era ofrecido para rellenar y emparejar terrenos.
El ‘proyecto’ terminó gracias a un cambio de administración, y el otrora grandioso hotel permaneció como ruinas y un terreno baldío por catorce años. Lo único que permanecía en su lugar original era el candelabro principal, que no había podido ser sacado por ninguna puerta debido a su gran tamaño.
Reconstrucción: un nuevo centro cultural
Finalmente, en 1978, el arquitecto local Jorge Swain, encargado en ese tiempo de la Junta Federal de Mejoras Materiales de Ensenada, decidió comenzar la restauración del edificio que había sido un emblema de la ciudad. Surgió entonces el dilema de si recuperarlo como hotel, o darle otro uso, quizás como un centro de convenciones o una casa de cultura.
La decisión final fue tomada a finales de ese año por el presidente López Portillo y se decretó entonces que la propiedad sería reconstruida como un Centro Social, Cívico y Cultural de Ensenada.Los trabajos se extendieron por varios años y se respetó el estilo colonial californiano original del hotel. Aunque los muebles, los murales y los detalles originales fueron imposibles de recuperar, el nuevo Centro Cultural Riviera, como es popularmente conocido, abrió sus puertas en 1981, y para festejar, un gran baile fue celebrado.
Centro Cultural Riviera
Lázaro Cárdenas 1421,
Bahía Ensenada, C.P.: 22880.
Ensenada, Baja California, México.
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