No existe una ciudad en el mundo que esté tan presente en el imaginario colectivo como Nueva York. Protagonista de incontables películas, series, libros, documentales, sketches de televisión e himnos pop, esta ciudad habla todos los idiomas y no sólo es la meca para artistas, diseñadores, músicos y emprendedores; también lo es para los viajeros.
En este destino siempre hay algo nuevo y los lugares de siempre no pierden relevancia. Y es que Nueva York lo tiene todo: edificios históricos y nuevos desarrollos inmobiliarios; museos, puentes y monumentos icónicos; parques del tamaño de barrios; exitosos proyectos de recuperación del espacio público; hoteles de un lujo inalcanzable; tiendas y librerías de culto; terminales de proporciones colosales; terrazas de ensueño y bares subterráneos; porteros elegantísimos y vaqueros desnudos; restaurantes en los que se tiene que reservar un año antes y hot dogs de un dólar; fiestas clandestinas; festivales masivos y avenidas donde uno ejerce el window shopping como en ningún otro lado. Aquí lo único que falta es tiempo. Los locales siempre tienen prisa y los visitantes siempre volvemos a casa con una larga lista de lugares reservados “para la próxima vez”.
El primer encuentro con Nueva York siempre es abrumador. Hay que tener un plan de acción claro, enfocarse en los básicos, ubicar el deli de confianza para desayunar, ser paciente en las filas, aprovechar al máximo la MetroCard e, inevitablemente, caer en dos que tres trampas de turistas (la más común: Times Square). Las siguientes veces uno llega con misiones más específicas y entiende que hay ciudad más allá de Manhattan y los puestos llenos de parafernalia con el logo de I <3 NY. Que Nueva York también es la oferta artística de Long Island City, el culto por los Yankees que existe en el Bronx y la rivalidad entre pizzerías de Brooklyn, los parques en Queens y el hipsterismo de Williamsburg, Park Slope y Bushwick.
Sin embargo, más allá de su inagotable oferta, algo que siempre nos motiva a volver a Nueva York es su espíritu. La ciudad no ha sido ajena a las crisis (la más reciente provocada por el COVID-19), pero, de una forma u otra, siempre se levanta y vuelve más fuerte. Bien lo dijo la escritora Dorothy Parker: “London is satisfied, Paris is resigned, but New York is always hopeful”.
