El inicio de la pandemia fue un respiro para el medio ambiente por el cambio de ritmo radical en la producción, el consumo y el tránsito. Los canales de Venecia se limpiaron, las cabras reclamaron las calles de los pueblos de Inglaterra y en el norte de India la calidad del aire permitió a algunas ciudades ver por primera vez en décadas los Himalayas a la distancia.
Conforme avanzaron los meses y se reactivó la economía, el efecto del COVID-19 mostró las contradicciones de esta creencia: sí, se redujeron los vuelos y los viajes en auto, pero aumentó el uso del plástico por los cubrebocas, guantes y botellas de gel antibacterial.
La industria del turismo se vio afectada por este fenómeno particular de la pandemia. Para muchos, envolver todo en plástico —cubiertos, toallas, maletas, pantuflas…— fue la medida inmediata para intentar “prevenir” el contagio, aun cuando el SARS-CoV-2 puede sobrevivir en este material hasta 72 horas, según estudios publicados por The New England Journal of Medicine. Fue así que, de manera inconsciente, la industria frenó los avances de una de las tendencias más importantes de los últimos años: producir menos basura. Pero, ¿es posible dar seguridad y garantizar la higiene en los vuelos, restaurantes y hoteles sin volver a los malos hábitos de la economía desechable?
La respuesta está en hacerse las preguntas correctas
En 2017, después de que la IATA reportara que la industria de la aviación generaba 5.7 millones de toneladas de basura, la aerolínea australiana Qantas le hizo frente a la estrepitosa cifra y realizó el primer vuelo sin un solo gramo de desperdicio abordo. Como parte de la estrategia para lograrlo, se usaron platos reutilizables durante el servicio de alimentos y bebidas, algo que hoy levantaría sospechas en términos de higiene y desinfección.
Una solución para no generar tanta basura, según Melissa Veytia, creadora de la iniciativa Vive sin Basura, es que los viajeros lleven sus propios alimentos en el vuelo. “Mucha gente no lo sabe, pero sí puedes meter comida en el avión”, dice Melissa, quien asegura que incluso ha abordado con contenedores de cristal, sus propios cubiertos de plástico y un termo sin ningún problema. “La comida no debe ser demasiado líquida, el termo debe estar vacío a la hora de pasar seguridad (pero se puede rellenar una vez dentro) y hay que tener cuidado con las frutas, porque no se pueden transportar semillas de un país a otro. Ése puede ser un buen punto de partida.”
Después de ver el video viral de la isla de plástico del tamaño de Francia en el Pacífico, Melissa decidió hacer varios cambios en la manera en que consumía, manejaba sus residuos y viajaba. Comenzó a informarse y especializarse en el tema, por lo que se convirtió en un referente en su círculo social, que cuatro años después creció a 60,000 en su cuenta de Instagram, una comunidad de personas que comparten técnicas y dudas para llevar una vida sin contaminar tanto.
Consejos para armar un kit anti COVID-19 ecológico
En los últimos meses, el cubrebocas se ha convertido en un objeto básico, de moda, político y, desafortunadamente, también en un problema medioambiental. Esto se hizo muy evidente cuando, en las playas de Brasil, encontraron un pingüino muerto por haber ingerido un cubrebocas desechable, cuya producción ha aumentado drásticamente en estos meses.
Para Melissa (y para la Organización Mundial de la Salud), una gran alternativa para combatir este problema es usar el cubrebocas de tela de tres capas. “Si vas de viaje, puedes empacar dos para usar uno mientras lavas el otro”, aconseja Melissa.
Otro objeto indispensable en el carry on del viajero contemporáneo es el gel antibacterial. Para evitar que las millones de pequeñas botellas que se usan en todo el mundo terminen en la isla de plástico del Pacífico, Melissa propone la idea de conseguir un proveedor que lo venda a granel, para entonces rellenar una botella grande que se queda en casa y con la que se rellena la de 100 mililitros para llevar en los viajes. De preferencia hay que buscar botellas que en la parte inferior tengan un 2, con las siglas pead (polietileno de alta densidad), uno de los materiales más fáciles de reciclar en la Ciudad de México.
Por último, la recomendación es evitar el uso de guantes de plástico, ya que de todos modos pueden transportar el virus, y, de ser posible, usar lentes en lugar de careta para no generar tanta basura.
La última tendencia: viajar a la naturaleza
De acuerdo con una encuesta realizada por Airbnb en septiembre de este año, las personas con la oportunidad de trabajar desde cualquier lugar están reservando activamente estadías más largas (viajes de más de 2 semanas) en ciudades pequeñas y medianas con acceso a actividades naturales. La posibilidad de estar alejados de las aglomeraciones de gente en las grandes ciudades ha impulsado a muchos a buscar alternativas, como acampar, por primera vez. En ese caso, Melissa recomienda:
- Si es la primera vez que lo haces, no compres el equipo, pídelo prestado.
- Una vez que estés seguro que te gusta, compra de calidad para que te dure por muchos años.
- Si se rompe algo, arréglalo, no lo tires y compres uno nuevo.
- Cada gramo que subes, lo tienes que bajar. Piensa muy bien qué llevas en tu maleta.
- Planea las comidas muy bien para que no haya desperdicio.
- Empaca snacks a granel que den mucha energía (por ejemplo, dátiles y nueces) y evita llevar barritas o geles energéticos para no tener que generar basura.
- Lleva una pala para enterrar residuos orgánicos y así no intervenir con el medio ambiente.
¿Cómo elegir un viaje seguro y ecológico?
Antes de reservar un vuelo o un hotel, cada viajero tiene una lista preestablecida que debe cumplir: precio, ubicación, fechas disponibles. Ahora tenemos que añadir el apartado de “¿qué medidas se están tomando para prevenir contagios?”. Con pandemia o sin ella, como viajeros responsables hay que analizar las prácticas de destinos, hoteles, restaurantes, aerolíneas, y las de nosotros mismos desde la perspectiva ecológica, para asegurarnos de que siga habiendo un mundo que explorar. En palabras de Melissa: “Cuestionarse y dejar que la curiosidad vaya más allá. Pensar qué implicaciones tiene el viaje en el medio ambiente y la sociedad que estás visitando: ¿de dónde viene este producto?, ¿cuánta basura voy a generar?, ¿qué tuvo que suceder para que yo estuviera aquí?, ¿qué ma- teriales se usaron?, ¿qué va a pasar cuando me vaya?” La buena noticia: es como una bola de nieve. Empiezas con un solo paso y el siguiente te va a parecer más fácil.”
La nueva tendencia: viajar cerca, ¿pero cómo?
Según el reporte anual de la IATA, alrededor de 4,400 millones de pasajeros volaron en 2018. De acuerdo con un estudio publicado en 2017 por la revista Environmental Research Letters, cancelar un boleto de ida y vuelta en un vuelo transatlántico ahorra 1.6 toneladas de dióxido de carbono, equivalente a lo que emite el ciudadano promedio de India durante todo un año. Para septiembre de este año, la iata asegura que los ingresos por pasajero-kilómetros (medida de tráfico que se calcula al multiplicar el número total de pasajeros que pagan un boleto de avión por la distancia recorrida) disminuyó 72.8 % respecto al mismo periodo del año anterior. ¿A cuántas toneladas de dióxido de carbono “ahorradas” corresponde esto?
Si el momento que consume más combustible en un viaje en avión es el despegue, los vuelos más largos emiten menos gases de efecto invernadero por kilómetro que los más cortos y los vuelos sin escalas son más ecológicos que los que requieren conexiones. Bajo la lógica de viajar cerca de casa, surge la pregunta, ¿cuál es la manera más ecológica de hacerlo?
La respuesta depende en gran medida de la distancia y el número de personas. Volar de Tijuana a Cancún tiene más sentido que hacerlo en coche; para el traslado de la Ciudad de México a Acapulco, no tanto. Menos si va más de una persona en el auto y aún menos si se trata de un híbrido o eléctrico. Para tener una mejor idea de cuál es la opción más responsable con el medio ambiente, el sitio Eco Passenger (ecopassenger.hafas.de) hace el cálculo al comparar el tren, el auto y el avión como medios de transporte entre dos destinos. Ante la duda, siempre están los viajes en bicicleta o a pie.