Destinos, México, Tlaxcala, Tlaxcala

Un destino más allá de los memes: Tlaxcala

De murales prehispánicos a espléndidas iglesias barrocas, pasando por bosques de luciérnagas, en Tlaxcala hay mucho más que unas escaleras eléctricas.

POR: Diego Ávila

Suele decirse que toda publicidad es buena publicidad. Sin embargo, el estado de Tlaxcala bien puede ser la excepción que confirma la regla. La inauguración en 2017 de las primeras escaleras eléctricas de toda la entidad —acompañadas por su respectivo circo mediático— derivó en una oleada de memes y artículos satíricos haciendo burla del pequeño territorio. Sin embargo, y aunque las bromas siguen, parece ser que toda esta atención nunca generó una curiosidad por saber o averiguar qué hay en Tlaxcala… más allá de sus tan célebres escaleras eléctricas.

Tlaxcala es el estado más pequeño de los que componen a la República Mexicana (o al menos lo era hasta que el Distrito Federal fue transformado en entidad federativa en 2018). Cubre un área de poco más de 4 mil kilómetros cuadrados, es el único de todo el país que no cuenta con un aeropuerto y, hasta 2017, se mantenía también como el único que tampoco tenía una sucursal de Starbucks. 

Centro histórico de Tlaxcala.

¿Qué hay en Tlaxcala?

Si seguimos la historia de las divisiones territoriales de México, Tlaxcala es de los pocos estados que se ha mantenido sin prácticamente ningún cambio desde 1824, año en el que se hace la primera división política del país y se establece el término de estado. Sus fronteras se pueden encontrar casi idénticas también en mapas virreinales, donde Tlaxcala aparece como una de las cinco provincias mayores que conformaban el reino de México, e incluso antes de la conquista, este territorio ya era conocido como tal. ¿La razón? Antes de ser estado, y aún antes de ser parte de la Nueva España, Tlaxcala fue un reino. 

El antiguo reino prehispánico que se convirtió en estado

También conocido como Tollan Tlaxcallān o Huey Altepetl Tlaxcallān, el señorío de Tlaxcala fue una confederación (algunos también le llaman República) fundado desde mediados del siglo XIV. Aunque creció y llegó a gozar de gran poder, eventualmente quedó enfrentado con los mexicas, quienes cercaron su territorio y cortaron muchas de sus rutas comerciales con el golfo. Así que cuando Hernán Cortés presentó su plan de conquistar Mexico-Tenochtitlan, los líderes tlaxcaltecas decidieron aliarse con él. Tras la victoria sobre la capital mexica, los tlaxcaltecas se hicieron entonces acreedores a numerosos privilegios por sus servicios a la corona española. 

Tres comitivas conformadas por nobles tlaxcaltecas llegaron a viajar (y residir) en España entre 1527 y 1542, donde se presentaron ante el tlatoani-Emperador Carlos V con el objetivo de asegurar los privilegios que les habían sido prometidos, y gracias a esto, Tlaxcala recibió el título de Muy leal ciudad, obtuvo un escudo de armas, fue exenta del sistema de encomiendas y se le permitió conservar sus territorios. El antiguo reino se fue así configurando como una entidad política especial no sólo dentro del virreinato, sino dentro del Imperio Español, e incluso una vez consumada la independencia de México, logró mantener sus fronteras.

De evangelios y toreros

Aunque poco a poco fue perdiendo la autonomía que sus señores y nobles indígenas tanto se esforzaron por mantener, la ciudad de Tlaxcala conserva huellas del importante rol que desempeñó en el siglo XVI, y como buena ciudad mexicana, no hay mejor lugar para empezar, que en su catedral. Construida entre 1530 y 1536, la catedral de Nuestra Señora de la Asunción presenta las líneas modestas que caracterizan a los templos edificados a comienzos del virreinato. Y aunque un retablo barroco recibe a los fieles y visitantes, hay que asomarse a la capilla anexa para encontrarse con la pila bautismal en la que, según cuentan, fueron bautizados los cuatro señores tlaxcaltecas en 1519. También hay que fijarse bien en el púlpito que se encuentra en el mismo espacio para distinguir la leyenda ‘aquí tuvo principio el Santo Evangelio en este Nuevo Mundo’. Actualmente, cuatro de los diez países más católicos del planeta son latinoamericanos (México es el segundo) y es curioso pensar que todo comenzó aquí.

Escena que ilustra el bautizo de los cuatro señores de Tlaxcala, en el llamado ‘Lienzo de Tlaxcala’ del siglo XVIII.

Interior de la catedral de Tlaxcala.

De hecho, esta pequeña pero encantadora ciudad parece ostentar varios primeros. A la primera pila bautismal y al primer púlpito de América, hay que sumarle también la primera plaza de toros en el continente. Justo frente a la catedral, el histórico (y fotogénico) ruedo del siglo XVIII, flanqueado por arcos amarillos y rojizos, parece existir bajo la mirada del campanario catedralicio. 

La plaza de toros más antigua de toda América se encuentra justo frente al campanario de la catedral de Tlaxcala.

La (otra) ciudad barroca

Como parte de su interés por mantener sus privilegios, la élite tlaxcalteca buscó activamente enterarse y adoptar todos los lenguajes y símbolos que pudieran ratificar su autonomía e importancia, y los cuales fueron desde aprender derecho y leyes en el XIX, y hasta levantar santuarios marianos en el siglo XVII. De este modo, a 20 minutos a pie desde la plaza principal de la ciudad, y sobre un pequeño cerro, se levanta la Basílica de Nuestra Señora de Ocotlán. Aunque la historia es sospechosamente similar a la de la aparición de la virgen de Guadalupe (con la variante de que aquí se trata de la virgen de Ocotlán apareciéndosele a un indio llamado Juan Diego Bernardino), la iglesia es una clase maestra en barroco. Con una decoración que evoca a la de la casa del alfeñique de Puebla, la fachada y el atrio de la basílica combinan el ladrillo con yesería de una manera deslumbrante. Sin embargo, es el interior lo que ha acaparado las miradas desde hace trescientos años. De piso a techo, los muros y las cúpulas al interior de la iglesia se encuentran cubiertos con retablos dorados profusamente ornamentados, y detrás del altar mayor, se esconde el Camarín, una capilla que funge como vestidor exclusivo de la virgen, y cuya decoración ha sido comparada con la capilla del Rosario de Puebla o la iglesia de Santa María Tonantzintla.

Detalle de la cúpula del camarín de la virgen de Ocotlán.

La combinación entre ladrillo, azulejo y argamasa está constantemente presente en los edificios del centro histórico de Tlaxcala.

Así, y aunque la capital poblana suele acaparar la mayoría de los reflectores cuando se trata de barroco y azulejos, la ciudad de Tlaxcala no se queda atrás. Además de la Basílica, numerosos edificios en su centro histórico también muestran la bella combinación de ladrillo, azulejos y argamasa. La parroquia de san José, el palacio de justicia, y el de gobierno, son algunos de los imperdibles. 

Detalle del atrio de la Basílica de Ocotlán.

Los murales y las luciérnagas

A 40 minutos en coche del centro de la ciudad, se encuentran además las zonas arqueológicas de Cacaxtla y Xochitecatl. En un buen día, es posible alcanzar a ver la iglesia de Cholula (a unos 20 km de distancia) desde lo alto del cerro donde se encuentran, pero el principal atractivo del lugar es otro. Debajo de un gigantesco techo suspendido de 10,000 metros cuadrados, el gran basamento de Cacaxtla resguarda las que son, junto con las de Bonampak, las pinturas murales más importantes y mejor conservadas de todo el mundo mesoamericano prehispánico.

El techo volado que protege los murales de Cacaxtla es el segundo más grande del mundo, sólo después del de los guerreros de terracota en Xi’an.

Además, en años recientes, se ha popularizado una nueva atracción en la entidad: la observación de luciérnagas. Cada año, entre junio y agosto, las luciérnagas que habitan el bosque de Nanacamilpa se reproducen, y para atraer pareja, los machos emiten las luces que hacen que estos insectos sean tan conocidos. Para observarlas, lo mejor es adquirir un tour, pues el bosque se encuentra bastante alejado de Tlaxcala capital, y las opciones de hospedaje son limitadas. Una vez entre los árboles, con la noche encima y en silencio absoluto (el ruido inhibe el ritual de apareamiento de las luciérnagas), el espectáculo comienza y, uno por uno, pequeños destellos aparecen entre la oscuridad. Tomar fotos está prohibido pues el brillo de las pantallas de celulares y cámaras estresa y confunde a los pequeños insectos, así que no hay absolutamente nada que hacer, salvo esperar, respirar, y mirar atentamente los centelleos que, con perdón de la ciencia, no es difícil pensar como algo que tiene que ver más con magia que con biología. 

La magia de la bioluminiscencia es un gran atractivo de los pequeños escarabajos conocidos como luciérnagas. Foto: Sergio Alberto Becerril Robledo / CONABIO

Opciones de hospedaje en el bosque de Nanacamilpa.

De esta manera, y de iglesias que resguardan retablos cubiertos de oro y piezas históricas del siglo XVI, exquisitos murales prehispánicos, reservas que cobijan luciérnagas, y hasta la famosa noche en que nadie duerme que se celebra en Huamantla, lo último que ocupa la mente al momento de visitar Tlaxcala, son sus escaleras eléctricas.

 

¿Sabias qué?

En cualquier puesto de periódicos, librería o tienda de recuerdos en la ciudad de Tlaxcala, se puede encontrar el ‘best-seller’ local ‘Tlaxcala en la historia de México: el mito de la traición’ de Lucina Toulet Abasolo. La obra narra los episodios que llevaron a los gobernantes tlaxcaltecas a aliarse con los españoles en el siglo XVI, y sirve como una guía de espacios y piezas que se conservan en la ciudad.

Array
  • Compartir

Especiales del mundo

Las Vegas Stylemap

Una guía para conocedores