San Juan Chamula: el encanto del sincretismo
Por qué esta población de los Altos de Chiapas es una postal única que hay que conocer.
POR: Mariana Castro
A sólo 25 minutos de San Cristóbal de las Casas se esconde uno de los lugares más intrigantes no sólo de la región de los Altos de Chiapas, sino de todo el país. De San Juan Chamula se dice mucho y se sabe poco. Persecuciones religiosas, machismo, juicios sumarios y trueque son algunas de las prácticas que quizá salgan a la luz al investigar un poco sobre esta población tzotzil, que ejerce autoridad con base en el sistema de usos y costumbres, una práctica de autonomía aplicada por muchos pueblos indígenas en México. Sin embargo, los chamulas también saben que el turismo es una fuente de ingreso fija, así que los conflictos quedan a un lado cuando se trata de recibir visitas. De cualquier forma, siempre se recomienda visitar San Juan Chamula de día, y si es en grupo, mejor.
El cementerio y las ruinas del antiguo templo de San Sebastián sirven como un primer acercamiento a las prácticas locales. Aquí, las tumbas se dan en forma de montículos de tierra, decorados con cruces de palos de madera o cemento según la importancia del difunto. Siempre van acompañadas de hojas secas de pino, que según la tradición representan el contacto con el inframundo.
Una vez en el centro, la plaza principal siempre es el escenario de todo tipo de actividades comunitarias, desde las elecciones hasta el mercado, que se especializa más en mercancía pirata que en productos de la región (y donde todavía se utiliza el trueque). El día de nuestra visita, la plaza tenía poca actividad como consecuencia de un concierto en la escuela primaria. Una mezcla de guitarra eléctrica, discursos y canciones religiosas que al parecer es muy popular. Aun así, no pudimos obtener muchos detalles en cuanto el magno evento. Mucho menos una invitación.
Una iglesia como pocas en el país
Justo enfrente de la plaza principal, la iglesia de San Juan Bautista se alza como uno de los símbolos más representativos del sincretismo que se vive en el estado. Los que han ido a este lugar normalmente lo catalogan como “una experiencia interesante”, y los que no, sólo pueden darse una idea gracias a testimonios e historias ajenas como ésta. La razón: las fotografías en el interior están estrictamente prohibidas, e incluso se recomienda guardar la cámara para evitar molestias por parte de los guardias, no importa que esté apagada. Recordar este lugar sin ningún registro visual es un ejercicio de memoria bastante peculiar.
La única práctica católica que se lleva a cabo en la iglesia es el bautizo, razón por la cual justo en la entrada, del lado derecho, hay una pila bautismal en una especie de corral que sirve como perchero comunal para los sombreros y gorras de los locales. Del techo de la iglesia cuelgan un par de cortinas y candelabros, mientras que el piso está cubierto por hojas de pino y grupos de personas en pleno ritual. No hay bancas. Al fondo, el altar principal está dedicado a Juan Bautista, mientras que a los costados se ubican varios santos en sus respectivas cajas de vidrio. Martha, Fátima, Pablo y Gerardo, todos lucen extrablancos y están decorados con listones de colores y espejos para protegerles el alma. También hay flores (que los creyentes traen de Zinacantán) y a veces globos. Frente a cada santo hay mesas de madera cubiertas de veladoras, que se utilizan para prender las ofrendas de los asistentes.
Aquí vienen a rezar familias completas, parejas o gente sola, casi siempre acompañados por un santero, al que se le puede identificar por ser la persona que habla durante el ritual. Sexo indistinto. Las ofrendas se dan en forma de velas, y su acomodo y color dependen del propósito, a veces en fila y a veces en grupos de tres, a veces de colores variados y a veces todas negras. Siempre pegadas al piso, sin base. También es común ver botellas de pox (primero llenas, después vacías), coca colas, huevos y gallinas, que, desafortunadamente, casi siempre terminan sacrificadas.
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