Entre playas, selvas tropicales y áreas montañosas, existe una región de Chiapas que sobresale —literalmente— por su diversidad cultural y encanto único. Se trata de los Altos, donde el bosque siempre está adornado con niebla y los pueblos suenan a marimba. Éstas son las paradas básicas para conocer lo mejor de la zona durante una escapada de fin de semana.
DÍA UNO
Mañana
Una de las postales infalibles de Chiapas es el cañón del Sumidero, donde las paredes de roca cubiertas de vegetación alcanzan los 800 metros de altura y hacen que uno se sienta como en el centro de la Tierra. El paseo, desde los embarcaderos hasta la presa Chicoasén y de regreso, dura una hora y media y abarca 20 de los 722 kilómetros que mide el río Grijalva.
En un día soleado se pueden observar garzas, pelícanos y cocodrilos (el Sumidero es un santuario de estos reptiles), pero cuando llueve, el espectáculo lo hacen las nubes que bajan al ras del agua con mucho misticismo. Consejo práctico: siempre llevar un impermeable.
Tarde
A media hora del cañón está San Cristóbal de las Casas, una pequeña ciudad que aún conserva su encanto de pueblo colonial. Las calles del centro son angostas y empedradas, ideales para dar un paseo entre cafés, hotelitos, restaurantes y tiendas de diseño. Recorrer el andador peatonal 20 de Noviembre conduce al mercado de artesanías, un sitio donde prevalecen el tzotzil y tzeltal, las lenguas indígenas pertenecientes a los dos grupos étnicos que predominan en Chiapas, ambos de origen maya.
Noche
El restaurante Tierra y Cielo se ubica dentro de una casona colonial en el centro de San Cristóbal. Alrededor del patio central, donde crece una hortaliza de hierbas aromáticas, los cuartos de techos altos se acondicionaron para recibir a los visitantes. Los chefs Marta Zepeda y Kievf Rueda, inspirados en la cocina tradicional del estado, preparan platillos con un giro contemporáneo. Vale la pena probar el mole coleto, servido con pollo, puré de plátano macho y el famoso queso bola de Ocosingo. Un trago de pox —destilado chiapaneco a base de maíz— tampoco puede faltar.
Los Altos de Chiapas sobresalen por su diversidad cultural y encanto único. Aquí, el bosque siempre está adornado con niebla y los pueblos suenan a marimba.
DÍA DOS
Mañana
Una carreterita sinuosa separa a San Cristóbal de Zinacantán. En este lugar, las familias tzotziles abren las puertas de sus casas para exhibir los textiles que las mujeres elaboran en telar de cintura. La gran oferta de manteles, rebozos, bufandas, vestidos y bolsas de todos colores hacen casi imposible decirle que no a algún recuerdo.
Tarde
Muy cerca de Zinacantán está San Juan Chamula, un pueblito donde las mujeres andan con largas faldas de lana negra y todas las creencias religiosas se vierten en un mismo sitio: la iglesia de San Juan Bautista. En este sitio, las paredes están cubiertas de distintos santos y en la nave central —tapizada de hojas de pino e hileras de velas prendidas— la gente murmura rezos y prepara ofrendas de todo tipo. Importante, está prohibido tomar fotografías.
Noche
De regreso en San Cristóbal, una gran opción para cenar es la Esquina San Agustín, una plaza con toda clase de restaurantes —desde tailandés hasta pizzas al horno— y una cafetería francesa superagradable. Su interior contemporáneo, todo de madera, crea un ambiente cálido y un tanto bohemio que lo vuelve en un lugar ideal para cerrar el viaje.
DÓNDE DORMIR
Ubicado a dos cuadras de la catedral de San Cristóbal, Sombra del Agua es un hotel boutique que abrió sus puertas hace un par de años en lo que era una antigua hacienda. Sus espacios están decorados con piezas artesanales de la región, como macetas de barro, pies de cama elaborados a mano, tapetes de fibras naturales, velas y cortinas de tejido grueso. Lo mejor, su terraza llena de plantas y rincones para descansar y tomar un trago. sombradelagua.com.mx
Foto de portada: Javier Azuara
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