Barcelona ha sido un centro de referencia artística por siglos. Basta mirar la pulcra arquitectura del hospital de Sant Pau o la Sagrada Familia –aún incompleta–, o el legado pictórico vanguardista de Joan Miró o de Pablo Picasso. Si bien este último es de origen malagueño, encontró en esta urbe catalana su vocación creativa y ahí, entre las construcciones góticas y el catalán, encontró la forma de expresar su imaginación.
En Barcelona, Picasso vivió de los 14 a los 23 años, hizo del barrio de la Ribera su hogar y se convirtió en cliente activo de Els Quatre Gats –sitio referente del movimiento modernista–, donde se hizo amigo de personajes como Rusiñol, Casas, Nonell o Urtillo. Y aunque en 1904 el pintor se trasladó a París para continuar con su carrera, nunca dejó atrás lo que aprendió esos años en esa urbe de azoteas de España.
La relación entre Pablo y Barcelona fue tan profunda, que en esta ciudad está uno de los mejores recintos en honor a su persona, el Museu Picasso inaugurado por el deseo del propio Picasso en 1963, 10 años antes de su muerte. Este espacio, ubicado en uno de las construcciones más asombrosos del país, comenzó con la colección privada Sabatrés y con algunas donaciones, y ahora cuenta con un acervo de 4 mil 251 obras y ofrece a sus visitantes 22 salas de exhibición permanente.
Museu Picasso, un complejo de cinco mansiones medievales
El lugar elegido para abrir el museo fue la histórica calle Montcada, cerca del Parque de la Ciudadela. Esta vía se caracteriza por estar flanqueada por inmuebles –remodelados– de los siglos XIII y XIV, los cuales son una muestra del estilo gótico civil catalán. Ahora el Museo de Picasso comprende cinco inmensas casonas contiguas; en 1963 se inauguró en el Palacio Aguilar, en 1970 se anexaron en Palacio del Baró de Castellet y el Palacio Meca, y en 1999 se hizo una ampliación –a cargo del arquitecto Jordi Garcés– en la que se añadieron la Casa Mauri y el Palacio Finestres.
Las obras imperdibles del Museu Picasso
Dentro de este acervo se pueden encontrar tanto óleos como grabados y dibujos a lápiz que se traspapelaron en el tiempo. Destacan varias de sus obras tempranas, cuando Picasso se dedicaba a plasmar escenas realistas. Una de ellas es Paisaje Montañoso, la cual pintó en su natal Málaga en 1896 cuando tenía apenas 15 años.
De su temporada barcelonesa se pueden ver cuadros que quizá, de no haber sido por la donación de Picasso a su museo en los años sesenta, probablemente se hubieran perdido. Una muestra de ello es un óleo sin fecha, sin firma y sin título que hoy se conoce como La calle Riera de Sant Joan desde la ventana del estudio del artista y se atribuye a 1900, cuando Picasso se había mudado a un nuevo estudio. También se pueden contemplar los cuadros que Pablo pintó cuando solo era un aspirante y se iba al Prado de Madrid a copiar a grandes como Goya. Cada uno es una joya.
En este museo está también el homenaje más grande que Picasso le hizo a Barcelona. Una serie de piezas en las que el artista retrató, desde su genial mirada, las azoteas de la ciudad. Para él cada último piso era una historia y cada historia era un cuadro en el que el paisaje podía quedarse congelado. Sin duda lo consiguió.
Y claro, no pueden faltar esos cuadros desafiantes al puro estilo del cubismo –una escuela en la que Picasso fue el pionero, junto a Georges Braque–. Entre estas obras destacan Blanquita Suárez (1917), un retrato de la famosa cantante del momento; Las Meninas (conjunto) (1957), en la que el pintor hace una interpretación personal del original de Velázquez; y Los pichones (1957), una de las nueve telas que Picasso pintó durante un descanso que tomó mientras terminaba Las Meninas (conjunto).
Si bien esta es sólo una breve selección de las obras que cuelgan de estos antiguos muros, siempre está la opción de pasear por el recinto desde la pantalla. Por fortuna, el Museu Picasso cuenta con recorrido virtual lleno de detalles, explicaciones y fotografías panorámicas –tanto del acervo como de la arquitectura de las mansiones–.
Más de Picasso en Barcelona
Además del museo, la presencia del artista se siente por toda la ciudad. Se puede caminar por el Passeig Picasso, una avenida –a 500 metros del museo– que va por el lado oeste del Parque de la Ciudadela y sobre la cual se puede admirar el monumento Homenaje a Picasso. Esta escultura fue encomendada a Antoni Tàpies en 1981 para conmemorar el centenario del natalicio del pintor.
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Foto de portada: Las meninas (conjunto), Pablo Picasso, 1957.
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