Baja California Sur y sus opciones para todo tipo de viajeros

La vida en el Mar de Cortés: relajación, naturaleza y (mucha) comida

19 Sep 2019

La vida en la capital de Baja California Sur transcurre a un ritmo relajado. Las esculturas del malecón y el arte que cubre los muros del Centro Histórico reflejan el colorido de la vida junto al mar, el respeto a la biodiversidad y el espíritu creativo de una ciudad que vive —independiente y fiestera— en un extremo del país y un poco alejada del resto del mundo. En el centro están también la catedral, una misión jesuita construida en distintas etapas como acto inaugural a la explotación de perlas que puso en el mapa esta región en el siglo XVII; un antiguo barrio chino, que da cuenta de los flujos migratorios que forman parte de esta historia, y algunos edificios importantes que vale la pena explorar.

Aventura en el Acuario del Mundo

La naturaleza virgen y abundante es el escenario de cada actividad en La Paz. Es fácil fascinarse con el vuelo de gaviotas o fragatas, asombrarse viendo el espectáculo cromático del atardecer —del azul al amarillo, naranja y rosa— o perderse en el contraste entre la arena y las gradaciones del Mar de Cortés. La forma más conocida de sumergirse en el paisaje paceño es, de octubre a marzo, el nado con los gentiles y gigantes tiburones ballena y, de enero a marzo, la contemplación de ballenas grises que migran cada año a Baja California Sur para tener a sus crías. Un espectáculo natural a tres horas de La Paz. Se puede ir a bordo de un bote hasta Balandra, una playa famosa por la transparencia de sus aguas sin oleaje. El agua llega hasta la cintura, lo que permite caminar, nadar o remar en paddleboard hasta un tramo bordeado por manglares.

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Balandra. Foto: Javier Azuara

Rumbo a Balandra hay colonias de leones marinos que dedican su vida a tomar el sol entre bobos de patas azules y gaviotas de patas amarillas. También se puede hacer snorkel en sus alrededores y ver una gran variedad de peces contra el fondo coralino. Los lobos marinos son amigables y, con suerte, algunos se animan a nadar con los visitantes.

Las dunas de El Mogote —adonde se llega en Rzrs para dos o cuatro personas— son una opción más aventurera. Hay que serpentear por grandes extensiones de desierto, entre cactáceas, cardones, choyas y saguaros hasta las imponentes dunas, por las que se sube y baja a toda velocidad mientras el aire se llena del rugido de motores y nubes de arena. También se puede bajar en sandboard. El rápido descenso por los enormes montículos de arena hace que el cansancio valga por completo la pena.

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Sandboard en las dunas de El Mogote. Foto: Javier Azuara

El auténtico sabor del mar

La gastronomía es el mayor hallazgo en La Paz. Abundan los camarones gigantescos y llenos de sabor, atún fresco, jureles, almejas, callos de hacha. Los tacos de lugares como Taco Fish son lo mejor para un desayuno auténtico: el de pescado rebosado es una apuesta segura. Para la comida se abre un abanico de opciones, entre las que es muy fácil dejarse llevar: ceviches de jaiba, tostadas de pulpo o pescado, platones de almejas, tacos gobernador, ¡langosta!, enormes mariscadas… y hates (hot dogs), en torno de los cuales hay toda una cultura.

Sitios para probar lo mejor del mar abundan. Un clásico es Bismarkcito, experto en langosta, pero cuyos chiles rellenos de mariscos son espectaculares. También hay propuestas innovadoras, como Sea Side, una apertura reciente, que sirve unos deliciosos tortelloni con callo. Y están los restaurantes más tradicionales, como Mariscos El Toro Güero, con ambiente divertido, música de banda y mesas llenas de salsas, limones y tostadas para acompañar las almejas y los camarones cucaracha. Lo mejor es que cada quien elija algo distinto para probar todo lo humanamente posible.

Relajación total y un viaje en carretera

A cinco kilómetros del centro de La Paz está el desarrollo de Puerta Cortés, en el que, además de residencias familiares y hotel, están las nuevas opciones culinarias y de entretenimiento del destino: bares, cafecitos y buenos restaurantes, como Azul Marino u Odayaka, además de un campo de golf de 18 hoyos, que llega a la parte más alta del complejo, donde espera una gran panorámica que abarca la ciudad, el mar y el desierto.

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Izquierda: el beach club de Puerta Cortés ofrece opciones gastronómicas directo del mar. Derecha: la Lobera de San Rafaelito es un santuario de lobos marinos. Fotos: Javier Azuara

Para desconectarse por completo, vale la pena reservarle un día a Todos Santos Pueblo Mágico, ubicado a una hora de La Paz (del lado del Pacífico). A medio camino, la parada obligada es en la lonchería La Garita para probar un imperativo culinario de la región: los burritos de carne con frijoles y queso. Una vez en Todos Santos, lo mejor es recorrer el centro para disfrutar el cambio de vegetación —es más tropical y abundan las bugambilias— y visitar la misión, la plaza, los bazares de artesanías y el célebre Hotel California.

Todos Santos ha ganado terreno como un destino boutique con pequeños hoteles de servicio detallista y decoración artesanal. Un ejemplo es Guaycura Boutique Hotel, que al alojamiento suma un club de playa y un delicioso restaurante de inclinación italiana. Otro sitio destacable es The Green Room, restaurante playero de inspiración surfista, donde sirven tostadas de marisco y buenos tragos, preparados con mucha creatividad y sin pretensiones.

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Derecha: Todos Santos. Fotos: Javier Azuara

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Foto de portada: Javier Azuara

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