Hay algo fascinante en los cementerios. Estos espacios son una curiosa paradoja en los que se reúnen tanto el olvido como el recuerdo. En los que se llora por la muerte al tiempo que se celebra la vida que tuvieron los que ya se fueron. Sin duda visitar estos recintos es una forma diferente de viajar.
Al viajar podremos encontrar un sin fin de monumentos históricos y distintos tipos de arquitectura, pero también los panteones. Quizás uno de los más interesantes y menos conocidos está en Roma junto a la pirámide de Cestio, dentro de la antigua muralla aureliana en los prados del Pueblo de Roma. Hablamos del cementerio protestante.
Antes de fallecer, Shelley escribió sobre esta necrópolis: “es un espacio abierto entre ruinas, que se cubre en invierno con violetas y margaritas. Uno podría enamorarse de la muerte al pensar en ser enterrado en un lugar tan dulce”. Por su parte, Oscar Wilde se refirió a este sitio en una carta al reverendo J Page Hopps. Decía que aunque la tumba de Keats era tan sólo un montículo de hierba con una simple lápida… era el lugar más sagrado de Italia.
El lugar de los poetas ingleses
El sitio es también es conocido como El Testaccio o el cementerio de los poetas y artistas. Este último topónimo lo recibió debido a que los restos de dos de los más grandes poetas líricos del romanticismo inglés yacen ahí. John Keats, el poeta joven, fue sepultado ahí en 1821. Después, llegó el cuerpo del escritor Percy Bysshe Shelley llegó al mismo sitio, a lado de su esposa e hija quienes fallecieron en 1819.
Pero además de las grandes plumas que viven entre su vegetación, hay que destacar que las lápidas del cementerio albergan alrededor de 4 mil cuerpos de extranjeros. De hecho este cementerio fue concedido para enterrar a los ingleses de la corte Stuart de Jacobo III y George Langton. El primer cuerpo en llegar perteneció a un graduado de Oxford de apenas 25 años. Sin embargo el primer documento oficial en hablar de panteón protestante data de 1748.
Historia del cementerio
Las reglas de la época impedían a los no católicos ser enterrados en una iglesia o en tierra consagrada. Por esta razón se creó un cementerio protestante en el que había que sepultar los cuerpos (sin ataúdes) durante la noche, para no ofender a la mayoría católica de Roma, . Fue hasta principios del siglo XIX cuando el embajador de Prusia en la Santa Sede, consiguió que el papa cambiará las reglas para poder hacer una tumba adecuada para sus dos hijos fallecidos.
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