Los museos de arte son espacios que están explícitamente diseñados para ver las obras. Debido a la delicadeza de las piezas, es normal que sobre las placas de los cuadros se identifique un símbolo de “no tocar”. Pero, ¿qué pasaría si se pudiera oler el arte? La respuesta a esta interrogante la tiene el Museo del Louvre, institución que creó perfumes basados en su colección.
Las colonias del Louvre son producto de una colaboración entre el museo y L’Officine Universelle Buly 1803, una botica icónica de París. En dicho proyecto, apodado Del museo al perfume, ocho de los mejores perfumeros de Francia recorrieron la colección del recinto –que abarca más de 30 mil obras– para elegir su favorita, ya fuera pintura o escultura. El objetivo no era representar la obra en un aroma, sino transmitir, a través del olfato, la sensación que se suscita en los espectadores a la hora de admirarla.
El Louvre abrió sus puertas en 1793 y la firma perfumera tan solo diez años después, por lo que han crecido paralelamente a través de la historia de París. Tal vez por eso decidieron juntarse para darle una nueva dimensión aromática a una experiencia que era meramente visual.
LOS OCHO PERFUMES DEL LOUVRE:
San José carpintero de Georges de la Tour
La perfumista Sidonie Lancesseur tomó como referencia la carpintería para crear una esencia con tonos de madera de cedro, infusiones de verbena, pimienta rosa y vetiver.
La gran odalisca de Dominique Ingres
Para aromatizar esta pintura, Domitille Michalon-Bertier usó ingredientes concentrados como el incienso y la pimienta rosa, mismos que refuerza con notas amizcladas.
La cerradura de Jean-Honoré Fragonard
Delphine Lebeau decidió transmitir la sensación pasional del cuadro por medio de una fragancia a base de flor de lis complementada con tonos de amizcle.
La Venus de Milo
La antigüedad de esta escultura clásica llevó a Jean-Christophe Hérault a trabajar en un aroma fresco y natural en el que combinó notas de mandarina, jazmín y ámbar.
La ninfa y el escorpión de Lorenzo Bartolini
Para Annick Ménardo, esta escultura remite a un aroma en donde predomina el olor de los heliotropos y los jazmines, pero con un toque de ámbar y tonos amizclados.
La bañista de Valpinçon de Dominique Ingres
Daniela Andrier encontró una forma de transmitir la frescura de la obra, a través de un perfume a base de citronela y azahar mezclada con esencia de pachuli e incienso.
La Victoria de Samotracia
Esta fragancia, que combina los aromas del nardo, magnolia y jazmín, así como un toque de mirra, fue diseñada por Aliénor Massenet, quien hace una oda a la la historia de la obra.
Conversación en un parque de Thomas Gainsborough
Esta obra inspiró a la perfumista Dorothée Piot a fabricar un aroma que se compone de una base de rosas otomanas con toques picantes de menta y bergamota.
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